domingo, 13 de noviembre de 2011

UPDATE Forista invitado Andrés González UPDATE

Presentamos la segunda parte de la colaboración del tuitero y bloguero Andrés González referente a los Derechos Humanos de delincuentes.



Derechos humanos de delincuentes y las fobias políticas.

En esta segunda parte abordaremos dos páginas distintas donde interactúan personas totalmente distintas, me refiero a la página de You tube y el blog de foroespejo.

En ambas páginas se muestra el mismo video pero por razones lógicas y no tan nobles las reacciones son totalmente distintas, en la página de you tube las reacciones fueron de una parte de la población sin ninguna preferencia política y no es de extrañarse que los comentarios fueran de indignación y repudio contra los delincuentes.
En el blog de Foroespejo, las reacciones fueron más apegadas a defender a los delincuentes, cabe señalar que tampoco es de sorprenderse que los comentarios fueran de gente de izquierda, de gente que simplemente olvido la naturaleza humana.

Esa misma gente ha dicho en muchas ocasiones que los delincuentes son víctimas de la pobreza, sin embargo el forista  atl_coatl comento lo siguiente: “El que se maneja como criminal  es criminal, aunque tenga un uniforme”, y tiene toda la razón, luego entonces ¿Por qué no piensa igual cuando se habla del actuar de narcos?

El forista  José M. Espinoza Tapia escribió: “me gustaría que fueran capturados y metidos en la cárcel para siempre” también tiene toda la razón, pero le pregunto lo siguiente ¿crees que los delincuentes se dejan atrapar sin oponer resistencia y sin querer matar a l@s miembros de las fuerzas armadas? ¿en verdad crees que durante su captura no hay golpes? ¿nuestras fuerzas armadas se deben dejar golpear hasta que el delincuente caiga exhausto de tanto tirar golpes  y pueda ser atrapado?

Cabe señalar que ningún defensor de los derechos humanos de los delincuentes  pudo contestar una simple pregunta que a continuación vuelvo a poner:

¿Si tus familiares fueran los torturados que sentirías y que pedirías?

Y no la contestaron no porque no tuvieran la capacidad de hacerlo, yo me inclino a pensar que no la contestaron porque es una pregunta que los desnuda por completo.

A nuestros amigos de ideología de izquierda les dejo otras preguntas esperando que ahora sí puedan responderlas:

¿Los derechos humanos de los integrantes de las fuerzas armadas valen menos que los derechos humanos de los delincuentes?

¿Los derechos humanos de los integrantes de las fuerzas armadas deben estar supeditados a su condición de servidores públicos?

La política después de Blake por Federico Berrueto

La tragedia ocurrida el pasado viernes debe dar curso a la unidad nacional y a un sentido de futuro compartido por todas las fuerzas políticas. Se debe recomponer la relación del gobierno federal con los partidos y con sus candidatos presidenciales. Y, sobre todo, mantener a raya a los políticos del pasado que buscan expiar su infortunio sembrando discordia al abono del encono.
Severa pérdida para el gobierno y el país el deceso de Francisco Blake. Mejor que nadie cubrió la posición de secretario de Gobernación. Antes pudo ser procurador, pero intereses asociados al PRI, los mismos que promueven en el Senado el gobierno de coalición, dificultaron una designación que debía ser ratificada por ellos. Llegó a conducir la política interior y a coordinar la de seguridad después del accidentado desempeño del abogado Fernando Gómez Mont, uno de los hombres más inteligentes que han estado en Bucareli, quien se distanció de la dirigencia de su partido por las alianzas con el PRD.
Las formas y las acciones de Blake le permitieron al presidente Calderón y a su gobierno sanar heridas y a recuperar el vigor de la dependencia. Las buenas cuentas que tuvo Blake en Baja California se repitieron. Sin ruido ni desplantes llevó la dignidad y el respeto al ministerio a su encargo; habilitado como pocos para transitar el turbulento periodo de la selección del candidato del PAN y el de las elecciones. Un hombre confiable a propios y ajenos, al calderonismo y a sus adversarios, incluso, a los malquerientes del Presidente. Sin duda una severa pérdida para el gobierno y el país.
Con Blake perecieron otros tres funcionarios: el subsecretario Felipe Zamora, José Alfredo García, Diana Miriam Hayton y tres oficiales, los tenientes Felipe Bacio y Pedro Ramón Escobar, y el sargento José Luis Suárez. No hay lugar a las especulaciones ni a las conclusiones precipitadas sobre culpas en encabezados para vender noticia. Corresponde a las autoridades realizar las indagatorias y explicar la preocupante recurrencia de este tipo de accidentes con altos funcionarios. Tres secretarios de Estado en el primer círculo presidencial fallecidos en accidentes aéreos en un tramo de seis años: Martín Huerta, Juan Camilo Mouriño y, ahora, Francisco Blake.
El presidente Calderón habrá de designar en las próximas horas a quien deberá llevar la Secretaría de Gobernación. Dos temas están a la vista: la coordinación de las acciones de gobierno en la lucha contra el crimen organizado y las elecciones federales de 2012. Es posible que el nombramiento ocurra después del desenlace de la elección de Michoacán, que de suceder lo que anticipan algunos sondeos de las preferencias, ganaría el PAN con una candidata que es mucho más que la hermana del Presidente.
Lo mejor de Blake deberá hacerse presente. Importa mucho el nombre, pero mucho más la instrucción del presidente de la República sobre lo que deba hacer la dependencia y su titular. La tragedia debe dar curso a la unidad nacional y a un sentido de futuro compartido por todas las fuerzas políticas. Dejar en su justa dimensión la polarización y la descalificación del adversario como recurso para ganar votos. Se debe recomponer la relación del gobierno federal con los partidos y sus posibles candidatos presidenciales. Asimismo, dejar que la militancia del partido gobernante resuelva sin presiones ni intervenciones indebidas quién debe representarles en las elecciones federales y locales. Otra tarea: mantener a raya a los políticos del pasado que buscan expiar su infortunio sembrando discordia al abono del encono.

La suerte de Calderón por Raymundo Riva Palacio

Nadie puede decir que Felipe Calderón no ha pagado de más por haber desafiado a las estrellas y ganado la Presidencia. En cinco años perdió no sólo a dos de sus tres secretarios de Gobernación en trágicos accidentes, sino que ambos, Juan Camilo Mouriño y José Francisco Blake, eran sus amigos, casi camaradas. Para su infortunio, no ha sido lo único que ha golpeado su gestión.

La naturaleza también lo ha sacudido, con inundaciones devastadoras en el sureste del país cuando apenas alcanzaba la madurez su gobierno, y con la peor sequía en 100 años en la recta final de su mandato. Una extraña mutación del virus de la influenza desató la pandemia del A1H1, que detuvo en seco el aparato productivo, que aún no terminaba de equilibrarse cuando en Estados Unidos estalló la crisis del crédito y se licuó el sistema financiero.

La Presidencia de Calderón ha sido de intensos sobresaltos, donde el ritmo cardíaco lo ha marcado la guerra contra el narcotráfico, que casi suma 50 mil muertos –el total de soldados estadounidenses que murieron en la guerra de Vietnam-, que no fue producto de su mal fario sino de su propio diseño de gobierno. Pero la decisión de ir contra el crimen organizado le generó uno de los peores entornos de opinión política que se recuerdan en la historia reciente de los asuntos públicos mexicanos, con la peor suerte que ha tenido un Presidente mexicano en una generación.

José López Portillo tuvo una crisis financiera aguda, pero no producto de la fortuna, sino de yerros en la política económica de su antecesor, que se agravaron por decisiones económicas en la parte final de su gobierno. Miguel de la Madrid recibió un país muy lastimado, al que se le vertió alcohol por la crisis del petróleo en 1983 y que lo exhibió cuando se paralizó en el terremoto en la ciudad de México en 1985. A Carlos Salinas, que se pensaba en el primer lugar de la historia de los presidentes mexicanos, le asesinaron a Luis Donaldo Colosio, quien no sólo era su delfín, sino que era un producto que él había inventado, lo había tallado y lo había hecho para proyectarse en él, cuando dejara de vivir en Los Pinos. Ernesto Zedillo tomó la economía nacional con pinzas del salinismo, y a los 19 días de asumir la Presidencia, le estalló la crisis económica que quebró el sistema de pagos nacional.

Pero nadie como Calderón tuvo tantos incidentes trágicos y difíciles durante su sexenio. De hecho, nadie como él sufrió tanto para poder llegar a la Presidencia y continuar ahí el dolor.

Calderón estuvo a punto de no ser Presidente. Los buenos oficios de priístas durante los tiempos de la calificación de la elección presidencial en el Tribunal Electoral, contribuyeron a sepultar las denuncias de fraude que levantó el candidato perdedor Andrés Manuel López Obrador. La forma como no se procesó el conflicto postelectoral lo llevó al punto de no poder tomar posesión por la rebelión de la izquierda que incluso planeaba –un sector-, llevar al extremo con bombas molotov en San Lázaro el día que tomara protesta. La prudencia de los líderes camarales del PRD, la no necedad de sabotear el acto de López Obrador, y una vez más el trabajo político del PRI en la Cámara, con Emilio Gamboa a la cabeza, lo ayudaron a transitar constitucionalmente hacia Los Pinos.

Empezó muy mal, y los leales a López Obrador, con su escudero Gerardo Fernández Noroña, acosaron sistemáticamente a Calderón durante meses, ya como Presidente, para hacerle la vida institucional imposible. Eran cosas de la política, que se tenían que resolver con paciencia, hasta que se agotaran los inconformes beligerantes, o con política. Como esto último no fue posible, amarrarse el hígado fue la solución. Lo demás, ni tenía solución política, ni era el hígado la forma existencial de soportarlo, sino el estómago y la cabeza.

Calderón es un político de tiempo completo. Pero además, es un político de verdad. Frío, sin escrúpulos, que ha sabido apretar el alma en los momentos más difíciles. En las inundaciones se puso las botas de hule antes que los gobernadores de los estados afectados. En las crisis naturales suspendió todo para ir directamente a los lugares siniestrados. Tomó la decisión de parar al país para evitar que la pandemia de la influenza costara vidas, y cuando  murió Mouriño, su alter ego, su proyecto transexenal, lloró en privado y no mostró flaqueza en público.

Eso mismo hizo este viernes, cuando dio un mensaje a la nación para hablar sobre la tragedia donde murió su secretario de Gobernación. Aguantó la emoción y no se quebró. Eso, sin menoscabo de estar de acuerdo o no con él en su gobierno y su forma de conducir los asuntos públicos, se agradece. Confirma que puede ser muchas cosas pero frívolo, no.


Lo mismo en http://www.vanguardia.com.mx/lasuertedecalderon-1147638-columna.html

México ante la muerte por Pascal Beltrán Del Río

Esta sociedad ha convivido tanto con la muerte —la evitable, la estúpida, la inaceptable— que ésta se ha convertido en acontecimiento regular, casi con grado de anécdota.
Los macheteados, los decapitados, los colgados, los quemados, los fusilados se amontonan en nuestro inconsciente a una velocidad que reta no sólo a la capacidad de comprensión y análisis sino incluso a la memoria.

El resultado es que, masacre tras masacre, nos hemos vuelto cada vez más insensibles a la pérdida y al sufrimiento ajenos, aunque toquen a niños e indefensos, incluso a quienes pudimos haber conocido.

Dan ganas de gritar que no, que eso no sucederá jamás, que cada muerte es importante, que cada una debe ser investigada “hasta las últimas consecuencias” —¡qué frase tan trillada y vacía!— y hasta deslindar responsabilidades, pero la verdad es que al cabo de unos pocos días dejamos todos que la vida continúe.
Y asi nuestra discusión pasa de Lomas de Salvárcar al ejido Plan de San Luis a San Fernando a Monterrey a Boca del Río... ¿Por qué? Porque al final no pasa nada o nada sustancial que alivie el dolor y envíe el mensaje de que las cosas tienen consecuencias.

Esa es la verdad. Al final no hay consecuencias por más que nos desgañitemos afirmando que ésta es la última vez que debe pasar; que ya basta, que el asesinato de un médico por quien detonó un coche bomba o el de un colega reportero frente a su familia o la masacre de la familia de un oficial de la Marina que murió en el cumplimiento de su deber debe despertarnos a todos.

La violencia ha hecho estragos en nuestra convivencia. Admitamos que no somos una sociedad proclive al diálogo, cuyos miembros salen fácilmente al encuentro de quien opina distinto para comprender su punto de vista y aprender algo de él. Pero la violencia ha agudizado la polarización y la desconfianza. La violencia se vuelve un motivo más para el desencuentro y la desconfianza. La violencia eleva la fiebre de la sinrazón.

Para colmo, nos adentramos en una etapa de la vida del país en que la templanza debiera ser el signo de nuestra colectividad. ¿Qué tenemos, en cambio? Histeria y odio, que tachan a las pocas voces moderadas del escenario público como ingenuas o incapaces de ganar una elección.

Exigir de las autoridades respuestas a los problemas debiera ser un saludable instinto social inmune a la contaminación ideológica. Pero lamentablemente muchos de quienes tienen la fortuna de que sus voces sean escuchadas por millones de personas aprovechan los momentos de crisis para inflingir daño a quienes no respetan o a quienes compiten con ellos por poder e influencia, al tiempo que protegen a los suyos de cualquier reclamo sobre su actuación.

El enfrentamiento que se percibe arriba permea, trasmina e infecta a los gobernados. Por eso la muerte del secretario de Gobernación Francisco Blake Mora y sus acompañantes desata la excitación especulativa: los primeros pensamientos colectivos no vuelan en solidaridad de la joven familia del fallecido titular de Bucareli —o de las de sus subalternos Felipe Zamora y Alfredo García, a quienes siempre recordaré con respeto— sino sobre qué pudo haber provocado el desplome del helicóptero. Por supuesto, un atentado es algo que jamás se puede descartar, pero siempre he creído que los comentarios deben ir a la zaga de los hechos y no al revés.

Cómo esperar que no sea la suspicacia —en lugar de la exigencia ciudadana de rendición de cuentas— el primer resorte que asome cuando lo que sucede en la vida pública es exactamente eso.
Apenas tenía unos minutos de haberse confirmado la muerte de Blake y su comitiva cuando un “analista” que escribe en los medios realizaba una “encuesta” en Twitter para saber cuántas personas pensaban que se había tratado de un accidente y cuántas, un acto de sabotaje. De verdad, ¿qué pensaba encontrar? Unos minutos despues, tuiteó el resultado de su supuesta investigación, que, obvio, coincidió con su visión prejuiciada. Si la mayoría cree que fue un atentado, eso fue. Lógica implacable, “el pueblo” manda.

Y qué decir de los medios que corren desesperados en busca de una moraleja, cuando las indagatorias no han comenzado aún. Gritan “error” cuando sus propias fuentes, que no citan por nombre, les dictan un cuidadoso “probablemente”, que olvidan registrar en el encabezado. Total, el respeto a la memoria del piloto es trama secundaria para ellos.

La desgracia se ha quedado sin rostro en este país y sin duda hay que pasar la factura de ello a la ineficacia de la autoridad para darle seguridad a los mexicanos. ¿Habrá otra responsabilidad más importante que esa, en el contexto del pacto democrático?

No hacer o hacer como que hacen ha sido su tónica. Le pregunto a los gobernadores de los estados si la seguridad no es también su responsabilidad. Le pregunto al Ejecutivo por qué la enorme mayoría de los hombres y mujeres que son presentados todas las semanas como peligrosos capos o sicarios no terminan en la cárcel. Todas las autoridades tienen pretextos, pero ninguna da los resultados esperados. Todas buscan quedar bien ante la opinión pública pero sin pagar el costo.
Si hay regiones enteras del país bajo el control, silencioso o estridente, de la delincuencia organizada, ¿cómo esperar que la especulación no derrote al raciocinio y cunda la versión, sin evidencia alguna, que el helicóptero se cayó por un acto de sabotaje?

La inseguridad crece y, con ella, el cinismo. Las pesquisas pueden demostrar que el avión de Juan Camilo Mouriño se estrelló porque el piloto se acercó demasiado a un jet de tamaño mucho mayor que iba por delante, pero seguramente un porcentaje importante de la población sigue pensando que aquello fue resultado del capricho del funcionario que quería pilotear él mismo la aeronave o, peor aún, un atentado con fines ocultos.

Para quienes creen que las condolencias que se escucharon por parte de políticos de todos son una muestra de civilidad, me permito decirles que no se aventuren demasiado en su hipótesis. Por razones de viaje, escribo estas líneas antes de las exequias. Sin embargo, estoy seguro de que una vez honrados y sepultados los muertos, surgirá de nuevo el disenso estéril, el que busca arrebatar votos a como dé lugar, aunque haya que echar mano de la mentira y la frivolidad. Aguarden unos días, ya lo verán.

http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=783125

No le gustó mi crítica por Álvaro Cueva

Hoy le debería escribir sobre la muerte de Francisco Blake Mora, pero a la redacción deMILENIO llegó una carta que, aunque no era para mí, quisiera responder.
México DF, a 5 de noviembre de 2011.
Señor Carlos Marín, director general editorial deMILENIO Diario.
En relación con la columna de Álvaro Cueva, publicada el 4 de noviembre, en la página 1 del suplemento ¡Hey!, que hace referencia al programaMexico, The Royal Tour, el Consejo de Promoción Turística de México hace las siguientes aclaraciones:
• Para el gobierno federal el turismo es una prioridad. El turismo representa 9 por ciento del producto interno bruto y genera siete y medio millones de empleos, por ello el fortalecimiento de esta actividad representa una gran oportunidad para nuestro país.
• The Royal Tour es una iniciativa que permitirá crecer el número de turistas nacionales y extranjeros, y con ello aumentar los ingresos por efectos de turismo en el país y la creación de más fuentes de empleo.
• Los cuatro países donde se grabó este programa (Jordania, Nueva Zelanda, Perú y Jamaica) reportaron un fuerte incremento en el número de turistas internacionales después de su transmisión.
• El programa Mexico, The Royal Tour muestra la diversidad cultural, histórica y turística que posee nuestro país.
• La grabación del programa de televisión forma parte de la estrategia del Consejo de Promoción Turística de México, bajo la campaña “México el lugar que creías conocer”.
• En Estados Unidos se espera una audiencia potencial de 100 millones de personas en la primera emisión. Las experiencias anteriores han demostrado que estos programas alcanzan una audiencia estimada a escala mundial de 300 millones de personas en su primera emisión.
• La cadena estadunidense PBS es dueña de los derechos del programa y es quien negocia la venta de los mismos para su transmisión en Estados Unidos y el extranjero.
• Los cuestionamientos que plantea el columnista fueron respondidos en rueda de prensa el pasado 6 de septiembre, en la que se informó lo siguiente:
* El programa se grabó durante las giras que realizó el presidente Felipe Calderón por diversos estados de la República.
* La producción del programa no tuvo ningún costo para el gobierno federal.
* La producción del programa fue pagada en su totalidad por los patrocinadores.
* La casa productora propuso una serie de destinos basados en el público objetivo y que mostraran la gran diversidad que ofrece nuestro país.
Finalmente, son lamentables e irresponsables los comentarios satíricos que hace el señor Cueva, con absoluto desconocimiento, sobre la importancia del turismo para nuestro país y para millones de familias que viven de esta actividad.
Con el fin de que sus lectores estén mejor informados, le solicito la publicación de esta carta.
Atentamente
Yadira López Salas, coordinadora de Comunicación del CPTM.
Estimada Yadira:
Gracias por su carta y sus aclaraciones, aunque me sorprende que se las dirija a Carlos Marín y no a mí, que soy el autor del texto.
No importa. Ahora, aprovechando el contacto, la quiero felicitar por los chistes que don Felipe se aventó enMexico, the royal tour.
Estoy convencido de que, a diferencia de mis “irresponsables” comentarios, son de una profunda responsabilidad.
¿Por dónde empezamos, por el momento en que habló del sacrifico de periodistas o por las alusiones a la serie 24?
No, ¿sabe qué?, hablemos del manejo del Himno Nacional como música de fondo. ¿Estuvo bien?
¿Me podría explicar en qué le beneficia al turismo de este país hacerle una visita a la mamá de Felipe Calderón?





Aborto: ayudar, no criminalizar. Por Arnoldo Kraus

De la revista Letras Libres proponemos esta columna.

La distancia entre México y Suecia es cada vez más larga. Los kilómetros no han crecido en longitud, ni han aumentado en número; lo que se ha ensanchado es la brecha entre razón y sinrazón. En el país europeo, a partir de 1999, la prostitución ha sido penalizada. Se castiga al cliente, no a quien se prostituye, es decir, la víctima. La razón de castigar al primero es simple e inteligente: la prostitución, la inmensa mayoría de las veces ejercida por mujeres, demuestra la desigualdad entre ambos sexos. Desigualdad que implica además violencia y, en alguno o en muchos sentidos, la idea de superioridad: la mayoría de las prostitutas en Suecia son extranjeras, pobres, desarraigadas, es decir víctimas. El leitmotiv es ayudar a las prostitutas, no criminalizarlas.
En México, sobre todo a partir de la reciente, desdichada y viva decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de criminalizar a mujeres que abortan, se reivindican y reinventan conductas decimonónicas: se penaliza y se encarcela a las mujeres que abortan en lugar de ayudarlas. El perfil de esas mujeres es uno de los más crudos retratos de la desigualdad en México. La mayoría son pobres, muchas son indígenas y casi todas (o todas) han sido excluidas de las bonanzas de la educación y la salud: la inmensa mayoría desconocen las medidas anticonceptivas y carecen de medios para acceder a ellas.
Ese grupo de mujeres representa una de las grandes fracturas del México contemporáneo. Se les estigmatiza por ser mujeres, pobres, indígenas y poco educadas. La suma de esos factores es parte de la cotidianidad de nuestra nación. ¿Por qué los ministros de la SCJN no consideraron el círculo que asfixia a esa población antes de votar en contra del aborto? Al prohibirlo en Baja California y en dieciséis estados se retrocede. Suficientes lacras tenemos en las calles mexicanas como para agregar una más. Una grande y equivocada. Se estigmatiza y criminaliza solo a una porción de la población: mujeres pobres, indígenas, no educadas (lo repetiré ad nauseam). Es decir, excluidas. Es decir, víctimas. Es decir, blanco de la injusticia.
Lourdes Enríquez, profesora de la Facultad de Derecho y colaboradora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, con quien discutí algunas ideas, me comentó que “lo más grave de estas reformas constitucionales es que fortalecen a los funcionarios públicos conservadores para no prestar los servicios de salud pública reproductiva”. Además, agregó:

A raíz de las diecisiete reformas constitucionales que “protegen la vida desde la concepción”, las mujeres pobres y marginadas son denunciadas en hospitales adonde acuden cuando tienen complicaciones por abortos inseguros. El personal de los hospitales llama al Ministerio Público, que procede a encarcelarlas.

A las ideas de Enríquez deben sumarse otros descalabros muy dolorosos, de sobra conocidos por la opinión pública, seguramente desconocidos por los cuatro ministros de la SCJN cuyo voto condenó a algunas mujeres a la muerte y a otras a la cárcel. El problema del aborto es humano. Destacan, inter alia, cuatro razones: es la tercera causa de muerte en mujeres en edad reproductiva; quienes lo hacen “clandestinamente” son, en su inmensa mayoría, pobres o muy pobres; las que son encarceladas carecen de elementos para defenderse; los hijos de las prisioneras suelen quedar a la deriva. El problema del aborto es político. Enumero cuatro razones: la decisión de la SCJN pone en entredicho la viabilidad del Estado laico; quienes abortan fuera de la seguridad social exponen algunas de las múltiples carencias del sistema de salud de nuestra nación; las mujeres pobres que abortan retratan la desigualdad y la injusticia social; es una respuesta política contra la decisión del gobierno del DF, donde, a partir de 2007, se ha aprobado la Interrupción Legal del Embarazo.
A los vericuetos previos añado una nota incomprensible y una observación. A las mujeres que abortan, motu proprio, se les impone un “castigo ejemplar” al acusarlas de homicidio agravado en razón de parentesco, lo cual equivale a asesinar a un hijo ya nacido. No siempre es fácil deslindar entre un aborto provocado y uno espontáneo; en cambio, sí es factible asegurar que muchas mujeres pierden a sus hijos por problemas derivados de la pobreza o por carecer de protección sanitaria durante el embarazo.
¿Qué gana el gobierno mexicano al encarcelar a algunas mujeres por abortar? No solo no gana nada, añade encono y desaprobación, nacional e internacional. No gana nada porque en nuestros penales no se rehabilita a nadie, o a casi nadie, a lo que debe agregarse la siguiente cuestión: nuestro gobierno, en voz de la SCJN, ¿busca, “de verdad”, rehabilitar a las mujeres que abortaron y fueron encarceladas? En caso de ser afirmativa la respuesta, como supongo piensan nuestros gobernantes, después de liberarlas, tras cumplir la sentencia, que oscila, entre veinte y cuarenta años de prisión, ¿qué les ofrece el gobierno? La respuesta, la sabemos, la saben los cuatro ministros antiabortistas de la SCJN: Nada.
Inicié el artículo arropado por un soplo de la democracia sueca. Finalizo con ideas similares. Claes Borgström, antiguo ombudsman de Igualdad de Género, inició su periplo a favor de las prostitutas cuando aseveró: “La prostitución nunca es una elección realmente libre.” Gracias a él, en Suecia, desde 1999, a las prostitutas no se les criminaliza, se les ayuda. En México sucede lo mismo, pero al revés. Los ministros que condenaron a algunas mujeres deberían saber que el aborto es una decisión muy dolorosa, nunca una elección gozosa, que las encarceladas no son totalmente libres porque la corrupción gubernamental las empobreció in utero, y que, al encarcelarlas, se las criminaliza sin razón. La decisión de la SCJN desnuda, ante el mundo, a nuestra nación. Encarcelar a las mujeres que abortan expone la desigualdad entre sexos y atiza la violencia contra las mujeres. ~

Domingo cultural reseña de libros sobre el narcotráfico.

El crítico literario Fernando García Ramírez, reseña tres libros que tratan sobre el narcotráfico 

Los señores del narco, de Anabel Hernández. El cártel incómodo / El fin de los Beltrán Leyva y la hegemonía del Chapo Guzmán, de José Reveles. Marca de sangre / Los años de la delincuencia organizada, de Héctor de Mauleón

Por Fernando García Ramírez



Definitivamente no. La estrategia actual contra el narcotráfico es la del combate frontal del Ejército y las policías. Participan en esta lucha 50 mil soldados, 30 mil policías federales y miles de policías locales. Cada uno de los cuatro años que lleva este enfrentamiento ha costado 120 mil millones de pesos. Tantas personas, tanto dinero y los resultados son aterradores: más de 30 mil muertos, sin contar los miles de “levantados”, de secuestrados. En un solo día, el 9 de enero de 2010, se registraron 69 asesinatos ligados al crimen organizado. Como las policías (municipales, estatales y federales) estaban corrompidas, infiltradas, sobornadas, se echó mano del Ejército. Con muy dudosos saldos. En 2002 los 600 soldados del batallón 65 asentado en Sinaloa fueron, todos, arrestados por complicidad. A Ciudad Juárez arribaron 8 mil soldados. Resultado: la violencia se multiplicó por diez. Las violaciones del Ejército a la población civil se suceden cada vez con mayor frecuencia. Ya no se le tiene confianza plena al Ejército, según lo han revelado los cables de WikiLeaks. Con personal entrenado en Estados Unidos y con equipo bélico de ese país, ahora se privilegia a la Marina (responsable, por ejemplo, de dar caza y muerte al capo Arturo Beltrán Leyva). Rebasada la policía, quedaba el Ejército. Rebasado el Ejército, queda entonces la Marina. Rebasada la Marina, ¿qué?
En 2007 se dieron 10 asesinatos por cada 100 mil personas, en 2010 fueron 20: 100 por ciento de incremento. La violencia no va disminuyendo, al contrario, va creciendo a gran velocidad. El narco no parece estar a la defensiva. El narco reta, confronta, controla territorios, mata policías; asesinó a un general del Ejército en Cancún, atentó contra la comitiva de un gobernador, ya asesinó a un candidato a gobernador. Se sabe que en 2008 un comando detuvo, desarmó y amordazó a la escolta del secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna (86 de los elementos sometidos firmaron una carta de denuncia) y que se llevaron al secretario por cuatro horas para “platicar”. Hay serias dudas respecto a que las muertes de Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos fueran ocasionadas por un accidente. No cumplieron con un pacto que desconocemos (se sabe que previamente Mouriño envió al general Acosta Chaparro a dialogar con varios de los principales cárteles).
Vuelvo a mi pregunta: Si la Marina queda rebasada, ¿entonces qué? El abismo. ¿Qué quiere decir esto? Un Estado fallido, un narcoestado. Todavía no estamos ahí, pero vamos volando. ¿Cómo llegamos a esta situación? Para intentar responder a esta pregunta leí (entre el abundante material bibliográfico que circula en librerías)El cártel incómodo, de José Reveles; Marca de sangre, de Héctor de Mauleón; y Los señores del narco, de Anabel Hernández. El de esta última, sin duda el más documentado de los tres, ofrece una muy interesante versión del desarrollo del poderío del narcotráfico en México. En los siguientes párrafos ofreceré un resumen de lo que ella, minuciosamente, cuenta en su libro, de lectura imprescindible para todo aquel que quiera entender el origen de la violencia que actualmente nos azota.
Durante los años setenta y ochenta, bajo los gobiernos de Echeverría y López Portillo, no existían los cárteles de la droga: había pequeños grupos que se dedicaban a sembrar, transportar y cruzar a Estados Unidos mariguana y heroína. Para el Estado representaban entonces mayor peligro los grupos guerrilleros que los narcotraficantes, con los que se tenía un acuerdo: el gobierno regulaba la producción y supervisaba el traslado hasta la frontera a cambio de una especie de impuesto y del cumplimiento de ciertas reglas: no se permitía que los traficantes anduvieran armados ni que vendieran droga en el país. Ese “impuesto” se empleaba, en parte, para financiar el combate a los grupos subversivos, y para lograr la buena voluntad de Los Pinos. En el sexenio de De la Madrid empezó a cambiar todo. Según un informante de Anabel Hernández, “el pago de impuestos por parte de los narcotraficantes comenzó a transformarse en dinero directo para los policías y funcionarios”. Nació entonces la organización de los hermanos Arellano Félix (que controlaba el paso de Tijuana), se fortaleció la organización de Juan García Ábrego (suyo era el paso de Nuevo Laredo) y comenzó a despuntar el cártel de Juárez.
Un nuevo elemento intervino entonces, que llevó el negocio a otra escala. En Nicaragua se habían hecho del poder los sandinistas, luego de la revolución que derrocó a Somoza. El gobierno de Reagan ideó una fórmula (conocida luego como Irán-Contras) que consistía en la venta de armas a Irán para, con los recursos, financiar a la contra antisandinista. Menos conocida es, hasta ahora que Anabel Hernández reconstruye minuciosamente la historia, la conexión México-Contras: la CIA llegó a un acuerdo con grupos de narcotraficantes mexicanos –con la tolerancia del gobierno de De la Madrid– para que se transportara cocaína de Colombia a México y de aquí se llevara hasta Estados Unidos. Parte del dinero de esa operación se destinaría a financiar a los contras.











El negocio, con el transporte de cocaína, creció exponencialmente. 
El asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena es solo una muestra del poder que comenzaron a tener los grupos delictivos, tanto como para retar a Estados Unidos. Para 1989 la DEA calculó que el 60 por ciento de la cocaína consumida en Estados Unidos venía de Colombia vía México. Se consolidó entonces el gran cártel mexicano –el del Pacífico, con Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, a la cabeza–, por sus conexiones con los cárteles de Cali y Medellín y por su habilidad para corromper a los políticos y a los policías encargados de combatirlos. La situación no varió con la llegada al poder de Carlos Salinas de Gortari: aunque existen señalamientos de que Raúl, el “hermano incómodo” del presidente, cobraba “derecho de piso” a todos los grupos, se privilegió en los hechos al cártel del Golfo, tal vez por la vieja amistad de Raúl Salinas Lozano con Juan García Ábrego. Con el arribo de Ernesto Zedillo a la presidencia cambió la correlación de fuerzas. Quizá como reacción al favoritismo salinista al cártel del Golfo, se privilegió desde el poder al cártel rival, el del Pacífico. (Puede parecer que estoy hablando con ligereza, pero los tres libros, sobre todo el de Anabel Hernández, ofrecen muchos detalles de la complicidad de las policías federales con este o aquel cártel.) En 1995, para poner un ejemplo significativo, se permitió el traslado de Joaquín el Chapo Guzmán, recluido en Almoloya desde 1993, al penal de Puente Grande, en Jalisco, donde al poco tiempo de llegar se relajaron todos los controles penitenciarios propios de una prisión de alta seguridad. ElChapo convirtió su estancia en el penal en una fiesta: drogas, alcohol, mujeres. La fuga del Chapo Guzmán, ocurrida en 2001, es un hecho que los tres autores reseñados abordan minuciosamente. Al comparar los tres relatos se advierte más claramente la distancia que va del libro de Anabel Hernández –en cinco años de investigación cotejó actas, fatigó fuentes, se entrevistó con multitud de testigos– al de Reveles y al de De Mauleón, que no son propiamente trabajos de investigación a fondo sino, casi, de mera consulta hemerográfica. Así, Reveles y De Mauleón dan por buena la versión oficial de que el Chapo se fugó en un carrito de lavandería del penal. Anabel Hernández echa abajo esa versión, con múltiples pruebas y testimonios. La teoría de Anabel Hernández es que elChapo se había ocultado en la sección de enfermería y que, al darse la alarma de que se había fugado y arribar al penal la policía para buscarlo, cambió su uniforme de preso por el de policía y salió por la puerta grande de Puente Grande, con la complicidad de los directivos y custodios del penal. Desde su fuga, el Chapo Guzmán se convirtió en el capo consentido de los gobiernos del PAN (que se han dedicado a eliminar a sus rivales, a proteger a sus líderes, a solapar el uso criminal que durante estos años se le ha dado al aeropuerto de la ciudad de México), hecho que le permitió en muy pocos años expandir su negocio y convertir su organización en una empresa multinacional del crimen, con presencia en 43 países, y a él en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo, según la revistaForbes.
Los tres autores reseñados coinciden en un hecho esencial para entender la situación actual de la lucha contra el narco: la complicidad de las autoridades al más alto nivel con el “cártel incómodo”, como lo llama José Reveles: el del Pacífico.
En este enredado juego de complicidades, la desaparecida AFI, dirigida por Genaro García Luna, jugó un papel relevante, al convertirse en muchas ocasiones en el brazo armado del cártel del Pacífico (la AFI era la encargada de eliminar o secuestrar a los miembros de cárteles rivales; hoy la AFI se ha convertido en la SSP, pero sus prácticas poco han cambiado). Así, las fuerzas federales se han dedicado a combatir al cártel del Golfo, a los Arellano Félix, luego a los Zetas, recientemente a la Familia michoacana, a los Beltrán Leyva, y en muy contadas ocasiones a los miembros del cártel del Pacífico. Además de proteger y brindar salidas para los capos más conspicuos. Anabel Hernández ofrece testimonios que ponen en entredicho las supuestas muertes de Amado Carrillo e Ignacio Coronel, capos que habrían simulado su muerte a cambio de una discreta “jubilación” y retiro del negocio. Esta complicidad es absolutamente determinante en la actual guerra contra el narco, de antemano perdida si se toma en cuenta que importantes segmentos del gobierno que combate están al servicio de uno de los cárteles combatidos.
Señala Anabel Hernández que si apiláramos los cuerpos de los 30 mil muertos en esta “guerra” podrían erguirse 28 torres similares en altura a la Torre de Dubái, la más alta del mundo: las Torres del Terror. Según el secretario de Defensa, hay 500 mil personas involucradas en la producción y tráfico de drogas (campesinos, distribuidores, traficantes), y 100 mil personas dedicadas a combatir a los primeros. Sin embargo, señala José Reveles, los delitos del narco solo representan el 0.5 por ciento del total de delitos ocurridos en un año en nuestro país. Es difícil entender por qué, si la cifra que representan esos crímenes es relativamente baja, se ha convertido en el eje de la política de seguridad de este sexenio. A menos que se concluya que la guerra contra el narco tiene una finalidad meramente política, de control social, de uso indiscriminado e intimidatorio de la fuerza. Al respecto es alarmante la hipótesis –mencionada por José Reveles y Anabel Hernández– en el sentido de que grupos paramilitares, financiados por grupos empresariales, están detrás de las masacres ocurridas en centros de rehabilitación. A río revuelto, esos grupos paramilitares se encargan de eliminar a los “desechos sociales”. Los expertos citados por estos dos autores coinciden en dos aspectos centrales: no se está afectando la estructura financiera del narco (¿para qué sirve la Unidad de Inteligencia Financiera?) y el combate al narco no se va a ganar empleando solo la fuerza.
¿Era necesario el combate al narcotráfico? Sí, pero se hizo de una forma desatinada. Tanto que en 2010 el presidente Calderón ha señalado la necesidad de cambiar la estrategia. WikiLeaks ha revelado que Calderón, en correspondencia con Aznar, confesó que subestimó la fuerza de los cárteles mexicanos. Todo apunta a que la violencia va a cobrar un impulso mayor en los próximos años. Algo debemos hacer, Estado y sociedad. Terminar con la complicidad entre los políticos y el narco (en Colombia se llegó a encausar y juzgar al 30 por ciento de los congresistas), depurar los cuerpos policiacos, golpear a los narcos en sus finanzas, ofreciendo alternativas de empleo a los jóvenes, legalizando el consumo de drogas blandas.
Por momentos parece que el país se va a desbaratar. Estos libros ofrecen un panorama triste e irritante. Pero hay salidas, sin duda. Lo primero es comprender, reunir información, querer ver. En este sentido estos libros son una magnífica introducción a un mundo complejo y siniestro. Sobre todo Los señores del narco, obra de una de las mejores periodistas mexicanas de la actualidad: Anabel Hernández; un libro extraordinario para emprender el necesario viaje de conocimiento a nuestro corazón de las tinieblas. ~

Domingo cultural con Jerónimas exportables Por Gabriel Zaid

La orden monacal de las jerónimas, a la que perteneció Sor Juana, tiene una historia apasionante, al tratarse de la única congregación que nacióen la Nueva España y de aquí creció hacia Europa. Zaid estudia esta singular orden, sus reglas y sus repercusiones en la obra de la Décima Musa.

La amplitud de horizontes de Sor Juana viene de su inteligencia y sus lecturas, de San Jerónimo y de Isabel de Guevara, fundadora de las jerónimas en México. Debemos al poeta Joaquín Antonio Peñalosa fructíferas pesquisas que recogió en su libro Alrededores de Sor Juana Inés de la Cruz (Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 1997). Tuvo la buena idea de visitar el convento de las jerónimas de Madrid y descubrió que provenían de México, del mismísimo convento donde estuvo Sor Juana. Le permitieron transcribir veinte documentos sobre la fundación, casi todos de 1584 a 1602.
El libro reproduce también las constituciones de la vida del convento, en facsímil de la única edición conocida (México, Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón, 1702); así como facsímil de una edición encargada por el convento (México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1707) de la llamada Regla de San Agustín, en la cual se inspiran; aunque las jerónimas no dependieron nunca, ni dependen, de los agustinos. Reproduce, por último, tres ceremoniales litúrgicos (de hacia 1650, conservados en The Hispanic Society of America) que se usaban para tomar el hábito, profesar y ser enterradas.
De la documentación resulta algo notable: que la fundación del convento en México no se hizo desde España; y que, por el contrario, las jerónimas mexicanas abrieron casas en España. Actualmente, las dos congregaciones jerónimas de origen mexicano (Jerónimas de la Adoración y Jerónimas de Puebla) tienen casas en México, Venezuela, España, Italia y la India, cuyas direcciones y teléfonos pueden localizarse en Google.
Jerónimo de Estridón (347-420), un ermitaño dálmata y cosmopolita, venerado como santo por católicos, ortodoxos y anglicanos (y como santo patrón de la Federación Internacional de Traductores), fue un gran escritor, traductor y filólogo. Es el creador de la biblioteca que hoy circula como un libro, aunque la Biblia no es un libro, sino medio centenar de libros escritos a lo largo de un milenio. Su obra integró en latín las escrituras cristianas, con traducciones (casi todas suyas o revisadas por él) del hebreo y el griego, tomando en cuenta documentos en arameo, árabe y sirio. Desde el siglo XIII fue llamada la versio vulgata (la traducción de uso común) o simplemente la Vulgata. En 1546 fue declarada canónica por el Concilio de Trento.
Paralelamente, quizá por iniciativa de Santa Paula (una discípula romana muy inteligente y culta, que apoyaba y financiaba sus proyectos), San Jerónimo fundó en Belén (donde vivió desde 386) dos monasterios, uno de hombres y otro de mujeres, que no tuvieron la permanencia de su obra literaria. No se sabe cuándo desaparecieron. Tampoco, si tuvieron constituciones y reglas escritas. Lo cierto es que la Orden de San Jerónimo (OSH) fue creada un milenio después (1373) a partir de cero, por iniciativa de laicos que lo admiraban como figura ejemplar y hacían vida de ermitaños, cada uno en su propia ermita. Hasta que decidieron vivir en comunidades enclaustradas, dedicados a la oración, la penitencia, el estudio, el silencio y el trabajo, sin actividades externas, fuera de recibir hospitalariamente a los peregrinos de paso, como los monasterios de Belén. En 1374 se creó la rama femenina.
Hubo conventos jerónimos sobre todo en España, aunque también algunos en Italia y Portugal. Entre los españoles destacan el Real Monasterio de Santa María (en Guadalupe, Cáceres, Extremadura), donde estuvieron muchas veces los Reyes Católicos y hay cuadros de Zurbarán alusivos a la historia de la orden; el Real Monasterio de San Jerónimo (en Yuste, Cáceres, Extremadura), donde Carlos V se retiró para morir, después de abdicar; y el Real Monasterio de San Lorenzo (en El Escorial, Madrid) que mandóconstruir Felipe II.
Extrañamente, no fundaron conventos en América. Lo lamenta fray Joséde Sigüenza en su Historia de la orden de San Jerónimo, escrita entre 1595 y 1605:

Sólo deseo se considere cuán poca ansia tuvo esta orden, ni sus religiosos, en dejar raíces en aquellas partes donde con tanta facilidad pudieran, teniendo el poder y la mano, edificar conventos y dilatar su nombre y su memoria [cita de Peñalosa, verificable en Google Books].

Sigüenza era un jerónimo cercano a Felipe II, que lo nombróbibliotecario del Escorial. Su lamento dice muy claramente que los jerónimos pudieron fundar conventos en América, pero no tuvieron interés; aunque hubo jerónimos enviados para recoger limosnas y aun gobernar transitoriamente, como sucedióen Santo Domingo; y aunque el jerónimo fray García de Santa María Mendoza y Zúñiga (prior del convento del Escorial) fue nada menos que arzobispo de México, de 1600 a 1606.
HernánCortés era extremeño y devoto de la Virgen del convento de Guadalupe en Extremadura, como otros conquistadores de América que difundieron esa devoción (lo cual facilitó que el culto de las apariciones en México se extendiera por el continente). Y entre los criollos se volvió costumbre “que en todos los testamentos había de hacerse constar la llamada manda forzada para el sostenimiento de Guadalupe en España”, según Carlos G. Villacampa, La Virgen de la hispanidad o Santa María de Guadalupe en América (citado por Peñalosa).