domingo, 11 de marzo de 2012

LA LIBERTAD DE LA FRANCESA.

Federico Berrueto. 


Existe la impresión de que las irregularidades con la francesa son juego de niños respecto a lo que sucede en otros casos. Este es un tema que debiera quitar el sueño a muchos, incluso al presidente Calderón, por las consecuencias legales a futuro: a las autoridades también les da por creer que puede haber justicia al margen de la ley.
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La Corte ha hecho trascender públicamente el proyecto del ministro Arturo Zaldívar en el que propone la libertad inmediata de Florence Cassez, sentenciada por secuestro. Una vez más, el asunto llama la atención de la opinión pública. La relación entre México y Francia se ha visto afectada por el caso. Aquí, el presidente Calderón no tiene margen de maniobra por razones políticas y jurídicas; allá, Sarkozy, es decidido abanderado de la causa de la liberación de la francesa.

 El caso abre la oportunidad a un debate del que mucho se puede aprender. México es un país seriamente lastimado por la ilegalidad en todos los planos. El país alcanzó la democracia electoral, no así la conformación de una cultura consecuente: déficit de ciudadanos y de legalidad. Ocurre en todos los niveles, los ricos y los pobres, los ilustrados y los analfabetas, el país vive desgarrado por la impunidad. La legalidad todavía es aspiración.

 Esto es la causa originaria del debate. Por una parte, la opinión pública considera que la francesa Cassez es culpable; poco importan las deficiencias del proceso legal. Los medios, especialmente la tv, han divulgado elementos que llevan a la condena. También, el testimonio de víctimas y sus familias. La abrumadora mayoría exige que Cassez continúe en la cárcel porque simboliza el agravio del que han sido objeto en la realidad y en su imaginario; se asume que liberar a Cassez es derrota mayor en el país de la impunidad.

En el otro polo está la consideración —muy exquisita para los agraviados— de que no hay otra culpabilidad que no sea la formal, esto es, la que resulta de una sentencia mediante juicio debido. El ministro Zaldívar dice que no juzga la inocencia de la inculpada, sólo la calidad del proceso penal que llevó a la sentencia condenatoria. De ser el caso de grave irregularidad, como asume el juzgador, Cassez no será culpable, esto es, inocente.

 Las razones del ministro de que el proceso penal estuvo viciado de origen recaen en el irresponsable e ilegal comportamiento de la AFI al momento de la detención. Los hechos son claros e incontrovertibles: a la detenida no se le puso de inmediato a disposición del Ministerio Publico, con la absurda recreación televisiva se alteraron pruebas y la presunta responsable no tuvo la intervención consular que establecen la ley y los acuerdos internacionales.

 Los ministros de la Primera Sala tienen frente a ellos un caso de la mayor trascendencia para la legalidad. Nada fácil cuando la gente no tiene sentido de la enorme diferencia entre justicia y legalidad. En la civilidad no hay otra justicia penal que la formal, la que se da con las reglas del proceso. Más aún, la mayoría no sólo cree que las leyes no se aplican, sino que las existentes están a la medida del poderoso. Esto es, que el aparato de justicia, si actúa, lo hace para beneficiar a los pocos privilegiados sobre los demás. En la percepción pública, la igualdad ante la ley también es fantasía.

 El juzgador no debe incluir a la opinión pública en sus consideraciones, menos en un caso como éste. Los elementos de juicio no están en lo que piense la mayoría o todos los mexicanos. Tampoco debe pesar la presión de uno o de otro lado, ni que los mexicanos o franceses se indignen al extremo. La delicada responsabilidad que pesa sobre ellos es decidir con estricto criterio jurídico sobre los argumentos del ministro ponente de los hechos que afectaron el proceso penal y que viciaron lo subsecuente, incluso, el testimonio de víctimas, pruebas del MP y, por consecuencia, la sentencia.

El fallo de la liberación habría de tener serios efectos. La primera es la suerte de quien ha sido señalado como responsable del operativo de la detención, actualmente secretario de Seguridad Pública. La segunda, mucho más importante y trascendente, tiene que ver con el comportamiento de las policías y, especialmente, la manera como se está desplegando la lucha contra el crimen organizado. Existe la impresión de que las irregularidades con la francesa Cassez son juego de niños respecto a lo que sucede en muchos otros casos. Este es un tema que debiera quitar el sueño a muchos, incluso al presidente Calderón, por las consecuencias legales a futuro: a las autoridades también les da por creer que puede haber justicia al margen de la ley. Quienes ahora aplauden el exterminio son los mismos que mañana exigirán sanción al abuso y a la ilegalidad.

 Es previsible que la eventual liberación de la sentenciada despertaría indignación amplia. Muchos lo verían como una aparatosa derrota a la legalidad, cuando en realidad el fallo tiene como sustento reivindicar el debido proceso y con ello el sometimiento a la ley de policías, fiscales y jueces. Justicia y legalidad en pugna.

 Twitter: @berrueto fberruetop@gmail.com
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9127298

PA` PURAS VERGÜENZAS.

Néstor Ojeda.

Hace tiempo que Felipe Calderón amarró su suerte a la de Genaro García Luna. En el momento en que designó a Marisela Morales como procuradora general de la República, el Presidente le dio todo el poder de la seguridad y la procuración de justicia a un solo grupo.

 Cautelosos, sus antecesores repartieron el gran poder que se concentra en la PGR y la Policía Federal. Calderón, no, y de manera inexplicable se lo dio a quien debió ser objeto de un cese fulminante o de una obligada renuncia por ser autor de montajes de operativos para hacerse propaganda en la televisión.

 Pero no, le dio todo el poder a pesar de que con el caso Florance Cassez se evidenció perversidad, ambición y desprecio por la legalidad que destilaban en la oficina del hoy poderosísimo secretario de Seguridad Pública.

 Y Calderón lleva dos días en la defensa de García Luna, pues sabe que sellaron su destino al declarar una guerra sin estrategia, a la que, para legitimarse, se lanzaron sin inteligencia y mucho menos sin considerar las víctimas directas y colaterales.

 Hoy nos quieren meter en un falso debate sobre los derechos de la víctimas en el caso Cassez. Se equivocan, quienes estaban obligados a velar por ese derecho eran precisamente los policías, que con sus marranadas son los responsables de que la francesa, ligada a la banda de secuestradores de Los Zodiaco, tenga un pie en la calle.

 Vuelta forzada

 La precandidata del PRI a la Jefatura de Gobierno del DF, Beatriz Paredes, dice que con Miguel Ángel Mancera, del PRD, va ante un adversario bisoño en una “elección de Estado”.

Soberbia, se atribuye méritos producto del dedo divino que la hizo legisladora, funcionaria y gobernadora de Tlaxcala. Y desmemoriada, olvida que su grupo fue el responsable de los fracasos del PRI en las elecciones estatales de Oaxaca, Puebla y Sinaloa en 2010 y de sus repetidas derrotas ante el PRD en la Ciudad de México desde 1997.

 Bien le haría a doña Beatriz recordar a El Meme Garza, símbolo de la perdida sabiduría priista, cuando ante los lamentos de los madracistas por haber sido aplastados por “pendejos novatos panistas” en 2006, don Manuel, en su tamaulipeco estilo, les reviró: “Sí, tan verdes, ¡pero cómo estaremos de pendejos nosotros que nos ganaron!”

 fberruetop@gmail.com

Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9127301

CASSEZ DEBE SER PUESTA EN LIBERTAD.

Román Revueltas Retes.

¿El hecho de que una mayoría de personas considere que la mujer es culpable —y de que esa gente, como es natural, se solidarice, antes que nada, con las víctimas de los secuestradores— significa que debe ser condenada y perseguida sin respeto a sus derechos y sin las debidas garantías procesales?

 Hay aquí algunos ingredientes del caso Florence Cassez: en primer lugar, la detención de la mujer cuando va con su pareja en una camioneta luego de recoger los últimos objetos suyos que deseaba llevarse a un apartamento que recién había rentado y, esto, tras haber terminado, precisamente, la relación sentimental con el hombre acusado de ser el jefe de una banda de secuestradores; posteriormente —un día después y sin haber sido puesta a disposición del Ministerio Público ni habiendo tampoco recibido la asistencia consular a la que tienen derecho los ciudadanos extranjeros según los tratados internacionales que ha firmado el Estado mexicano (una disposición que, encima, exigimos airadamente que se respete cuando las autoridades estadounidenses arrestan a los mexicanos que han presuntamente cometido un delito en nuestro vecino país)— una escenificación programada de la liberación de tres personas secuestradas en la que, miren ustedes, aparece Florence in situ (es decir, en el rancho donde se encuentran raptados los rehenes) y en la que, por si fuera poco, es calificada por los reporteros de la televisión, desde ya y delante de millones de personas que miran el informativo, como uno de los miembros de la banda a pesar de que ella, ahí mismo, niega cualquier participación en actividades delictivas y de que lo hace, por si fuera poco, desafiando abiertamente las instrucciones que le han dado previamente los agentes policíacos —devenidos, por lo visto, en guionistas cinematográficos de ocasión o, más acertadamente, en directores de escena— para que suelte declaraciones que puedan confirmar su culpabilidad o, por lo menos, que la hagan aparecer como una sospechosa digna de ser aprehendida delante de las cámaras en vez de figurar como una mujer aturdida y descompuesta.

Y, a partir de ahí, el linchamiento mediático, la persecución, el encarcelamiento preventivo, la esperpéntica integración de un sumario donde figuras determinantes son desechadas e individuos sospechosísimos dejados en libertad y donde la acusaciones sustenta en declaraciones contradictorias de testigos que en un primer momento no la reconocen y que luego modifican sus testimonios y, finalmente, una durísima sentencia de prisión dictada a una persona tomando en consideración todos estos elementos sin que a nadie le inquiete que los procedimientos jurídicos puedan admitir tan escandaloso desaseo.

 ¿Les parece normal esta actuación de la justicia mexicana, estimados lectores? ¿Acaso se pueden justificar, así fuere porque se trata de perseguir un delito tan odioso como el secuestro, violaciones tan groseras a las formas jurídicas y a los derechos de los individuos? ¿No fue la propia Cassez quien llamó al programa de Denisse Maerker donde García Luna era entrevistado para decir que no la habían detenido el 9 de diciembre durante el presunto operativo televisado sino el día 8? ¿El hecho de que una mayoría de personas consideren que la mujer es culpable —y de que esa gente, como es natural, se solidarice, antes que nada, con las víctimas de los secuestradores— significa que debe ser condenada y perseguida sin respeto a sus derechos y sin las debidas garantías procesales? ¿No nos ha servido de nada mirar la cinta Presunto Culpable como para saber que la actuación de la justicia, en este país, puede contener todos los elementos de una pesadilla monstruosa?

 Ah, y ahí está igualmente el caso de Sergio Dorantes, un distinguido fotógrafo que trabajó para publicaciones tan prestigiosas como Newsweek a quien se acusa de haber dado muerte a su ex esposa meramente porque un testigo comprado, que luego se retractó y que finalmente no volvió a aparecerse, declaró haberlo visto salir del lugar de los hechos. Resulta, en este caso, que otro sospechoso —que inclusive tenía en sus ropas sangre de la mujer— anda por ahí tan campante, libre y a su aire. Sergio lleva varios años en prisión, contra todas las evidencias. ¿Qué clase de justicia es ésta? O, mejor dicho, ¿qué clase de país es México?

 Por lo pronto, el ministro Zaldívar ha restaurado un poco el maltrecho principio de institucionalidad de la justicia mexicana. Enhorabuena, señor ministro. Esperemos que proceda su propuesta. Si gustan saber más sobre el tema, aquí están estos enlaces:

http://es.scribd.com/doc/84583541/Version-publica-Proyecto-Arturo-Zaldivar-Amparo-Cassez

http://www.gatopardo.com/ReportajesGP.php?R=53&pagina=1

http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099371

http://www.sergiodorantes.com/

revueltas@mac.com
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9127295

BENEDICTO XVI VIENE POR TODO: ESCUELAS PÚBLICAS, MEDIOS DE COMUNICACIÓN, MÁS PODER POLÍTICO...

Benedicto XVI.
Benedicto XVI visitará el país en año electoral, no obstante el escenario de violencia descontrolada, porque viene por todo: las reformas que le garanticen a la iglesia católica poder y capacidad de acción absolutos. No es coincidencia, por tanto, que la visita ocurra cuando el Senado se apresta a revisar las reformas al artículo 24 de la Constitución en materia de libertad religiosa. En entrevista exclusiva con Proceso, el nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, confirma la intencionalidad política de la visita al respaldar las exigencias del clero mexicano para que se eliminen las restricciones constitucionales que le impiden impartir educación, intervenir en política y poseer medios de comunicación.

Por Rodrigo Vera

 MEXICO, DF, 10 de marzo (proceso).- Ante la próxima visita del Papa Benedicto XVI, su nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, confirma que uno de los temas prioritarios en la agenda papal es conseguir “libertad religiosa” plena en el país, lo cual implica cambios constitucionales que garanticen la instrucción religiosa en las escuelas públicas y la posesión de medios de comunicación masiva por la jerarquía eclesiástica, entre otros puntos.

 La confirmación que hace el nuncio –el quinto en los 15 años de historia de las relaciones diplomáticas entre México y El Vaticano– desmiente las declaraciones del gobierno de Felipe Calderón en el sentido de que la visita papal no tendrá tintes políticos, pues establece claramente la posibilidad de incidir como nunca antes en la naturaleza misma del Estado mexicano, laico por definición constitucional.

Christophe Pierre dice estar “muy consciente de la historia de México”, marcada por “luchas y confrontaciones” entre la Iglesia y el Estado, pero señala que “no podemos ser prisioneros de la historia” sino construir una verdadera sociedad democrática. Y recomienda: “No debería partirse del miedo de que el clero o la Iglesia ‘tomen el poder’ o ejerzan poder político. En la actualidad esto, en mi opinión, nace más del prejuicio que de una amenaza real”, pues aclara que la jerarquía no pretende “obtener privilegios” con los cambios legislativos.

 Enfatiza: “La libertad religiosa es un derecho de todos los ciudadanos, sin excepción, y no una concesión otorgada por el Estado”. Tal derecho –prosigue– es reconocido por varios tratados internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948. De cualquier forma, agrega que en México hace falta “una tarea de orden cultural” para alcanzar la libertad religiosa.

 Por lo anterior, dice, la misión que le confió Benedicto XVI es el “diálogo, con paciencia y sin cansancio, para disminuir los prejuicios y favorecer la mutua comprensión”. Sobre el encuentro que el Papa sostendrá con el presidente Calderón en la ciudad de Guanajuato el 24 de marzo, el diplomático considera que ambos sabrán aprovecharlo “para abordar temas importantes y de verdadero interés para el país y para la Iglesia”.

DOS DÉCADAS DE VAIVÉN POLÍTICO

 Reacio a dar entrevistas y a responder cuestionamientos políticos, Christophe Pierre hizo una excepción con Proceso al aceptar responder un cuestionario por escrito. Es el siguiente.

 –¿Por qué esperó el Papa Benedicto XVI casi siete años para venir a México, tomando en cuenta que el Papa Juan Pablo II vino por primera vez poco tiempo después de asumir su pontificado?

 –Cada Papa es diferente y también cada época. Elegido a los 78 años de edad, Benedicto XVI era consciente de que no tenía ni el tiempo ni la fuerza para visitar el mundo entero. Por ello ha tenido que elegir de modo que cada viaje, particularmente los viajes intercontinentales, tengan un sentido especial y también simbólico para el país que visita, así como para la región y el mundo entero.

Es cierto que el Papa Juan Pablo II vino a México casi inmediatamente después de iniciar su Pontificado y fue una experiencia que impactó sobremanera al pueblo mexicano y también al Santo Padre. Pero fue una visita que tenía como particular objetivo inaugurar la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que, como bien recuerda, se celebró en la ciudad de Puebla. De la misma manera, el primer viaje del Santo Padre Benedicto XVI en América Latina tuvo como finalidad inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la ciudad de Aparecida, en Brasil.

 Ahora, la perspectiva de otro viaje en Brasil, en 2013, con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, parece haber hecho considerar y convencer al Papa de la oportunidad de visitar, antes de esa fecha, algún país hispanohablante. En consecuencia, ha elegido a México y a Cuba. Es probable que su elección a favor de México se deba a la fuerte identidad religiosa y católica de una gran parte del pueblo que, además, ha siempre manifestado un gran cariño hacia el Papa. La ida a Cuba, que en este caso se facilita bastante gracias a su proximidad con México, me parece sea motivada por el deseo del santo padre de sostener la fe y la esperanza de aquel pueblo que vive hoy un importante periodo de transición.

Es verdad que Benedicto XVI viene a México luego de siete años de pontificado, pero creo que lo más relevante es que ha sido precisamente México quien ha sido elegido para este encuentro del Papa con la América Latina hispanoparlante.

 –Algunas diócesis y gobiernos estatales externaron su deseo de recibir al Papa Benedicto XVI. ¿Qué circunstancias influyeron para que se escogiera finalmente al estado de Guanajuato?

–Sí, son, en efecto, numerosos los obispos que han manifestado su deseo de recibir al Papa. Pienso en los Arzobispos de México, de Guadalajara, de Monterrey, de Mérida y de otros. También algunos gobernadores se han acercado a nosotros. Sin embargo, dado que el Papa no podía visitar sino un lugar y que sus médicos le aconsejaron evitar absolutamente la altura de la Ciudad de México, que hubiera sido un destino natural como capital del país y lugar donde se encuentra la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe que resguarda su milagrosa Imagen, Madre de los Mexicanos y venerada en toda América Latina, luego de un serio estudio y discernimiento se eligió a Guanajuato por tres motivos: porque se encuentra en el centro geográfico del país con acceso relativamente asequible desde las diversas latitudes; porque para los católicos mexicanos, la imagen de Cristo Rey del Cubilete, reviste un gran valor espiritual que atrae permanentemente a millares de peregrinos; y porque esta región, indiscutiblemente muy marcada por su historia religiosa, no pudo ser visitada por el Papa Juan Pablo II.

 –El Papa Benedicto XVI viene a México justo cuando se cumplen 20 años de haberse reanudado las relaciones diplomáticas entre México y la santa sede. ¿Actualmente cuáles son los puntos más importantes en la agenda entre ambos Estados?

–Sí. Se trata de una feliz coincidencia. Las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede se materializaron al término de un acuerdo crucial entre el Estado mexicano y las diferentes religiones que finalmente eran reconocidas jurídicamente, permitiéndoles, ante todo, existir dentro de la nación, reconociendo oficialmente también el papel que siempre han tenido en el seno de la sociedad. Ahora, veinte años después, se hace indispensable consolidar este reconocimiento y darle fuerza jurídica. Como usted sabe, la agenda de la Santa Sede se encuentra en armonía con el de la Iglesia católica local y con las de las otras denominaciones religiosas. No se trata, ni se pretende obtener privilegios. Lo que la Iglesia católica y las diversas denominaciones religiosas quieren es, sencillamente, que sus miembros puedan ejercer un derecho fundamental reconocido por los grandes instrumentos internacionales ratificados por México: el derecho a la libertad religiosa en todas sus dimensiones. 

–¿Qué características han tenido estas relaciones a lo largo de estas dos décadas?

 –Las relaciones entre México y la Santa Sede han sido buenas. Recordemos que este periodo comprende algunas de las más significativas visitas del Papa Juan Pablo II a México, tan magníficamente acogido, tanto por el pueblo mexicano en su conjunto, como por las autoridades; fueron visitas, conviene decirlo, que marcaron indudable y profundamente la cultura de México.

La Santa Sede se alegró de que la Iglesia católica y las demás organizaciones religiosas pudieran beneficiarse del estatuto de Asociaciones Religiosas (AR), que les permite resolver muchos problemas prácticos de cada día en un espíritu de diálogo, particularmente por medio de la Subsecretaría para Asuntos Religiosos y la Dirección General de Asociaciones Religiosas. La Santa Sede y las autoridades eclesiásticas son sin embargo conscientes de las restricciones que la reforma de 1992 ha mantenido a la actividad pública de las religiones. Un ejemplo es la limitación al derecho de poseer medios de comunicación social, o también a la restricción de la libertad de expresión del clero sobre algunos argumentos, no de orden político, sino de interés público. Por eso la Iglesia busca desde hace algunos años dialogar con las autoridades públicas proponiendo se introduzca en la legislación un reconocimiento más completo de la libertad religiosa, tal como de suyo se da en buen número de países del mundo, y según la definición, por demás clásica, que ofrecen los principales instrumentos jurídicos internacionales. Esta postura eclesial corresponde a la que siempre ha defendido la santa sede.

 “LA LIBERTAD RELIGIOSA NO ES UNA CONCESIÓN”

–El Papa siempre ha considerado que en las sociedades modernas y democráticas debe haber plena libertad religiosa, sin que ésta se circunscriba sólo a la esfera privada. ¿La firma de acuerdos o concordatos entre la Santa Sede y algunos Estados es la actual tendencia para alcanzar esta plena libertad religiosa?

 –Usted tiene razón en subrayar el papel de la libertad religiosa en una sociedad moderna y democrática. Sociedad que funcionará correctamente sólo en la medida en que sepa reconocer, respetar, proteger y garantizar los derechos de la persona humana. A este título, la libertad religiosa es fundamental porque toca la esencia misma de la persona en su dimensión trascendente, de apertura al Absoluto o a Dios; pero esa libertad no se limita nunca a la sola esfera privada, porque cada ser humano, creyente o no creyente, debe poder contribuir con todo su ser a la vida social o política de su país, y no toca a la sociedad ni al Estado decidir sobre este asunto.

 Esto lo ratificó la comunidad internacional con la oferta de una definición que ya universalmente es aceptada y que ha quedado consignada en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y también en el artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Es asombroso que aún existan personas que, mientras dicen ser defensoras de los derechos humanos, pretenden restringir la libertad religiosa reduciéndola a mera libertad de culto o a una libertad para creer sólo dentro de los márgenes de la vida privada. Estoy muy consciente de la historia de México. Pero no debería partirse del miedo de que el clero o la Iglesia “tomen el poder” o ejerzan poder político. En la actualidad esto, en mi opinión, nace más del prejuicio que de una amenaza real.

 Usted me pregunta si la firma de un acuerdo o de un concordato entre la Santa Sede y un país es un modo de lograr una real libertad religiosa. Pienso que la libertad religiosa es un bien para todos y que, en consecuencia, en un Estado moderno debe ser reconocida sin restricciones, para todos. Tiene que ver con el funcionamiento normal de una sociedad democrática. Los acuerdos parciales o los concordatos tienen como finalidad resolver de modo contractual situaciones particulares o más generales que interesan a una iglesia y al Estado. En todo caso, un Estado, sea como sea, permanentemente firma contratos, lo que le permite trabajar efectivamente con otros grupos u organizaciones en un espíritu de mutuo respeto y de manera eficaz.

 –¿Qué modalidad sería la más conveniente para México, tomando en cuenta que su pueblo es predominantemente católico pero también hay sectores que, enarbolando el laicismo, se oponen a modificaciones constitucionales?

–La Iglesia no promueve un cierto tipo de acuerdo o concordato de manera universal. La situación particular de cada país exige que, con sabiduría, se creen poco a poco los marcos jurídicos necesarios y convenientes para asegurar la colaboración y el respeto mutuo entre el Estado y la Iglesia.

 Lo que me parece más importante es que todos descubramos que la libertad religiosa es un derecho de todos los ciudadanos, sin excepción, y no una concesión otorgada por el Estado. Además, es un derecho todavía más necesario en las sociedades plurales como la nuestra. Al Estado tocará no marginalizar la dimensión religiosa de la vida, sino por el contrario, protegerla conforme a derecho, lo cual ciertamente supone que el Estado asuma su papel de defensor del orden público, poniendo las medidas necesarias para evitar los excesos e intolerancias con espíritu de justicia y equidad.

Desde mi llegada a México, hace cinco años, me he preguntado por qué algunos tienen tanta dificultad para aceptar que los criterios que definen la libertad religiosa, tal como han sido reconocidos internacionalmente, entren a formar parte de la normatividad interna del país. Entiendo por supuesto que existen, como en toda sociedad, miedos, falta de confianza y también prejuicios, fruto de una historia que, como bien sabemos, fue marcada por luchas y confrontaciones. Pero no podemos ser prisioneros de la historia. Con espíritu de diálogo conviene ver la realidad que tenemos de frente; el tiempo presente no debería gastarse en disputas o en deseos de excluir al otro. Me parece que el México nuevo, confrontando retos graves como la pobreza y la violencia, se construirá positivamente si existe escucha del otro y trabajo común. Estoy seguro de que la verdadera tarea de todos es más bien de orden cultural; contribuir a la conformación de una cultura basada en el respeto del otro, de todo otro y de todo el otro, es decir, del otro considerado en todas sus dimensiones, y ello implica, también, la dimensión religiosa de la vida. Cada exclusión produce un profundo traumatismo y destruye la sociedad.

A este respecto, considero que deberíamos, con coraje y lucidez, hacer el esfuerzo por tratar de comprender el auténtico sentido de las palabras. Por ejemplo, el concepto de libertad religiosa habla de una realidad positiva al servicio de los derechos de la conciencia aun de los no creyentes. También, el término laicidad se refiere a una realidad positiva que significa distinción sana y legítima del orden religioso y del orden temporal, pero que, al contrario del laicismo, no excluye ni el uno ni el otro, sino que toma a los dos en consideración, cada uno en su legítimo lugar.

 –¿Qué cambios requiere el marco constitucional mexicano para que se garantice esta libertad religiosa? ¿Considera probable que, por lo pronto, en el Senado se logre modificar el artículo 24 constitucional?

 –No me toca como Nuncio Apostólico decir lo que tiene que ser cambiado en las leyes mexicanas. Sin embargo, espero que se vaya en la dirección de un pleno reconocimiento de la libertad religiosa conforme a las definiciones internacionalmente aceptadas.

 –¿Se tocarán estos puntos durante el encuentro que el Papa sostendrá con el presidente Felipe Calderón en la ciudad de Guanajuato?

–Tampoco toca a mí decir cuál será el contenido del diálogo entre el presidente de la república y el santo padre, pero estoy seguro que uno y otro sabrán aprovechar este encuentro para abordar temas importantes y de verdadero interés para el país y para la Iglesia. Como el Papa lo ha repetido al cuerpo diplomático al inicio del año, la Iglesia quiere, antes que nada, servir al hombre y a la nación, de modo que haya verdadera justicia y paz. En tal contexto me parece evidente que una auténtica libertad religiosa ayudará a la paz social.

 –¿Cuáles son sus prioridades como nuncio apostólico en México? ¿Recibió alguna encomienda específica del Papa?

–El nuncio es primeramente representante del Papa ante la Iglesia local. Me esfuerzo, en consecuencia, por ser permanentemente un eco fiel de sus enseñanzas. Llegué a México en el momento en que era celebrada la Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, en Aparecida, Brasil, misma que recibió una orientación decisiva con el discurso del Papa. Sin querer reducir la riqueza de ese texto, considero que el santo padre ha pedido a esta Iglesia estar muy atenta a los retos o desafíos de esta época que cambia rápidamente, para que no pierda su riqueza cultural y religiosa que corre el peligro de ser relativizada o hasta de desaparecer. El Papa y los obispos han pedido a la Iglesia en todos los niveles, en consecuencia, favorecer un encuentro efectivo y vivo con Cristo y ser más misionera, de modo que su mensaje tenga una verdadera incidencia en la realidad social.

 Por mi parte, me esfuerzo por hacer que mi trabajo vaya en esta dirección. Tengo también conciencia de la importancia de mi papel con las autoridades civiles y políticas. Para mí la palabra maestra es precisamente: diálogo, con paciencia y sin cansancio, para disminuir los prejuicios y favorecer la mutua comprensión. Esto corresponde naturalmente a las recomendaciones que el santo padre me confió al comenzar mi misión aquí.

 –¿El viaje del Papa es una visita de Estado o es sobre todo de carácter pastoral?

–Esta pregunta es muy pertinente. Es evidente que el viaje del Papa es pastoral. Como jefe de la Iglesia católica, él viene a reforzar la fe de los fieles de esta Iglesia, que, conviene no olvidarse, son muy numerosos en este país. Pero, porque el Papa es también reconocido por la comunidad internacional y por México como un jefe de Estado, será recibido como tal también aquí. Cierto, el jefe de la Iglesia católica no es exactamente un jefe de Estado como los demás. Pero es desde esta identidad que le es propia que las autoridades y un gran número de mexicanos, creyentes o no, sabrán acoger a una persona que con decisión impulsa valores que la sociedad necesita con urgencia.

Leído en: http://www.sinembargo.mx/11-03-2012/178057

UN POEMA DE:

GABRIELA MISTRAL.
(1889-1957)



Todas íbamos a ser reinas



Todas íbamos a ser reinas, 
de cuatro reinos sobre el mar: 
Rosalía con Efigenia 
y Lucila con Soledad. 

En el valle de Elqui, ceñido 
de cien montañas o de más, 
que como ofrendas o tributos 
arden en rojo y azafrán, 

Lo decíamos embriagadas, 
y lo tuvimos por verdad, 
que seríamos todas reinas 
y llegaríamos al mar. 

Con las trenzas de los siete años, 
y batas claras de percal, 
persiguiendo tordos huidos 
en la sombra del higueral, 

De los cuatro reinos, decíamos, 
indudables como el Korán, 
que por grandes y por cabales 
alcanzarían hasta el mar. 

Cuatro esposos desposarían, 
por el tiempo de desposar, 
y eran reyes y cantadores 
como David, rey de Judá. 

Y de ser grandes nuestros reinos, 
ellos tendrían, sin faltar, 
mares verdes, mares de algas, 
y el ave loca del faisán. 

Y de tener todos los frutos, 
árbol de leche, árbol del pan, 
el guayacán no cortaríamos 
ni morderíamos metal. 

Todas íbamos a ser reinas, 
y de verídico reinar; 
pero ninguna ha sido reina 
ni en Arauco ni en Copán. 

Rosalía besó marino 
ya desposado en el mar, 
y al besador, en las Guaitecas, 
se lo comió la tempestad. 

Soledad crió siete hermanos 
y su sangre dejó en su pan, 
y sus ojos quedaron negros 
de no haber visto nunca el mar. 

En las viñas de Montegrande, 
con su puro seno candeal, 
mece los hijos de otras reinas 
y los suyos no mecerá. 

Efigenia cruzó extranjero 
en las rutas, y sin hablar, 
le siguió, sin saberle nombre, 
porque el hombre parece el mar. 

Y Lucila, que hablaba a río, 
a montaña y cañaveral, 
en las lunas de la locura 
recibió reino de verdad. 

En las nubes contó diez hijos 
y en los salares su reinar, 
en los ríos ha visto esposos 
y su manto en la tempestad. 

Pero en el Valle de Elqui, donde 
son cien montañas o son más, 
cantan las otras que vinieron 
y las que vienen cantarán: 

En la tierra seremos reinas, 
y de verídico reinar, 
y siendo grandes nuestros reinos, 
llegaremos todas al mar.









ACTITUD INTERIOR.




Eran dos grandes amigos. Trabajaban en un pueblo y decidieron ir a pasar unos días a la ciudad. Comenzaron a caminar y en una gran calle vieron un burdel que estaba frente a frente con un santuario. Uno de los amigos decidió pasar unas horas en el burdel, bebiendo y disfrutando de las bellas prostitutas, en tanto que el otro optó por pasar ese tiempo en el santuario, escuchando a un maestro que hablaba sobre la conquista interior.
Pasaron unos minutos, y entonces el amigo que estaba en el burdel comenzó a lamentar no estar escuchando al maestro en el santuario, en tanto que el otro amigo, por el contrario, en lugar de estar atento a las enseñanzas que estaba oyendo, estaba ensoñando con el burdel y reprochándose a sí mismo lo necio que había sido por no elegir la diversión. De este modo, el hombre que estaba en el burdel obtuvo los mismos méritos que si hubiera estado en el santuario, y el que estaba en el santuario acumuló tantos deméritos como si hubiera estado en el burdel.
*El Maestro dice: Precediendo a los actos, está la actitud interior. En la actitud interior comienza la cuenta de méritos y deméritos.
Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle.