sábado, 22 de noviembre de 2014

Beatriz Pagés - La orden es clara: ¡linchar!

Este editorial tal vez debió estar dedicado a la carta publicada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas sobre la crisis del Partido de la Revolución Democrática. Sin embargo, la intolerancia —por decir lo menos— con que fue recibido el editorial pasado, me hizo ver, con más claridad, que las libertades en México están en riesgo.
¡Vaya paradoja! Los primeros que se envuelven en la bandera de la democracia, los primeros que han hecho de la defensa de la libertad de expresión una causa de vida, los primeros que denuncian prácticas y discursos autoritarios son los que hoy utilizan los medios de comunicación, especialmente las redes sociales, para acosar, amenazar y difamar a quienes no coinciden con SU VERDAD.

La desaparición y probable homicidio de los 43 normalistas de Ayotzinapa merece que se haga justicia, y mucho más que justicia. Pero, lo que no merecen los padres de familia de esos jóvenes —y lo que tampoco merecen los mexicanos, ni el país mismo— es que esa posible masacre, perpetrada, urdida con ayuda del crimen organizado, termine por servir a los intereses desestabilizadores del crimen mismo.








Decir que las libertades en México están en riesgo tiene su fundamento. Las expresiones de protesta más violentas de los últimos tiempos, sean físicas o verbales, tienen una peculiaridad: responden a una estrategia utilizada por el fascismo donde lo primero consiste en crear miedo y zozobra; lo segundo, descalificar al adversario para dejarlo paralizado, y lo tercero es provocar su aniquilación.
Existe la intención de que quienes escriben o hablan con libertad dejen de hacerlo. Existe el interés de instaurar un régimen de miedo para que sólo fluya e impere la verdad de unos. Existe el evidente interés de convertir a cada mexicano en un sujeto enajenado, sometido —como en el estalinismo— a una doctrina.
Alguien quiere llevar México ya no sólo a la desestabilización sino a una dictadura, pero para lograrlo, primero se tiene que dejar sin iniciativa, sin voluntad, lo mismo al gobierno que a la sociedad.
Ése es el objetivo que hoy tienen las campañas organizadas a través de las redes sociales y de otros espacios.
Lo que más duele al autoritarismo es que se le desenmascare. Sobre todo, cuando gusta vestirse de demócrata.
Repito aquí lo que varios líderes sociales han dicho: Después de Iguala, México ya no es, ni debe, ni puede ser el mismo. Esta crisis, sin duda moral, política y de justicia, no podrá resolverse a partir de reglas, políticas, métodos o prácticas tradicionales.
Y esto es algo que tenemos que entender todos. Todos sin excepción. Los más de 50 millones de pobres que existen en el país —la mayor parte de ellos jóvenes— son la savia de la cual hoy se nutre el crimen y las agrupaciones políticas más violentas.
Ahí, en ese mar de injusticia, es donde tendrá que darse, a partir de un pacto nacional, un golpe de timón.
Golpe de timón en la toma de decisiones. En la conducta de las autoridades. No un golpe de Estado, como algunos quieren. Y lo quieren no para beneficiar a México, sino para beneficiarse ellos mismos. Para instaurarse, al margen de cualquier procedimiento legítimo, en el poder.
¡Qué curioso! La revista Siempre! ha tenido muchas veces que utilizar este espacio no sólo para defenderse de la censura oficial, sino para defender a otros colegas periodistas de la persecución.
Hoy , sin embargo, quienes persiguen, quienes censuran, quienes prohíben la libertad de pensamiento, el disenso, forman parte de algunos medios de comunicación y los utilizan para acatar la orden de quienes tienen urgencia de crear caos. La orden es clara: ¡linchar!




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