miércoles, 14 de septiembre de 2016

Lizzie Wade - Experimentos de quema de cuerpos siembran dudas sobre la suerte de los estudiantes mexicanos desaparecidos

En septiembre de 2014, 43 estudiantes universitarios desaparecieron en el estado de Guerrero, en el sur de México. El Gobierno mexicano sostuvo que un cartel de narcotráfico asesinó a los estudiantes y quemó los cuerpos en un basurero. Sin embargo, los investigadores forenses y diversos grupos de derechos humanos plantearon ciertas dudas, mostrando incongruencias en las pruebas y en una investigación federal que, a su criterio, no cumplió con las normas internacionales. Ahora, un renombrado científico experto en materia de incendios afirma que sus experimentos más recientes descartan de manera definitiva la explicación del Gobierno.

Mediante el uso de cadáveres de cerdos en sustitución de cuerpos humanos, José Torero, un experto en incendios de la Universidad de Queensland, Santa Lucía, en Brisbane, Australia, incineró hasta cuatro cerdos a la vez y determinó que la hoguera necesaria para consumir unos 43 cuerpos no podría haber ardido en el basurero. «José sabe lo que dice», afirma John Lentini, investigador independiente experto en materia de incendios de Islamorada, Florida, que no participó en la investigación aunque formó parte de otros casos de alto perfil. «No tiene sentido que pueda hacerse desaparecer a 43 personas de esa manera.»










Según afirma Francisco Cox Vidal, abogado y miembro del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington DC para examinar la desaparición y analizar la investigación oficial, los experimentos de Torero son un elemento más para confirmar que la llamada ‘verdad histórica’ (frase con que un ex Procurador General denominó la teoría del Gobierno acerca de este crimen) es imposible. Eber Betanzos Torres, Subprocurador de Derechos Humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad, no respondió a las solicitudes de comentarios.




Los estudiantes desaparecidos asistían a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, cerca de Tixtla, Guerrero. El 26 de septiembre, un grupo más numeroso de estudiantes de Ayotzinapa secuestraron varios autobuses comerciales para viajar a una manifestación en la Ciudad de México, una práctica común en la escuela políticamente activa. Según la declaración de los miembros del cartel Guerreros Unidos, estos sicarios, incitados por la policía local, emboscaron a los estudiantes y posiblemente los confundieron con miembros de un cartel rival. Algunos estudiantes fueron asesinados con armas de fuego, otros escaparon y 43 fueron secuestrados y, según se afirma, ejecutados. Los miembros del cartel indicaron que incineraron los cuerpos en un basurero municipal, en las afueras del pueblo de Cocula. Seis semanas más tarde, los investigadores federales manifestaron que encontraron bolsas con restos humanos, convertidos en cenizas, tanto en el basurero y como en un río cercano.

Las cenizas se enviaron al laboratorio de la Universidad de Innsbruck, en Austria. Casi toda la materia orgánica de las cenizas había desaparecido, pero finalmente en el laboratorio lograron recuperar el ADN de dos estudiantes desaparecidos en los restos extraídos del río. En abril de 2016, desde el laboratorio afirmaron que no fue posible vincular a ninguno de los otros 41 estudiantes desaparecidos con los restos, ni con muestras de cabello ni vestimenta recuperadas en el basurero.

Desde el inicio, la reconstrucción de los eventos llevada a cabo por la Procuraduría General de la República (PGR) de México estuvo plagada de dudas. Ciertos hechos básicos, como la cantidad de autobuses secuestrados, difieren de los informes oficiales y los propios de los estudiantes que lograron escapar. (Según las teorías del GIEI, uno de los autobuses secuestrados pudo haber sido utilizado para transportar drogas, algo desconocido por los estudiantes.) Un grupo a cargo de supervisar la investigación en representación de los familiares de las víctimas cuestionó la procedencia y la cadena de custodia de las bolsas de cenizas. Los grupos de derechos humanos también sospechan que las confesiones de los miembros del cartel hayan sido obtenidas mediante tortura. Envuelto en críticas internacionales, el Gobierno de México aceptó que el GIEI iniciara una investigación.

José Torero, fire scientist at the University of Queensland, St. Lucia
De esta forma, el grupo de expertos convocó a Torero. Nacido en Perú y formado en la Universidad de California, Berkeley, Torero investigó varios incendios de alto perfil, incluidos aquellos que provocaron el derrumbe de las Torres Gemelas. Los miembros del cartel declararon que incineraron los cuerpos en una pira de madera y neumáticos al aire libre. Según las estimaciones de Torero, para incinerar por completo 43 cuerpos de la manera descrita por los miembros del cartel hubiera sido necesario apilar entre 20,000 y 40,000 kilogramos de madera. Además, el científico puso en duda que fuera posible eliminar casi por completo la materia orgánica de los restos con un incendio a fuego abierto, en lugar de hacerlo en un horno. Y cuando visitó el basurero de Cocula en julio de 2015, Torero no advirtió evidencias de un incendio masivo. Finalmente, llegó a la conclusión de que no existen posibilidades de que los estudiantes hubieran sido incinerados allí.

En un informe emitido el 8 de junio, la PGR solicitó una verificación experimental. Torero asumió de forma independiente este desafío. Con una docena de estudiantes, simularon las supuestas piras de Cocula en un terreno del campus de Gatton en su universidad. Utilizaron madera completamente seca, apilada de forma precisa y dejaron de lado los neumáticos, que podrían haber reducido la eficiencia del fuego. Según Torero, la recreación experimental fue «el escenario ideal».

Su equipo incineró sistemáticamente cuerpos de cerdos. Incluso utilizando 630 kg de madera para un único cerdo de 70 kg, todavía se advirtió la presencia de un 10 % de la carne del cerdo después de que el fuego se consumiera, informó Torero a Science. Por tanto, para incinerar 43 cuerpos de un tamaño similar se hubieran necesitado más de 27,000 kg de madera, y aún en tal caso, tras el incendio habría subsistido cierta materia orgánica. Incluso en el supuesto caso de que el cartel hubiera sido capaz de conseguir toda esa cantidad de madera, las intensas llamas deberían haber dejado marcas en el tronco de los árboles cercanos, afirma Torero. Cuando el científico visitó el basurero 10 meses después de las desapariciones, no observó ningún tipo de marcas.

Torero también quemó hasta cuatro cuerpos de cerdos al mismo tiempo a fin de determinar si la grasa corporal podría haber servido como combustible para el fuego, facilitando la incineración total. Sin embargo, los investigadores advirtieron que cada vez que se agregaba un cuerpo, la intensidad del fuego disminuía. Por lo tanto, para quemar 43 cuerpos juntos se hubiera necesitado una cantidad mucho mayor de madera que si se los hubiera quemado por separado. «Los cuerpos tienen un gran porcentaje de agua», afirma Lentini. «No son un buen combustible.»

Durante el otoño, Torero tiene pensado someter sus hallazgos a una revisión por parte de sus colegas. Entretanto, espera que sus experimentos alienten a los investigadores de este siniestro caso a dar un paso más allá de Cocula. Además, el investigador afirma que hay que dejar de buscar en el basurero porque ahí no se encuentra la verdad de los hechos.



Leído en  http://www.sciencemag.org/news/2016/09/experimentos-de-quema-de-cuerpos-siembran-dudas-sobre-la-suerte-de-los-estudiantes



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