![]() |
| Dinero |
Puede comprar una casa,
Pero no un hogar,
Puede comprar una cama,
Pero no el sueño,
Puede comprar un reloj,
Pero no el tiempo,
Puede comprar un libro,
Pero no el conocimiento,
Puede comprar una posición,
Pero no el respeto,
Puede pagar un médico,
Pero no la salud,
Puede comprar la sangre,
Pero no la vida,
Puede comprar buen sexo
Pero no el amor.
Provervios chinos
Poderoso caballero es Don Dinero
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De contino anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Mas ¿a quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace proprio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Francisco de Quevedo y Villegas
Cantemos al dinero
Cantemos al dinero
con el espíritu de la navidad cristiana.
No hay nada más limpio que el dinero,
ni más generoso, ni más fuerte.
El dinero abre todas las puertas;
es la llave de la vida jocunda,
la vara del milagro,
el instrumento de la resurrección.
Te da lo necesario y lo innecesario
el pan y la alegría.
Si tu mujer está enferma puedes curarla,
si es una bestia puedes pagar para que la maten.
El dinero te lava las manos
de la injusticia y el crimen,
te aparta del trabajo,
te absuelve de vivir.
Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
el dinero es la libertad.
Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
si quieres una isla, cómprala,
si quieres una multitud, cómprala.
(Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.)
Yo tengo dinero quiere decir me tengo.
Soy mío y soy tuyo
en este maravilloso mundo sin resistencias.
Dar dinero es dar amor.
¡Aleluya, creyentes,
uníos en la adoración del calumniado becerro de oro
y que las hermosas ubres de su madre nos amamanten!
Jaime Sabines
Decir que no
Ya lo sabemos
es difícil
decir que no
decir no quiero
ver que el dinero forma un cerco
alrededor de tu esperanza
sentir que otros
los peores
entran a saco por tu sueño
ya lo sabemos
es difícil
decir que no
decir no quiero
no obstante
cómo desalienta
verte bajar tu esperanza
saberte lejos de ti mismo
oírte
primero despacito
decir que sí
decir sí quiero
comunicarlo luego al mundo
con un orgullo enajenado
y ver que un día
pobre diablo
ya para siempre pordiosero
poquito a poco
abres la mano
y nunca más
puedes cerrarla.
Mario Benedetti



La impunidad es una gangrena en el organismo social mexicano. Quien la hace aquí casi nunca la paga. Éste es un fenómeno que si no se ataca frontalmente y se elevan los costos, pudre todo. La impunidad alimenta la corrupción, estimula la violencia que lacera la vida cotidiana y productiva, que impactan en el progreso económico la competitividad que, a su vez, coloca anclas al desarrollo. Son círculos viciosos de los cuales la sociedad mexicana no puede escapar porque, objetivamente hablando, no hay señales de que quiera escapar. La impunidad corre por todos los sectores sociales, económicos y políticos, y esta descripción no es dramática ni exagerada, como lo demuestra el Índice Global de Impunidad México 2016, dado a conocer este miércoles, elaborado por la Universidad de Las Américas y el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia en Puebla.
El último viaje de un pontífice a México estuvo marcado por una lamentable y tristísima omisión: Benedicto XVI no se encontró con víctimas de abusos sexuales cometidos por integrantes de la Iglesia católica. A pesar de todo el esfuerzo que hicieron –especialmente las víctimas de Marcial Maciel, el sacerdote mexicano que escaló los más altos niveles de influencia en el mundo empresarial, político y, desde luego, de las más altas esferas de la Iglesia mexicana y el poder vaticano– no lograron su propósito. Las solicitudes de las víctimas de Maciel y de otros sacerdotes pederastas mexicanos no prosperaron y las puertas al Papa les fueron cerradas.
El Congreso Constituyente de Querétaro aprobó, el 31 de enero de 1917, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que Reforma la del 5 de Febrero de 1857. Días, después, el lunes 5 de febrero, es decir exactamente 60 años después de que se promulgara la de 1857, la Constitución reformada apareció publicada en las páginas 149 a la 161 del Tomo V, cuarta época, No. 30 del Diario Oficial, que entonces era órgano oficial del Gobierno Provisional de la República Mexicana. La publicación fue ordenada por Venustiano Carranza, el entonces Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.
En 2004 publiqué la novela El testigo, que trata de un investigador literario que ha vivido en Francia y regresa al México de la alternancia democrática. El protagonista, Julio Valdivieso, indaga un episodio extraviado en la biografía del poeta Ramón López Velarde y entra en contacto con Monteverde, sacerdote de buena formación literaria que ha hecho una peculiar lectura del poeta zacatecano. Con fervor por el detalle y por la sobreinterpretación, Monteverde asegura que López Velarde ha obrado milagros. La prueba está en sus versos y es menester canonizarlo.
