La Ciudad de México está secretamente determinada por un espacio un tanto al margen de las casas, una suerte de traspatio o azotea intermedia, un remanso entre un piso y otro: la definitiva zotehuela.
Normalmente, ahí está el calentador de agua, y en otros tiempos estuvo el bóiler, alimentado de aserrín. Suele incluir un fregadero, a veces un tanque de gas, algunos triques, acaso una mascota demasiado molesta para que viva en las habitaciones.
No llega a ser la azotea principal, donde se alza la antena de televisión.
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