Por Jacobo Zabludovsky opinion@informador.com.mx
Malo registrar dos crímenes incalificables en México en una sola semana. Peor, no ubicarlos en los encabezados principales de primera plana en ningún periódico de la República.
Relegar las dos noticias a un par de columnas y en páginas interiores no fue culpa de la prensa sino de una realidad dramática: la frecuencia sin precedentes (esta dos palabras se han usado en las notas rojas recientes con más frecuencia que en ninguna otra época de nuestra historia) de delitos incalificables por su crueldad y el alto número de víctimas.
El 25 de enero, en Sabinas Hidalgo, Nuevo León, son secuestrados y asesinados los 18 músicos y técnicos de la orquesta Kombo Colombia, después de actuar en una fiesta privada. El único sobreviviente, salvado quien sabe cómo, dirige a la Policía hacia el pozo donde arrojaron los cuerpos. El rescate fue difícil por lo angosto del hoyo; los cadáveres mostraban orificios de bala en la cabeza. Hasta el momento de escribir esta columna nada se ha sabido de los asesinos y menos de sus motivos. Toda una orquesta masacrada. Para Ripley. O para algún autor de novelas de terror, aunque nadie les creería.