10 de abril del 2000
A Don Félix Serdán, Mayor Honorario.
"Entonces le llegó el parte a Zapata. Estaba comiendo en casa de Santiago Posada, cuando le llegó el parte que el gobierno lo sitiaba. Salió en su caballo y ya en el obrador se quedó parado con quince hombres que lo rodeaban armados. Y el gobierno ya venía, cuatrocientos hombres armados sobre él. Se apeó del caballo, metió mano al rifle y empezó a tirar. Montó en el caballo, se revolvió con unos y salió. Salió con dos y él, tres. Se fue pa'l cerro y allí comenzó la lucha".
Próspero García Aguirre
General del Ejército Libertador.
(Tomado de "La Irrupción Zapatista". 1911" Francisco Pineda Gómez. Editorial ERA -por cierto, felicidades por el 40 Aniversario a la triada Espresate-Rojo-Azorín y banda que los acompaña).
Esta es una historia para niños, niñas y caballos. Viene al caso porque en estos días se recuerda al General Emiliano Zapata y porque abril es, además, el mes de los niños. Y también porque Zapata anduvo por el estado de Morelos, y en Morelos hay una niña, Ixchel, y un niño, Balam, que apoyaron en la consulta de hace un año. En ese entonces la Ixchel andaba por los 7 años y el Balam por los 3. Para ella y para él, y, a través de ellos, para todas las niñas y niños, sale esta historia que habla de un caballo, del caballo de Emiliano Zapata.
El caballo de Zapata
Sobre Emiliano Zapata se ha escrito y dicho mucho, y no es poco lo que se ha hecho. Hay sin embargo, otros aspectos de la lucha zapatista que han pasado desapercibidos para los historiadores. Yo no soy historiador (soy un guerrero, un poco niño y un mucho caballo), pero he tenido los medios para conocer historias grandes y pequeñas que se refieren a lo que estuvo alrededor de mi General. La que ahora les contaréme fue referida, a su vez, por un caballo neozapatista: el Marinero.
El Marinero no es el único caballo neozapatista, muchos otros forman filas insurgentes y hasta hay uno que es Subcomandante (pero esa es otra historia). Yo he tenido varios caballos. Casi todos, invariablemente, se han llamado "Lucero". Cuando alguna vez han coincidido en tiempo y espacio, han sido renombrados de forma obvia: "Lucero", "Lucerito", "Lucerote", "Lucerón", y así. Ahora mi caballo se hace llamar "Lucerotote" o "Grande" y, como su nombre lo indica, es un equino pequeño y patojo que se tropieza casi tanto como yo cuando, juntos, subimos y bajamos lomas, polvos y lodos en las montañas del Sureste Mexicano.