Por: Alejandro Calvillo - abril 16 de 2013
Los acuerdos firmados por Nestlé y PepsiCo con Sedesol para ser parte de la Cruzada Nacional contra el Hambre parecen ser una adaptación contemporánea de Un mundo feliz de Aldoux Huxley o 1984 de George Orwell donde los poderes instituidos actúan fuera de toda lógica e, incluso, en contra de ella.
Mientras mueren alrededor de 10 mil personas al año por hambre en el país, otras 90 mil mueren por diabetes. El Estado, al parecer, quiere ver estos dos flagelos como independientes, como expresiones de problematicas diferentes. Sin embargo, no es así, en la mayor parte de los casos.
En una misma familia pobre es común encontrar las dos expresiones de la malnutrición: desnutrición y obesidad. Si el gobierno de EPN hubiera querido enfrentar esta situación de manera seria, con base en la evidencia científica, no hubiera lanzado una Cruzada contra el Hambre sino una Campaña Nacional contra la Malnutrición. Esa campaña tan urgente en México tendría que estar dirigida a enfrentar el deterioro de los hábitos alimentarios entre los mexicanos; enfrentar, de manera decidida, el alto consumo de comida chatarra y refrescos y recuperar la dieta tradicional mesoamericana, considerada como una de las mejores del mundo.
Enfocarse en recuperar la producción y consumo de frijol y amaranto, de frutas y verduras y establecer las condiciones para que la población se rehidrate con agua y no con refrescos y bebidas azucaradas. Existe suficiente evidencia para demostrar que una gran parte de la desnutrición y la anemia en el país está relacionada con el alto consumo de comida chatarra y refrescos. En la experiencia de nuestra asociación,
El Poder del Consumidor, hemos documentado cómo en una escuela de una comunidad rural de alta marginación de nuestro país donde los niños presentaban claras manifestaciones de desnutrición, bastó sacar la comida chatarra de la escuela y sustituirla por un almuerzo elaborado por los propios estudiantes con alimentos de la región, en su mayoría, para que en seis meses desparecieran las manifestaciones de desnutrición. No sólo mejoró la salud de los estudiantes, también se quedaron los recursos gastados antes en la chatarra en la propia comunidad. Algo que mantiene en la pobreza a las comunidades es la extracción de sus muy pocos recursos económicos por parte de las empresas de la comida chatarra.
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