MÉXICO, D.F. (Proceso).- Como un largo comercial de televisión. Como un engarzado de spots publicitarios. Como una lista de supermercado pero de logros. Así fue el Segundo Informe de Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional. Presentado a la antigüita ante un público conminado a aplaudir pero sin espacio o tiempo para retar. Orquestado para rendir tributo a las metas del presidente pero sin formato o forma de cuestionar cómo llegará a ellas. Una retahíla de reformas aprobadas, hospitales construidos, inversiones realizadas, obras anunciadas. Todo ello consistente con la narrativa gubernamental del México que se mueve.
Sin embargo, las preguntas siguen allí: ¿El país se mueve en la dirección correcta? ¿Se mueve para todos o para los ganadores de siempre? ¿Las reformas se instrumentarán con la eficacia prometida o serán saboteadas a la hora de su instrumentación? ¿El Estado revigorizado y reformista podrá –ahora sí– enfrentar a los poderes fácticos o acabará claudicando ante ellos con leyes secundarias mal hechas? Preguntas que el discurso presidencial quiso eludir al centrarse en la obtención del consenso, la pluralidad política detrás del Pacto por México, el fin de la parálisis legislativa, los cambios necesarios que ahora ocurren bajo el PRI. El movimiento en sí que posterga las interrogantes sobre su destino y sus beneficiarios.