viernes, 12 de septiembre de 2014

Sergio Sarmiento - El déficit real

Las estadísticas oficiales son un juego de espejos. El gobierno de la República ha decidido usar porcentajes del PIB en lugar de montos concretos de dinero para suavizar ciertas informaciones. De la misma manera ha optado por redefinir conceptos para que las cosas se vean bajo una luz más favorable.

En sus Criterios generales de política económica 2015, por ejemplo, el gobierno federal nos dice que se reducirá el déficit de presupuesto de 1.5 por ciento del producto interno bruto en 2014 a tan sólo 1 por ciento el año que viene.

Parece razonable, ¿verdad? ¿Quién podría preocuparse de un déficit del gasto público de sólo 1 por ciento?

Pero cuidado. El faltante no es de 1 por ciento del gasto público, que sería una forma más adecuada de medirlo, sino de toda la producción de bienes y servicios del país. No entiendo por qué el déficit deba medirse contra el PIB y no contra el gasto.








Si yo tengo un faltante en mi presupuesto personal quizá sea de sólo un 0.0000001 por ciento del PIB, pero me puede quebrar si es el doble que mis ingresos.


Ese pequeño 1 por ciento se eleva en metálico a 183 mil 569.9 millones de pesos. La cifra no es tan diminuta como se pensaba, ¿verdad? Pero ahí no acaba el problema. Otro detalle es que el 1 por ciento no es la cifra total, sino sólo una parte.

Efectivamente, desde hace algunos años el gobierno ha dado a conocer una cifra de déficit que no incluye las inversiones de Pemex, la Comisión Federal de Electricidad y otras empresas paraestatales. Si incluimos esta pequeña omisión, el verdadero déficit que se está proponiendo para 2015 pasa de 1 a 3.5 por ciento del PIB.

En pecuniario, los 183 mil 569.9 millones de pesos son en realidad 641 mil 510 millones de pesos.
Pero tampoco para ahí el iceberg. Al escarbar se encuentra uno con que las cifras de gasto público no incluyen tampoco el servicio de toda la deuda pública. Ni los pagos por Pidiregas, proyectos de inversión de las paraestatales fuera de los libros oficiales, ni los de Fobaproa, el mayor pasivo del sector público de nuestro país, están incluidos en el gasto oficial ni en las cifras del déficit.

El olvido es pequeño para los funcionarios, pero no para los contribuyentes. Se trata de 92 mil 769.6 millones de pesos en 2015.

El faltante total en el presupuesto del sector público se encuentra no en las cifras de déficit sino en un rubro llamado "requerimientos financieros del sector público" o RFSP. El total es de 4 por ciento del PIB, lo cual equivale a 734 mil 279.6 millones de pesos.

¿Le sigue pareciendo poco? Déjeme ponerlo en contexto. La utilidad neta de América Móvil, la mayor empresa privada mexicana, con operaciones no sólo en México sino en otros muchos otros países, fue de 74 mil 625 millones de pesos en 2013.

El déficit del sector público equivale así a 10 veces la utilidad neta de la mayor empresa de nuestro país. Con razón vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

El término "requerimientos financieros" significa el monto que el sector público debe contratar de nueva deuda para financiar su operación. Los 734 mil 279.6 millones de pesos representan por lo tanto el monto de nueva deuda pública que debe contratar el sector público el año que viene.

Son 56 mil 483 millones de dólares al tipo de cambio de 13 por dólar que el propio gobierno proyecta para el 2015.

Es verdad que la deuda pública mexicana ha bajado mucho gracias a los enormes sacrificios que hemos hecho los mexicanos a lo largo de los últimos 25 años. Pero contratar 56 mil millones de dólares de nueva deuda pública en un solo año parece una enorme irresponsabilidad.

Ni siquiera José López Portillo o Luis Echeverría llegaron a contratar tanta deuda en un solo año.


Lata lacrimógena

El objeto que mató al niño Luis Alberto Tehuatlie el 9 de julio en un operativo policial para desalojar un bloqueo de la autopista Puebla-Atlixco fue una lata de gas lacrimógeno. La CNDH cuestionó el uso negligente de la fuerza por la policía, pero también las afectaciones a terceros por el reclamo social.




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