En menos de un mes, el último de este 2013, el PRI borró de golpe 84 años de su historia e ideología que le dio origen. Dos reformas a la Constitución bastaron para cambiar dos principios fundamentales y fundacionales del llamado “partido de la Revolución”; si con la reforma política los priistas renunciaron al principio de la “No Reelección”, que estaba contenido en su ADN, con la reforma energética el viejo partido se desdibujó ideológicamente y abandonó lo que le quedaba del nacionalismo en pro de la globalización y la apertura al capital internacional.
El “nuevo PRI”, que lidera Enrique Peña Nieto, se parece cada vez menos al priismo ideológico que gobernó el país durante 71 años. Si aquel decía ubicarse en un dudoso e inexistente “centro político” pero se definía por sus principios más hacia la izquierda, por el tipo de instituciones y políticas públicas que impulsó por siete décadas, este PRI peñista está cada vez más cargado a la derecha e impulsa leyes y un modelo de gobierno mucho más cercano a la derecha histórica mexicana.