Donald Trump no ha puesto aún a prueba la lealtad de sus seguidores con el experimento que sugería hace unos días. No ha matado a nadie en la Quinta Avenida para verificar que todos sus fieles siguen de su lado. Ha continuado, sin embargo, desafiando la tradición y hasta la lógica de las campañas electorales en Estados Unidos. El jueves pasado se dio el lujo de desairar a la cadena Fox por el simple hecho de que no le gustan las preguntas de una periodista. A la entrevistadora la ha agredido públicamente en todos los tonos imaginables. Amenazó a la televisora: si no eliminan a la periodista, no iré al debate. La cadena ultraconservadora se rehusó al chantaje y el millonario dejó su silla vacía.
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