lunes, 26 de septiembre de 2016

Leo Zuckermann - País de boleros

Promesas van, promesas vienen, y los resultados nunca llegan. O llegan a medias. Nos hemos vuelto especialistas en sobrevender el futuro, en resolver los problemas en el papel, pero no en la realidad. Somos, en este sentido, el país de los boleros. ¿Por qué?
Comienzo con los ejemplos. El presidente Peña tiene una respuesta de cajón cuando le preguntan por el problema de la corrupción. Hemos creado —presume— el Sistema Nacional Anticorrupción. Muy bien. Y es cierto: ya se aprobaron y promulgaron las leyes respectivas. Algunas disposiciones ­—como la obligación de presentar las tres declaraciones (patrimonial, de intereses y fiscal)— no pasaron porque eso hubiera desnudado a la clase gobernante. Pero, hombre, no seamos tan exigentes. Así es la democracia: no se puede pedir todo. El tema es que está aprobado todo un entramado institucional diseñado por los mejores expertos para terminar con uno de los peores flagelos nacionales. Pero, Houston, tenemos un problema: no hay dinero para implementarlo. En el proyecto de Presupuesto de 2017 no se le asignó ni un centavo a un sistema que entrará en vigor el año que entra. ¿De qué sirven tantas buenas leyes si no hay dinero para aplicarlas?