lunes, 13 de agosto de 2012

Ezra Shabot- Dos tiburones

Mucho se especula respecto a la conformación del gabinete de Peña Nieto, principalmente en el terreno de la negociación política y el manejo de la economía. Sin embargo, en este periodo de transición, donde la definición de posiciones en el Congreso se convierte en el primer mensaje a emitir por parte de quienes serán los responsables de gobernar al país a partir de diciembre, los nombramientos de Manlio Fabio Beltrones al frente de los diputados y Emilio Gamboa ante los senadores, definen claramente el nivel en el que se manejará el trabajo legislativo en la próxima administración. 

Los dos personajes han tenido una amplia experiencia en estas tareas en el pasado. Son parte de esa vieja clase política priísta que operó con las reglas del modelo del presidencialismo absoluto y que no sólo sobrevivió la transición democrática, sino que aprendió a negociar en el marco de un esquema que exige capacidad de pactar con adversarios y no sólo con miembros del partido sometidos a una estricta disciplina jerárquica. Beltrones y Gamboa son dos interlocutores legítimos tanto para priístas como para buena parte del perredismo y el panismo. 





Hay que recordar que fue precisamente Manlio quien lanzó las reformas desde el Senado, encontrando resistencias en la bancada priísta de la Cámara Baja. La de Beatriz Paredes y el propio Enrique Peña Nieto, quienes en ese entonces veían a Manlio como un competidor por la candidatura a la Presidencia. Y si finalmente ese PRI peñista impidió la aprobación de reformas en la administración panista; hoy, el propio Peña requiere de Beltrones y de Gamboa para obtener el apoyo del PAN y conseguir los cambios legislativos indispensables para transformar al país y de paso demostrar que los priístas sí saben cómo gobernar. 

Ni Gamboa ni Manlio eran figuras cercanas a Peña Nieto. Pero la posibilidad de regresar a la Presidencia a través del ex gobernador mexiquense, generó en el PRI el fenómeno de unidad partidaria inexistente desde la elección del 2000. La designación de estos dos tiburones de la política al frente de los legisladores tricolores va exactamente en ese sentido. Políticos con capacidad excepcional para operar, ajenos al círculo cercano del próximo presidente, pero con la fuerza suficiente para controlar los intereses de los gobernadores a través de sus diputados y senadores, hacen de la dupla Gamboa–Beltrones el eje del proyecto político de Peña, con un peso mucho mayor del que tendrá quien vaya a ocupar la Secretaría de Gobernación. 

Y es que si la característica principal de las dos administraciones panistas fue la ausencia de operadores eficaces capaces de conseguir acuerdos, aquí los priístas se juegan el todo por el todo. No tienen piezas de mayor calibre que estos dos personajes, por lo que queda claro que la gran apuesta está en sacar las reformas en el primer año de gobierno, aprovechando el impulso ganador y la destreza de estos operadores. El éxito de esta tarea radica en saber repartir los costos y las ganancias de estas modificaciones legislativas, de manera tal que tanto la oposición como el gobierno se vean beneficiados y, por lo tanto, estén dispuestos a compartir los riesgos. 

El PAN insistirá en que lo que hoy se quiere aprobar es exactamente lo que el PRI se negó a aceptar en los últimos años de la administración de Calderón. La respuesta priísta a este argumento alude a la falta de claridad por parte de un gobierno que durante seis años careció de una voz que hablara por el presidente, y sí muchas que asumían la representatividad de diversos sectores del mismo gobierno. El fracaso de Calderón en este sentido hay que ubicarlo en la falta de operadores profesionales, y en el intento por funcionar a partir de la presencia de amigos confiables pero ineficientes. 

Nadie en el espectro político puede descalificar a la dupla Beltrones–Gamboa. Podrán criticarlos por su pasado autoritario, pero no por su falta de interlocución política que es lo que hoy necesita el país. 

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