El ejército está restaurando el orden y una sensación de seguridad en dos pueblos de Tamaulipas, que alguna vez estuvieron plagados por la violencia de los cárteles de la droga.
En una de las ciudades, se presume que miembros de Los Zetas asesinaron a más de 250 personas en un período de ocho meses. En la otra, el violento enfrentamiento entre este grupo del crimen organizado y un cártel rival hizo que miles de habitantes huyeran atemorizados.
Muchos habitantes de San Fernando, una localidad agrícola, estaban nerviosos tras el asesinato en masa de 72 trabajadores itinerantes en una finca en agosto de 2010 a lo que siguió ocho meses más tarde el descubrimiento de 193 cuerpos en tumbas de poca profundidad.
En Ciudad Mier, la escena en los últimos años de los enfrentamientos casi constantes entre los cárteles de Los Zetas y del Golfo, unas dos mil personas –casi un tercio de la población– huyeron hacia fines de 2010, estiman las autoridades.
Ambas localidades están resurgiendo, gracias a la contundente respuesta militar ordenada por el presidente Felipe Calderón.
En San Fernando, muchos temían dejar sus casas aún antes de los asesinatos en masa y el descubrimiento de las tumbas, dijo el Padre Hilario del Pozo Noyola, un sacerdote católico que llegó al pueblo en julio de 2010.
"Cuando llegué, se podía percibir un ambiente de tensión social, la gente estaba asustada y se solían ver grupos de hombres armados que merodeaban el pueblo", relató el padre Noyola. "Estos hombres armados solo causaban problemas a la comunidad, porque la gente estaba asustada y por culpa de ellos tuvimos que realizar muchos cambios, incluso en los horarios de la misa. Todos querían que las misas, los bautismos y demás ceremonias se realizaran por la mañana temprano". Los feligreses querían ir a la iglesia y regresar a casa antes que los hombres armados tomaran las callle, añadió.
Los Zetas apuntan a los trabajadores itinerantes
Las cosas empeoraron tras el asesinato en masa y el descubrimiento de las tumbas. Las autoridades dijeron que Los Zetas eran responsables de las muertes. Las víctimas de los asesinatos en masa –58 hombres y 14 mujeres– eran trabajadores itinerantes que se dirigían a Estados Unidos. Asimismo, se dijo que muchos fueron asesinados porque Los Zetas exigían dinero mediante extorsión, que los trabajadores se negaron a entregar. Algunas de las víctimas probablemente fueran asesinadas porque Los Zetas creyeron que habían sido reclutados por el cartel rival del Golfo.
Muchas de las víctimas encontradas en las tumbas en abril de 2011 también eran trabajadores itinerantes. Las autoridades dijeron que fueron bajados del autobús por Los Zetas y asesinados por las mismas razones por las que habían matado a las víctimas de la finca.
"Cuando se produjeron estos actos condenables y las autoridades encontraron las tumbas clandestinas donde fueron enterrados los trabajadores, San Fernando fue lanzado a los medios de comunicación y el pueblo se estigmatizó", relató el sacerdote. "La comunidad local fue herida profundamente por el accionar salvaje de unos pocos que ni siquiera eran de aquí, y que habían venido solamente para generar el caos".
San Fernando está ubicada junto a la única autopista que conecta Ciudad Victoria, la capital del estado, con Matamoros y Reynosa. La autopista es una ruta importante de narcotráfico para Los Zetas, se informó oficialmente.
Aproximadamente un mes después del descubrimiento de las tumbas masivas, en mayo de 2011, el presidente envió un contingente de 200 marinos a San Feranando para restaurar el orden. En los meses sucesivos, se sumaron soldados del ejército y efectivos de la policía federal. Más de 600 soldados y policías están apostados en la base de San Fernando y su misión es combatir el crimen organizado, realizar patrullajes y recopilar datos de inteligencia.
Sacerdote resuelto: el padre Hilario del Pozo Noyola ayuda a las víctimas de Los Zetas en San Fernando. [Foto: Deysy Ríos]
La presencia militar ha restaurado una sensación de seguridad en San Fernando, explicó Noyola. "Ahora la seguridad que se percibe se hace evidente en el hecho de que nuestra parroquia está comenzando a recuperarse. En algunas de nuestras celebraciones se reunieron hasta 1500 personas", precisó. "Después de julio de 2011, las autoridades federales dieron a conocer su presencia con el arribo de una gran cantidad de soldados, marinos y agentes federales para recuperar la ciudad y restablecer la paz. Ahora que están aquí y patrullan regularmente la zona, nuevamente estamos en paz".
El ejército restablece el orden en Ciudad Mier
Hacia fines de 2010, Ciudad Mier, un pueblo conocido por sus encantos de pequeña aldaea sufrió el éxodo masivo de sus temerososos habitantes, en tanto que los miembros de Los Zetas y de su rival, el cartel del Golfo, luchaban con armas de alto calibre en las calles de la ciudad. Muchos de los que se fueron buscaron refugio en comunidades vecinas. Algunos se marcharon a Estados Unidos. Unos dos mil habitantes, de un total de ocho mil que vivían allí antes que se desatara la violencia, abandonaron la ciudad, según estimaciones oficiales.
Aproximadamente 500 de los que abandonaron el pueblo encontraron un refugio seguro en el Club de Leones de Miguel Alemán.
"Nos fuimos porque era muy feo", manifestó una anciana en el centro de la ciuadd, que pidió no ser identificada para proteger su seguridad. "Dejamos todo atrás. El miedo nos hizo empacar y marcharnos. No quedó nada, todas las tiendas estaban cerradas, todo anduvo mal. Soy una persona mayor, entonces mi hijos tuvieron que venir por mí".
Hacia fines de octubre, más de 650 soldados del ejército fueron enviados a Ciudad Mier para restablecer el orden. Los soldados reinstauraron la paz rápidamente, y más de dos tercios de los que habían abandonado el lugar regresaron a Ciudad Mier, informó Calderón.
"Ante esta situación, el Gobierno no podía permanecer cruzado de brazos", dijo Calderón durante la inauguración del nuevo fuerte en Ciudad Mier, en deciembre. El ejército "poco a poco está ayudando a la gente de Ciudad Mier y de todo Tamaulipas a recuperar la tranquilidad que les había sido robada por los criminales".
No dio tregua al poder. No hizo concesión alguna con los poderosos. Guiado por sus convicciones, acudió adonde fue requerido para tratar de impedir injusticias y ayudar a construir un país libre y democrático. Luis Javier Garrido fue, sin desmayo alguno, hasta el final de sus días, un intelectual público comprometido con la crítica al príncipe.
Profesor universitario, hombre culto, amante de las letras y la música, lector y aficionado al cine, dueño de una voluminosa biblioteca y una espectacular videoteca, autor de dos libros claves sobre la vida política de México relativos al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la Corriente Democrática, Luis Javier hizo política en favor de las mejores causas a través del periodismo.
Sus artículos semanales en La Jornada, organizados invariablemente en forma de 10 tesis, son un ejemplo vivo de, como dijo Genaro Carnero Checa sobre la trayectoria periodística de José Carlos Mariátegui, acción escrita. Garrido hizo del periodismo un ejercicio vivo. Su palabra desbordaba calidad histórica.Sus artículos eran una breve pero profunda disección de la realidad política nacional. En ellos reconstruyó la vida de un tiempo, e incidió en esa vida. Siempre enterado, dotado de una pluma ágil, escribió sus pequeños ensayos con un lenguaje eficaz, particular, alejado de las abstracciones bizantinas y escolásticas.
Sus análisis se convirtieron en parte del sentido común de una amplia franja de la izquierda mexicana. Él construyó una forma de entender y explicar la realidad política nacional que tuvo gran influencia, no porque fuera citado con frecuencia, sino porque pasó a formar parte de la visión del mundo del campo nacional-popular. Anticipó ideas-fuerza sobre el país que al ser formuladas parecieron estridentes o fuera de foco, pero que con el tiempo fueron aceptadas como verdades evidentes.
Sus críticas provocaban gran escozor en el mundo intelectual. Implacable con el poder y sus amanuenses, enfrentado con la nomenclatura universitaria y la mayoría de los dirigentes de los partidos políticos, pero al mismo tiempo poseedor de credenciales académicas del más alto nivel, enfrentó tanto la descalificación como el vacío de una parte de la República de la Letras. La derecha intelectual lo acusó de xenófobo de izquierda por la aguda radiografía que hizo del hoy difunto Juan Camilo Mouriño, al que bautizó como el aventurero gallego.
Su compromiso con la defensa de la democracia, la soberanía nacional, el petróleo, la causa zapatista, la lucha contra los fraudes electorales de 1988 y 2006, la huelga universitaria de 1999 y un conglomerado variopinto de luchas sociales fue más allá de sus textos periodísticos. Lo mismo asesoró movimientos populares que redactó documentos de análisis de posicionamiento político, que dio conferencias en los más diversos foros.Interesado en desentrañar las claves del altermundismo, asistió como enviado de La Jornada a los foros sociales mundiales en India (2004), Porto Alegre (2005) y Nairobi (2007). Escribía sus reportes con pluma fuente y los enviaba a la redacción del periódico en la ciudad de México vía fax, donde eran capturados para su publicación. A pesar de las dificultades que cualquier periodista tiene para orientarse en esos actos que se desarrollan sin agenda precisa y no llegan a conclusiones, sus notas reprodujeron agudamente la riqueza de los debates y los dilemas que atraviesan el movimiento de movimientos.Sus artículos contenían con frecuencia referencias futboleras. Para explicar la política mexicana citaba a César Luis Menotti y su teoría del achique, que no es una forma de jugar, sino un recurso para recuperar la pelota y reducir al adversario el espacio de juego. También a Helenio Herrera y su explicación del catenaccio como estrategia defensiva que trata de impedir el triunfo del contendiente con todo tipo de obstáculos.Luis Javier consideró al EZLN una lección de dignidad y de heroísmo cívico. Emocionado, narró cómo el 17 de febrero de 1994, durante el estreno de una nueva puesta en escena del Nabucco, de Verdi, al interpretarse el Va, pensiero, sull’ali dorate del coro de los hebreos, una voz anónima gritó, siendo secundada de inmediato “¡Vivan los indígenas! ¡Vivan, los zapatistas!
Cuando su cercanía con el movimiento de López Obrador lo distanció de los rebeldes del sureste mexicano, manejó sus discrepancias con elegancia y prudencia.Crítico implacable de los últimos cinco sexenios, catalogó a la administración de Felipe Calderón como un gobierno de facto y a México como un narcoestado. Según Luis Javier, el significado del fraude de 2006 quedó claro a lo largo de esta administración: lo que se acordó entonces fue que Estados Unidos respaldaría al panista para instalarse en la silla presidencial, a cambio de que el nuevo gobierno le entregara sin reservas el control de los recursos básicos del país. De acuerdo con él, los halcones washingtonianos impusieron a Calderón la estrategia de la seudoguerra contra el narco, a fin de alcanzar estos objetivos.
Pieza fundamental de esta ocupación es el Plan México, que –de acuerdo con el analista– busca instalar por Estados Unidos un más pleno y abierto sistema de dominación, en función de su petróleo y su interés geopolítico. Este plan entraña hacer del país un espacio de las guerras de Estados Unidos. Desde esta lógica –asegura– la lucha contra el narcotráfico es un pretexto para el apoderamiento abierto de las trasnacionales de los recursos estratégicos de México, y el control por Washington del territorio nacional. Lo que existe hoy entre ambos países, gracias a las administraciones panistas, es un pacto de sumisión militar y entrega de soberanía por nuestro país.
Decía Goethe, en una frase que le gustaba citar a José Revueltas: Sólo es digno de la vida libre aquel que pasa sus días en lucha desigual.
Luchador permanente contra el poder y la injusticia, Luis Javier Garrido fue, indiscutiblemente, digno de la vida libre.