miércoles, 22 de mayo de 2013

Ciudadanos Ejemplares: Estíbaliz Carranza: "La Baronesa de Hielo"

Goidsargi Estíbaliz Carranza Zabala nació el 6 de septiembre de 1978 en Guadalajara, Jalisco (México). Fue hija de Armando Carranza, un psicólogo, periodista y escritor mexicano de temas esotéricos, considerado “pionero en el enfoque mágico-científico de los sueños y especialista en la tradición sobrenatural de aztecas y mayas”; y de Ángela Zavala, madre alavesa.




Ella y sus padres viajaron cuando era una niña a Europa, donde se establecieron. En Barcelona (España), la familia rehizo su vida lejos de México; para entonces “Esti”, como todos la llamaban, tenía cinco años de edad. Fue una niña feliz, cuyos padres siempre la amaron. Tuvo varias amigas, asistió a buenos colegios y se desenvolvió como una niña normal, convirtiéndose con los años en una mujer muy atractiva. Estudió la Licenciatura en Economía en la Universidad Autónoma de Barcelona. Sin embargo, a veces era presa de ataques de ira y demostraba un comportamiento violento.


Estíbaliz Carranza


Establecida en Viena (Austria) desde 2005, Estíbaliz decidió dedicarse a su propio negocio. Era una chica simpática que se adaptó rápidamente a las costumbres locales. Se casó con un joven alemán, Holger Holz, de treinta y dos años. Con su apoyo abrió entonces una heladería. Para ello, le pidió un préstamo a su esposo, quien le proporcionó $10,000.00 euros para ayudarla.

Estíbaliz invirtió la mayoría del capital y guardó una parte en una cuenta bancaria. El lugar abrió en una esquina muy concurrida y rápidamente se convirtió en un sitio de atracción para los vieneses.

Se llamaba "Schleckería" y estaba situada en la calle Oswaldgasse número 1 esquina con Ruckergasse, del distrito vienés de Meidling. Junto se encontraba la peluquería Eymen. Al fondo del vestíbulo se hallaban las escaleras para subir a los tres niveles de departamentos.

Pero en el matrimonio, las cosas no iban del todo bien. Estíbaliz tenía un carácter muy fuerte y en ocasiones sufría arranques de violencia. Su esposo no estaba dispuesto a permitirle todo, así que discutían constantemente. Con el tiempo, todo fue empeorando. En 2008, él le pidió el divorcio. Pero Estíbaliz no quería pagarle el dinero que le debía. Entonces una noche, mientras Holz estaba de espaldas a ella, sentado ante su computadora, ella tomó una escopeta perteneciente a su esposo, le apuntó a la cabeza y lo mató con un disparo. Después lo arrastró hasta el cuarto de baño. Utilizando una sierra eléctrica, lo descuartizó, metió los trozos en cubetas de helado vacías, las rellenó con cemento y escondió todo en el sótano de la heladería.



Estíbaliz siguió con su vida; a quien preguntaba, respondía que se había separado de Holger y que él se había marchado a La India, para unirse a un grupo de meditación. Sus clientes habituales no notaron ningún cambio de humor en ella.



Disfrutaba lo que hacía: constantemente introducía nuevos sabores y cambiaba la carta de su local para ofrecer novedosas combinaciones. La mesera de un café cercano declararía: “Era una de mis clientas más amables, aunque me llamaba la atención que tenía un novio distinto cada poco tiempo”.



En su negocio conoció a muchos hombres. Tuvo varios amantes: clientes, proveedores, turistas, vecinos. Uno de ellos fue Manfred Hinterberger, de cuarenta y ocho años de edad. Era representante de una compañía de máquinas industriales de la marca italiana MEC3, como refrigeradores, congeladores y heladeras.

Se conocieron debido a su profesión y al poco tiempo, sostenían una relación. Ella le pidió dinero prestado: esta vez, fueron $100,000.00 euros; él le dio acceso a sus cuentas. Pero deseaba que ella le dedicara más tiempo; en cambio, Estíbaliz estaba más interesada en su heladería que en su nuevo amante.

Una noche, después de hacer el amor, tuvieron una fuerte discusión. Estíbaliz no lo pensó dos veces: fue por la pistola y le disparó mientras él estaba indefenso en la cama. Era una noche de 2010. Repitió entonces la rutina: llevó el cuerpo al mismo baño, tomó la misma sierra eléctrica y cortó de una mejor manera.

Usó otra vez cubos de helado vacíos. Como no tenía cemento, decidió guardar los trozos en uno de los refrigeradores del sótano. Pero no cupo todo el cadáver, así que otra parte la dejó allí, cubierta de arena para gato, que ayudó a disimular un poco el olor de la putrefacción.



La casa de Manfred Hinterberger


Esta vez, a las preguntas de la familia respondió con llantos: dijo que Hinterberger la había abandonado y se había marchado a Tailandia. “¿Por qué lo hizo, si yo lo amaba?”, gemía. Pero al poco tiempo conoció a Roland, un austríaco que se convirtió en su amante. Esta vez, Estíbaliz quedó embarazada.

El lunes 6 de junio de 2011, unos obreros que realizaban obras de albañilería en una peluquería colindante con su heladería, entraron en el sótano de ésta para acceder al desagüe del edificio. Un persistente olor a putrefacción mezclado con el desodorante de la arena para gatos, los llevó a buscar el origen del hedor.

El sótano



Encontraron un cuerpo descuartizado y una cabeza dentro de dos congeladores, dos rifles con mira telescópica, una bolsa de mujer con una pistola Beretta y una libreta con anotaciones en español. “Entonces se hizo más intenso ese hedor. Y llamamos a la policía”, declararía Erkan Köksal, dueño del salón de belleza.




El peluquero dijo a la policía que los trabajadores entraron al sótano porque buscaban un tubo de la cañería. Incluso él mismo trató de averiguar a qué vecino pertenecía ese lugar, ya que el desagüe general del edificio está en su interior y tenían necesariamente que acceder a él. Según su relato, Estíbaliz sabía que estaban trabajando. “Vino por lo menos tres o cuatro veces a ver dónde íbamos en el sótano”.




Tras la llamada del estilista, la policía realizó una inspección. Los agentes encontraron en el interior de una pequeña bodega los restos de dos cadáveres descuartizados: uno completo y una cabeza sin cuerpo, incrustados en dos congeladores llenos de cemento. Los cuerpos fueron recogidos y trasladados por forenses de la policía vienesa, quienes supuestamente también encontraron el pasaporte mexicano de Estíbaliz.




Al día siguiente, cuando Estíbaliz fue a su negocio, su vecino le contó el hallazgo y le dijo que la policía estaba investigando; la joven se puso muy nerviosa. Cerró su heladería y colocó un letrero en la puerta: “Cerrado temporalmente”.


Habitualmente era una persona muy simpática, muy agradable con todo el mundo. Sin embargo, ese martes al salir de la nevería estaba temblando y tenía una cara que mostraba un gran nerviosismo. Nunca la había visto con esa expresión en la cara. Estaba temblorosa. Ese día no era la persona que había conocido hasta entonces (...) Salió de la heladería. Cruzó el paso de peatones, se fue a la parada de autobús. Telefoneó y se marchó. Desde entonces no la he vuelto a ver”, relató el nueve de junio el peluquero Köksal.



Desde la parada del autobús, Estíbaliz emprendió la fuga. Tomó un taxi que la llevó a vaciar su cuenta bancaria; después fue a comprar un boleto de avión con destino a París. Pero nunca lo utilizó. La policía austriaca, que ya la esperaba en el aeropuerto al enterarse de la compra del boleto, le perdió la pista.

Para no ser localizada evitó usar su teléfono celular, abordando en Viena un taxi hacia el norte de Italia, hasta llegar a la localidad de Cavazzo Carnico. De ahí se trasladó seis kilómetros más a Tolmezzo, donde se alojó en un hotel reservado por dos noches por el taxista que la había llevado.

La entrada al edificio


Ese mismo taxista, al ver la imagen de su clienta publicada en los medios, informó a la policía que él había trasladado a Estíbaliz a Tolmezzo. Sin embargo, la chica sólo paso una sola noche allí y al día siguiente tomó un tren a Udine, ubicado a cincuenta y un kilómetros, donde conoció a Iván Riu, un artista callejero que ofreció ayudarla al verla con lágrimas en los ojos sentada en una cafetería.



“Ella me aseguró que tenía problemas con su pareja, dijo que era muy violenta”, declararía Iván más adelante a la policía italiana. Para entonces, la prensa bautizó a Estíbaliz con varios nombres, entre los que destacaban “El Ángel de Hielo”, “Esti, la Heladera Asesina” y sobre todo uno con el cual el diario sensacionalistaÖsterreich la nombró y con el que pasaría a la historia criminal: “La Baronesa de Hielo”.



Los titulares


Aún con helado en su interior, los congeladores siguieron trabajando. Sillas y mesas de colores permanecieron ordenadas, el menú y una máquina registradora al fondo. Afuera, unas cadenas aseguraban las mesas, sillas y sombrillas instaladas en una terraza rodeada por árboles.



A pesar del hallazgo, ni el lunes ni el martes la policía emitió ninguna orden de arresto en contra de ella. Fue hasta el miércoles ocho de junio cuando se emitió una orden de búsqueda y captura de la chica. Para entonces, Estíbaliz ya había huido de Austria.



La policía en la heladería


Durante dos días, Estíbaliz e Iván vivieron en el departamento del joven en Udine. Ella se quedó en el sofá y él en su cama. “La Baronesa de Hielo” lo ayudó con la limpieza, las compras y la cocina.



Las investigaciones






Pero Iván reconoció a su nueva compañera de vivienda gracias a una nota periodística. En ese momento Riu le dijo a la chica que debía marcharse, pues sabía que era una fugitiva. Luego se dirigió a la estación de policía y la delató. Pero Estíbaliz no se marchó; fue detenida en el departamento sin oponer resistencia.



El arresto



Tras su detención el viernes 10 de junio, Estíbaliz aceptó la autoría de ambos crímenes; en un interrogatorio llevado a cabo en la estación de la policía local, ella confesó que el primer asesinato lo había cometido en 2008 y el segundo en 2010, y que en ambos casos descuartizó los cuerpos con una sierra eléctrica antes de llevarlos al sótano. También declaró haberles disparado a sus víctimas en la cabeza.



Entonces “Esti”, como la llamaban sus amigos, se derrumbó y comenzó a llorar. Durante el interrogatorio justificó sus actos por las “relaciones difíciles” con ambos hombres, que le causaban “accesos de furia”. Dijo que actuó motivada por“problemas familiares”, ya que había sufrido maltratos físicos y psicológicos por parte de las víctimas. Su madre viajó a Trieste y pudo visitar a su hija, pero a Roland, el novio de la joven y padre de su hijo, no le permitieron la entrada.





La cónsul de México en Italia, Rita Vargas, quien se desplazó a la cárcel femenina de Trieste, al norte de Italia, para ofrecerle protección y asistencia consular, tal y como establece la ley, declararía a los medios que Estíbaliz estaba “tranquila aunque muy deprimida”. Para entonces, su situación legal iba cada vez peor: se enfrentaba a una pena de entre veinte años de prisión y cadena perpetua. La consul relató que el encuentro con Estíbaliz duró media hora y que la joven en términos generales “tenía buen aspecto”, aunque reconoció estar muy deprimida. La diplomática mexicana contó que la reunión se llevó a cabo en una oficina especial y que Carranza llevaba un jersey blanco y rosa. El embarazo no era notorio, según la consul.




Estíbaliz, poseedora de la doble nacionalidad mexicana y española, prefirió acogerse a la jurisdicción española, puesto que estaba en territorio europeo. La embajada española en Italia decidió hacerse cargo de ella. Emilio Fernández Castaño, cónsul de España en Roma, confirmó que se pusieron en contacto con ella, pero que no necesitaba ayuda consular.




Para entonces, tenía tres abogados: uno austriaco, uno italiano y uno alemán. Dos de sus abogados, Arthur Machac y Heinz-Dietmar Schimanko, anunciaron que declararían ilegal la confesión de Estíbaliz, porque se hizo sin la presencia de un abogado, y que actuarían judicialmente contra varios medios de información austriacos por el trato que le dieron al caso.



“Los derechos de nuestra cliente fueron gravemente violados. Hay una cacería de brujas y se dice que entierra en cemento a sus amantes, cuando apenas han comenzado las investigaciones policiales. El verdadero problema es la capacidad que tienen estos medios para influir en la opinión pública de Austria. Esto se podría ver reflejado en la Corte, donde el jurado está compuesto de gente común y corriente, completamente influenciables”.



Pese a su estado de gravidez, la sentencia podría oscilar entre veinte años y cadena perpetua, aunque sólo cumpliría quince, ya que ésa es la pena máxima en Austria. Sin embargo, Estíbaliz Carranza “La Baronesa de Hielo”, consiguió grabar con letras heladas su nombre en la historia criminal austríaca.


Fuente: Escrito con sangre.

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