domingo, 12 de febrero de 2012

JUSTICIA A MODO.

por Federico Berrueto.


Las ilegales filtraciones oficiales sobre investigaciones a ex funcionarios son una tomadura de pelo si éstas no van acompañadas del inicio formal del procedimiento legal. Felipe Calderón no ha actuado a la altura de su investidura y su silencio al respecto es complacencia, si no es que de gestor de tales iniciativas. No se trata de que se erija en juez, sino de que garantice equidad...
A su manera.
Febrero de 2012. Foto: Jesús Quintanar
De siempre ha pesado sobre los políticos la presunción de corrupción. El hartazgo llevó a la alternancia en el poder en el 2000. La oposición y el PAN hicieron de las siglas del PRI sinónimo de abuso y venalidad. La esperanza de un cambio al menos en eso muy pronto se desvaneció. El PAN en el poder incrementó de manera sustancial los ingresos de la alta burocracia; sin embargo, muy poco ha cambiado y las fortunas no se sustentan con los ingresos formales. Los altos funcionarios federales y locales, en su abrumadora mayoría, con el cargo mudan de estilo de vida de manera desproporcionada. Los organismos descentralizados, las aduanas y las policías no registran cambios sustantivos.
Mucho se ha inventado, de un lado o de otro, para abatir la corrupción. Incluso se modificó la Constitución y se crearon dependencias para la auditoría propia del gobierno y externa por la Cámara de Diputados, así como un instituto para la transparencia. Sin embargo, no ha habido cambio: hoy México es tan corrupto como siempre y quizás más, según muestran los indicadores internacionales en la materia. La realidad es que la corrupción tiene como sustento la impunidad. La justicia es selectiva, la igualdad frente a la ley sigue siendo aspiración. Quien la hace no la paga.
En este entorno, la opinión pública es muy frágil ante a la sospecha. No hay espacio en la moral pública para la presunción de inocencia. Si se asume que un político es corrupto por definición, basta un señalamiento, venga de donde venga, para confirmar lo que de antemano se sospechaba. Los medios no han sido muy rigurosos al respecto, también allí ha habido impunidad, porque son escasos quienes han recurrido a la instancia judicial para salvaguardar sus derechos.
Las ilegales filtraciones oficiales sobre investigaciones a funcionarios o ex funcionarios son una tomadura de pelo si éstas no van acompañadas del inicio formal del procedimiento legal que lleve a la sentencia. Aun así, la presunción de inocencia obliga a la reserva y al cuidado. Una justicia a modo no es justicia, tampoco construir casos con el evidente interés de dañar al rival político. Por eso la procuración de justicia debe obrar con cuidado extremo y, sobre todo, con la reserva y el sigilo necesarios para salvaguardar los derechos de los investigados y, también, para el buen curso de las indagatorias. Las investigaciones en los medios casi siempre resultan desastrosas, aunque bien pueden ser definitorias de una elección, como aconteció en los comicios de gobernador de Jalisco, hace precisamente seis años.
El presidente Calderón no ha actuado a la altura de la investidura que ostenta y su silencio al respecto es, en el mejor de los casos, complacencia, si no es que de gestor o promotor de tales iniciativas. No se trata de que el Presidente se erija en juez o ministerio público absolviendo o condenando, simplemente, que garantice que la procuración de justicia no sea subvertida por el interés partidario o electoral. Hacer valer la ley, parejo y con un sentido de cuidado, rigor y de responsabilidad institucional. Los hechos y los resultados revelan lo contrario y es uno de los riesgos mayores a la competencia electoral. Extraña la ausencia del Congreso en la exigencia de imparcialidad del Ejecutivo.
Tres exgobernadores del PRI, Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández han sido señalados como presuntos responsables de vínculos con el crimen organizado. En un caso en particular se han difundido elementos de la DEA como argumento para fundar la presunción. Buena parte de la información han sido filtraciones. Los señalados, excepto en un caso, han salido públicamente a definir posición y es posible que los tres desearan que su partido diera la cara por ellos, en particular, por la presunción del interés político electoral de por medio.
A los tres ex funcionarios les corresponde en su condición de ciudadanos, más que dirimir en los medios su posición, proceder a las instancias legales para desahogar su postura y, en particular, para tener los elementos de las autoridades y así construir una respuesta que facilite el desahogo de la indagatoria. Hay que subrayar que el caso no está en manos de un juez, al menos no todavía, y ya que las autoridades han filtrado la información, deben dar a los señalados la oportunidad para la adecuada integración del expediente y, si es el caso de consignación, dar base a una justa defensa, derecho de toda persona.
La lucha contra la impunidad debe empezar con la propia casa. Hay muchas cosas por hacer, indagar y sancionar. La justicia a modo la envilece y pervierte. Hacer de su procuración una instancia al servicio de un partido o de una causa electoral es la negación mayor de la democracia, de la imparcialidad de las autoridades y de la legalidad que las sustenta.



EL BORRAMIENTO DEL DOLOR.

por Javier Sicilia.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- En su larga reflexión sobre el rostro y la revelación del prójimo, Emmanuel Levinas escribió una frase tan profunda como conmovedora: “Sólo un yo vulnerable puede amar a su prójimo”. Sólo desde allí los seres humanos podemos abrirnos al otro que nos solicita en su presencia, en su dolor; sólo desde allí podemos reconocer su rostro y conmovernos. Cuando se es vulnerable, el rostro del otro, que expresa la desnudez de un ser humano, “se me impone –dice Levinas– sin que yo pueda permanecer sordo a su llamado, olvidarlo, quiero decir, sin que yo pueda dejar de ser responsable de su miseria”.


El poder, sin embargo, no lo ve. Para el hombre y la mujer de poder, que sólo se miran a sí mismos, los otros no tienen rostro. Son una masa amorfa, una estadística, un expediente en los archiveros de la burocracia o una posibilidad para triunfar. Por ello Felipe Calderón borró a las víctimas de esta guerra criminalizándolas o reduciéndolas a “bajas colaterales” que carecen de importancia para el Estado –simples cifras que se van acumulando y cuyo número es una abstracción que habla del poder–. Por ello también las campañas electorales en su inanidad, en su parálisis mental, en su ausencia de imaginación política y su corrupción, no han hecho otra cosa que continuar ese mismo borramiento. Obnubilados por el poder, lo que el ego vulnerable de la sociedad logró visibilizar: el rostro doliente de las víctimas de la guerra, dejó de estar en su memoria y sus discursos. En la lógica de los partidos y de los candidatos –magnificados por los medios–, las víctimas no son siquiera ya estadísticas, simplemente han dejado de existir. Para ellos, no hay emergencia nacional, no hay dolor, no hay víctimas ni un espantoso estado de guerra que tiene postrada a la nación. Existen solamente los votos, la hermosa y dolorosa presencia de los seres humanos, reducidas a papeletas, a números, a instrumentos al servicio de la imbecilidad del poder.


Atrincherados en sus egos y sus intereses, la vulnerabilidad no forma parte ni de los partidos ni de los candidatos. Son el poder, y el poder no tolera el rostro de las víctimas. Por eso Gobernación y el Estado Mayor Presidencial, durante el segundo diálogo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, intentaron que las víctimas no entraran con las fotografías de sus muertos. Por ello, los partidos y los candidatos los han sacado de sus discursos. No quieren ver sus rostros porque no quieren ser vulnerados. Se niegan a la bondad que al responder a la interpelación de miles de rostros los obligaría a decir: “Aquí estamos ante sus miradas, obligados para con ustedes, siendo sus servidores”. Hacerlo sería aceptar ser cuestionados por los ojos y las voces que hablan desde el dolor, sentirse obligados, acusados, requeridos, y ellos, al igual que Calderón, no quieren aceptar esa responsabilidad tan humana como exorbitante. Es mejor entonces, para ellos, darles la espalda y endurecer el oído, aunque eso signifique también darle la espalda a la nación entera y a su clamor de paz y de justicia. Su lógica es la misma que la de los criminales: borrarlos, desaparecerlos de la existencia, sacarlos de la intranquilidad de la conciencia que es, dice Finkielkraut, “la modalidad misma de la hospitalidad moral” y del acogimiento del otro.


Las víctimas son siempre molestas para los hombres y las mujeres del poder porque al irrumpir en sus egos turban su quietud y los desvían de sus intenciones egoístas. Sus rostros los despojan de su soberanía y los obligan a acciones humildes. El amor que les reclaman los pone a prueba, los violenta, los desaloja, los persigue y hostiga hasta en los rincones más recónditos de sí mismos. De allí la crueldad con la que los criminales las destruyen; de allí también el desprecio con el que el poder las trata; de allí el mal que se ha instalado en la vida de México.


Al reducir a las víctimas a una pura carne despreciable o al borrarlas bajo la lógica de la estadística o de la inexistencia, el poder del crimen y el poder del Estado han creado un universo en el que los seres humanos son nada, seres intercambiables, utilizables o desechables: “Si los mataron –dice esta lógica implacable– es que algo han de haber hecho”.


Despreciar, asesinar, contabilizar e ignorar, ese cuádruple acto en apariencia funcional, que recorre las lógicas del crimen, del Estado y de las campañas políticas, borra de los seres humanos el misterio del rostro. Al borrarlo, al desaparecer esa realidad única e irrepetible que exige nuestro servicio, se degrada al ser humano a la condición de una pura instrumentalidad para uso del poder.


Las elecciones que nos aguardan se han convertido así en lo que no hemos dejado de repetir: las elecciones de la ignominia. El borramiento que han hecho del rostro de las víctimas y de la emergencia nacional ha reducido la vida de todos a trozos de piel cualquiera. “Sólo en un mundo sin rostros –escribe Finkielkraut– el nihilismo absoluto [como está sucediendo en México] puede establecer su ley”. Son los compasivos, aquellos cuyo ego está vulnerado y reconocen, al margen del poder, el rostro de sus prójimos, quienes mantienen viva la humanidad del país.


Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón.


Leído en: http://www.proceso.com.mx/?p=297869

!QUE VIVA MÉXICO! En recuerdo de Sergéi Mijailovich.






SI DAÑAS ME DAÑAS.



Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.
- Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
- Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
- Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre.
Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
- Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?
- Así fue, madre -repuso Kartikeya.
- Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.
*El Maestro dice: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo.
Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle.