Chávez, el camino de la dictadura
La historia de la degradación de la democracia venezolana en un régimen autoritario por obra y gracia de Hugo Chávez se analiza aquí con dos voces complementarias: Guillermo Sucre enumera sus principales acciones políticas, mientras que Alberto Barrera Tyszka estudia los rasgos de una personalidad al límite.
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Ilustración: Mauricio Gómez Morín |
“Me designaron para decir unas palabras a través de un microfonito.” Con esa frase Hugo Chávez recuerda su primera experiencia mediática. Era un niño, no tendría ni siquiera diez años. Vivía todavía en Sabaneta de Barinas, un pequeño pueblo rural de los llanos de Venezuela. El primer obispo nombrado para la región pasaba por el lugar y, en un breve acto, el niño Hugo fue elegido para hablar. La otra cara de esa experiencia podría ocurrir cincuenta años después, en cualquier día del mes de julio de 2012. Acaba de comenzar una nueva campaña electoral en el país. Chávez, convertido en un dios mediático que se multiplica en casi todos los espacios públicos del país, ha gobernado ya durante casi catorce años y aspira a ser reelecto por un nuevo período de seis años. Tiene delante muchos micrófonos. Habla frente a una multitud vestida de rojo. Grita: “Ya yo siento, a estas alturas, que Chávez no soy yo, que Chávez es un pueblo [...] Yo ya no soy yo, en verdad. Yo soy un pueblo, así lo siento, yo me siento encarnado en ustedes. Todos ustedes son Chávez [...] Todos somos Chávez.”
Entre estos dos momentos hay un tránsito que, cada vez más, resulta difícil de precisar, de conocer. Hay una vocación militar contundente, un afán de celebridad, un talento comunicacional prodigioso, un gran olfato político, un ansia de poder sin límites... Hay, además, un Estado a su servicio, convertido ya en una inmensa industria mediática dedicada a construir y a promocionar un mito que también se llama Hugo Chávez.