Ha sido entretenido discutir sobre los méritos del trabajo periodístico de un actor, divertirnos con los coqueteos de un bandido y las tonterías de una actriz. Durante una semana hemos visto la tragedia mexicana como pasatiempo, una telenovela. Los personajes son tan caricaturescos, el libreto tan empalagoso, los eventos tan chuscos que tiene tono de melodrama. A decir verdad, este libreto de nuestra realidad no valdría más que para un musical de Parker y Stone. Un capítulo de South Park, quizá. Un actor piensa salvar al mundo hablando de sus pedos (literalmente). Mientras se mira en el espejo y habla de sí mismo, saluda al criminal culpable de miles de muertes como el verdadero presidente de México. Le consuela saber que sus homicidios son simples decisiones empresariales.
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