Pescadores de Yucatán, indignados porque
se dañaron sus embarcaciones, se asumieron como reporteros y grabaron
el aterrizaje de un helicóptero en el Arrecife Alacranes, área protegida
por la Semarnat. La noticia cobró relevancia porque en él viajaba,
según su propio dicho, como simple pasajero, Emilio Gamboa Patrón. Los
reporteros improvisados subieron el video a las redes y ahora todos
sabemos que el senador iba a embarcarse con su amigo, el empresario
Emilio Díaz Castellanos.
En su defensa, el senador ha aclarado
que el helicóptero era alquilado y que él no pagó la renta, por tanto,
no le dio la orden al piloto para que aterrizara donde lo hizo.
Simplemente se dejó llevar. Es creíble que no diera orden alguna, lo que
resulta impensable es que no tuviese idea de hacia dónde se dirigían y
cómo iba a abordar el yate de su amigo. Para cometer abusos de poder ni
siquiera se necesita dar órdenes, la “charola” está en el rostro de
quien ocupa el puesto. Esto es mucho más que un error minimizado por el
mea culpa de un comunicado.
Podemos suponer que si los pasajeros del
helicóptero hubiesen sido personas desconocidas, ni la compañía
arrendadora ni el piloto se habrían arriesgado a aterrizar en un área
natural protegida. Podemos aventurar la hipótesis de que el personal de
la Secretaría de Marina, encargado de resguardar el arrecife, también se
habría comportado distinto con otro pasajero. Queda ahora la pregunta
sobre cómo se conducirán las investigaciones de la Profepa y de la
Semarnat.