Su filosofía tiene en México muchos admiradores. Sus publicistas nos dicen que la desigualdad no es un problema. No hay que resignarse a vivir con ella, hay que recibirla con gusto. La desigualdad es un premio al talento y la creatividad: la justicia económica en acción. No hay vicio alguno en la concentración de la riqueza, dicen. Por eso debemos ver con alegría y sin rencor la recompensa que reciben los campeones del mercado. Se trata del trofeo que merece su esfuerzo, su imaginación, su arrojo. Los reparos a la desigualdad son expresiones de la envidia que sirven solamente para alimentar burócratas.
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