viernes, 6 de marzo de 2015

Ciro Gómez Leyva - El regreso de la primera dama Angélica Rivera

Aprovecho la gira a Londres y Escocia para hablar de la fatalidad. De cómo sortear la fatalidad.

A finales de enero, en Los Pinos se tenía la confianza de que lo peor de la crisis de imagen había pasado. La caída en los índices de aprobación del presidente Peña Nieto se detuvo ligeramente arriba de 30 por ciento. Asumiendo que no bajarían más, se diseñó una, llamémosla así, estrategia del regreso.

Febrero fue un mes de razonable tranquilidad en cuanto a la imagen presidencial y marzo abría con una oportunidad para recuperar terreno: el viaje al Reino Unido, con sus palacios de Buckingham, carruajes, fracs, Financial Times, lores, primeros ministros, reinas y estrellas. Big time, good show. Un banquete de sensaciones y percepciones.






Raymundo Riva Palacio - 50 millones por una imagen

N o pasó de-sapercibido, pero ante tanto ruido, se perdió en lo farragoso de los boletines de prensa y la falta de una presentación en forma, la importancia de la captura de Abigaíl González Valencia el pasado 28 de febrero. El comunicado que distribuyó la Marina dedicó sólo 338 palabras a su detención, con detalles generales de la operación conjunta con la Policía Federal y la PGR. González Valencia fue detenido en Puerto Vallarta junto con un mexicano, dos colombianos y un venezolano, identificado como el “principal operador financiero” del ‘Cártel Jalisco Nueva Generación’. En realidad era mucho más que eso. Es el jefe de esa organización, donde su temido líder, Nemesio Oseguera Cárdenas, ‘El Mencho’, es su lugarteniente.

González Valencia llevaba a ese cártel rumbo a convertirlo en la principal organización criminal en México, por encima del ‘Cártel del Pacífico’ que encabezan sus antiguos socios, y en la coyuntura que creó la desarticulación de ‘Los Caballeros Templarios’ y la debilidad de ‘Los Zetas’. ‘El Cuini’, como lo apodan, se manejaba como los viejos barones de las drogas, con discreción absoluta. La necesidad de mantener su cara desconocida, lo llevó a ofrecer a quienes lo detuvieron 50 millones de pesos, sólo para que no lo presentaran en televisión. Las razones para que no hubiera presentación se desconocen, salvo que ese evento fue saboteado porque la noticia de su captura fue filtrada en Puerto Vallarta antes que se informara oficialmente sobre la captura.





Naguib Mahfuz - El traje del prisionero

Naguib Mahfuz

El traje del prisionero

El Buche, el cerillero, llegaba antes que nadie a la estación de al-Zagazig cuando iba a pasar el tren. Recorría los andenes incomparablemente ligero, ojeando a los clientes con sus ojos pequeños y expertos. Si alguien hubiese preguntado al Buche por su trabajo, el Buche habría echado pestes de él. Porque el Buche, como la mayoría de la gente, estaba harto de su vida, descontento con su suerte. Si hubiese sido dueño de elegir, hubiera preferido ser chofer de algún rico y vestir ropa de effendi y comer lo mismo que el bey y acompañarle a sitios selectos en todo tiempo, una manera de ganarse la vida que parecía diversión, placer. Tenía además otros motivos particulares y razones sutiles para desear un trabajo como aquel; lo deseaba desde un día en que vio cómo el Fino, el chofer de uno de los Importantes, paraba a la Nabawiyya, la criada del comisario, y la requebraba, descarado y seguro. Incluso, una vez, oyó que le decía frotándose las manos satisfecho: “Pronto vendré con el anillo…” Y vio que la joven sonreía con arrumaco mientras levantaba el borde de la milaya como si lo estuviese arreglando (lo que quería es que se viera su pelo negrísimo y abrillantinado). Vio aquello y el corazón se le inflamó y los celos lo mordieron dolorosamente; los ojos de ella eran sus dolores y sus enfermedades. La siguió a poca distancia y en una calleja le salió al paso aquí y allí e hizo volver a sus oídos lo que le había dicho el Fino: “Pronto vendré con el anillo”. Pero ella torció la cabeza, frunció la frente y dijo desdeñosa: “Mejor cómprate unos zuecos”. Y él se miró los pies como si fueran una sima de significados misteriosos, su galabeyya sucia, su taqiyya mugrienta y se dijo: “Éste es el motivo de mi miseria y el ocaso de mi estrella”, y envidió al Fino, su trabajo y su suerte… Sólo que estas esperanzas, en lugar de apartarle de su oficio le hacían enfrascarse en él con mayor afán y satisfacer sus esperanzas con sueños.