Para el Gobierno de Enrique Peña Nieto, la opinión pública es como la carabina de Ambrosio: un objeto inútil. Algo que se puede ignorar. Algo que no sirve excepto a la hora en la cual hay que convencerla de votar. Y tan es así que el Presidente designa a un delincuente para prevenir el delito. Nombra a Arturo Escobar, exvocero del Partido Verde, como subsecretario de Gobernación, encargado de prevenir el crimen y promover la participación ciudadana. Ignorando la trayectoria maloliente de un marrullero. Ignorando la hoja de vida de alguien que se ha dedicado a violar la letra y el espíritu de la ley. Pero eso no importa. Lo que a Peña Nieto le preocupa no es nombrar a un funcionario eficaz, sino premiar a un operador obediente.
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