miércoles, 4 de julio de 2012

FRANCISCO ABUNDIS/PARAMETRÍA - ¿Por qué fallaron las encuestas?



Sin duda tenemos que hacer una revisión de números y metodologías de las mediciones pre-electorales y ver por qué la mayor parte de ellas sobrestimaron al PRI.  Y al hacer esa revisión también tenemos que registrar el interés de cada medio para publicar y cómo fue su nota editorial.

No podemos dejar de afirmar que preferimos que se nos evalúe por nuestras mediciones de exit poll o encuesta de salida y conteo rápido, que por las mediciones pre-electorales. Como muestra la tabla, la mayor parte de éstas realizadas el día de la elección fueron bastante precisas. Y para fortuna, las mediciones de encuesta de salida y conteo rápido fueron similares, lo cual no es muy común.


Parece que no es suficiente decir que hacemos diagnósticos, no pronósticos, para el tamaño de sobrestimación que se observó. Pero en fin, este es el papel que se nos quiere dar en los medios de comunicación, no el que escogimos. Aun haciendo nuestro mejor esfuerzo, cuando hablamos de estimaciones siempre hay un nivel de confianza y un margen de error. Pero aun dicho esto, no podemos dejar pasar que los medios hicieron de nuestras mediciones un espectáculo mediático. Tal vez el mejor ejemplo es GEA ISA con Milenio Diario. Una vez que el espectáculo se acabó, el medio no asume responsabilidad y simplemente decide deslindarse del investigador, incluso pidiendo disculpas. Fue el medio el que dijo que eran predicciones, no el investigador. El medio se exculpa responsabilizando al investigador, cuando es el medio el que creó la percepción de pronóstico.

Primero la autocrítica, luego la defensa y al final las explicaciones.  La autocrítica diría que tenemos que ser más precisos porque el elector nos toma por predictores. Prácticamente dos terceras partes de las mediciones pre-electorales GEA ISA, Consulta Mitofsky, Buendía Laredo, BGC, Parametría e incluso Covarrubias y Asociados o Reforma sobrestimamos al PRI en un margen de tres a 11 puntos porcentuales. Ese es el hecho.

¿Qué fue lo que las encuestas sí dijeron? ¿O por qué las encuestas se deben de ver más como escenarios electorales, que dato de precisión? Se dio un ganador claro, que aunque parece poca cosa dado el margen de diferencia entre primer y segundo lugar, hace 12 años que no coincidíamos en ganador y para este periodo electoral sucedió. También señalamos con bastante precisión y coincidencia el momento en que el tercer lugar en la mediciones pasó a ocupar el segundo a mediados de mayo. Así mismo se dijo, salvo excepciones, que esto sería una elección de dos y no de tres.


¿Las explicaciones de la sobrestimación del PRI? Primero hay que decir que hubo algunas mediciones que no sólo no sobrestimaron el margen de diferencia, sino que incluso lo subestimaron, como sería el caso de Berumen e Ipsos-Bimsa (si consideramos su medición y no su modelo).  Ambas mediciones tendrían más problema por su interpretación que por su medición. Los dos casos notables en este rango de “acierto” serían Mercaei por medición y Demotecnia por su modelaje o simulación. Las dos mejores pre-electorales. El resto sobrestimó al PRI, incluido Reforma y Covarrubias.

La diferencia entre las pre-electorales y el resultado final de la elección tiene por lo menos dos explicaciones: error de medición o cambio en la decisión del elector. En el primer rubro tenemos una diferencia, si se midió al partido o al candidato. Escenario muy similar a 2006, donde dependiendo como se medía a Roberto Madrazo, el candidato a la Presidencia o a su partido, los resultados por Calderón variaban. Hubo una distancia de cinco puntos entre Roberto Madrazo (23%) y sus candidatos al Congreso (28%). En 2006, quien medía bien a Madrazo, medía bien a Calderón y quien sobrestimaba a Madrazo, subestimaba a Calderón. Esa fue una de las explicaciones del “error” de la pre-electorales de 2006. En esta elección hay cuatro puntos de diferencia entre AMLO (31%) y sus candidatos al Congreso (27%).  Esta sería una primera explicación en lo que se refiere a la subestimación de AMLO. La subestimación del PRI parece más difícil de explicar.


En la segunda vertiente de explicación, el cambio del elector. La única evidencia que tenemos en Parametría es que para el sábado anterior a la elección la diferencia entre primera y segunda fuerza electoral era de 10 puntos y ya no de 15 puntos como se publicó en la última elección pre-electoral. Es decir, al igual que en elecciones locales como en Puebla, Sinaloa, Oaxaca, Durango o Hidalgo, la última semana cambió la preferencia electoral. Lamentablemente estos datos no son publicables.

En conclusión, si se nos evalúa por nuestras encuestas de salida o conteos rápidos, el saldo es muy positivo, pero si se nos evalúa por las pre-electorales parece que el error se magnifica. Al final, al ser casi dos terceras partes los que sobrestimamos al PRI o subestimamos al PRD, el “error” (asumiendo que son pronósticos, el cual no compartimos) fue genérico y atribuible a un fenómeno medible, llamémosle clima electoral, percepción de ganador, o espiral del silencio. Pero al final, como quiera llamarse, fue medible y no necesariamente un “error”.


Rocha - Ni muy muy, ni tan tan

Creo que es la expresión popular más cercana a una palabra de un valor incalculable: tolerancia. Fundamental para estos días de ánimos encendidos. A ver: lo esencial es que este país no resiste otro desgarramiento como el de 2006, cuya herida no ha sanado aún. El que el gobierno calderonista se haya hecho del poder “haiga sido como haiga sido” provocó dos consecuencias trágicas: una confrontación que aún perdura y, en paralelo, una insensata legitimación cuyo único propósito era sacar al Ejército a la calle –para demostrar quién manda– en una desquiciada guerra al crimen organizado que lo único que ha producido son 60 mil muertos. Por eso el país ya no soportaría ninguna otra lucha fratricida abierta o encubierta. México no se lo merece. 

Por partes: tengo muchos amigos distinguidísimos y honorabilísimos que estuvieron siempre convencidos de que la mejor opinión para la Presidencia era y es Enrique Peña Nieto y votaron por él, así que me parece muy injusto calificarlos de corruptos o descerebrados; igual conozco y respeto a personas entrañables y brillantes que optaron por Josefina Vázquez Mota como la mejor alternativa y eso no los hace ultraconservadores; también, por supuesto, disfruto el afecto mutuo de amigos muy talentosos que con toda convicción se manifestaron siempre públicamente y a través de su voto por Andrés Manuel López Obrador y me resulta desproporcionado e ignorante llamarlos comunistas o, peor aun, terroristas. 

Puntualizando: quiero creer en el IFE, en sus consejeros y en los millones de ciudadanos y observadores nacionales e internacionales que de buena fe participaron en un proceso del que no reportaron anomalías graves; quiero creer en nuestra UNAM, en su rector, en sus académicos y expertos informáticos que avalaron la solidez científica y tecnológica del PREP como un sistema blindado contra cualquier intento de fraude cibernético; creo, en suma, en la lógica más elemental que indica que Enrique Peña Nieto del PRI ganó la elección presidencial con 38.15% de las preferencias, que representa 18 millones 727 mil 398 votos; que Andrés Manuel López Obrador de las izquierdas alcanzó el 31.64% y 15 millones 535 mil 117 votos y Josefina Vázquez Mota del PAN tuvo 25.43% de preferencias y 12 millones 473 mil 106 votos. 

Pero también creo que López Obrador está en todo su derecho de impugnar ese resultado si, como dice, está convencido de que hubo irregularidades que respaldan ese trámite legal. La propia ley se lo permite y además para eso están las instituciones como el IFE y el Trife. Aunque igualmente estoy convencido de que ahora sobre sus espaldas pesa la carga de la prueba. Es decir, Andrés Manuel está obligado a probar todas y cada una de sus imputaciones al proceso; de no hacerlo, pone en riesgo todo su capital político. Además, está obligado a hacerlo a través de los cauces legales, en los plazos y ante los órganos que la propia ley establece. 

En lo que no creo es en la descalificación a veces brutalmente insultante que algunos hacen de AMLO. Porque no sólo lo denigran a él, sino a los millones que votaron por él; casi uno de cada tres de los 49 millones 87 mil 446 mexicanos que sufragaron este domingo. 

En paralelo, creo que si con todo e impugnación el Tribunal Electoral ratifica su triunfo, el gran beneficiario de la legitimidad será Enrique Peña Nieto. Quien seguro no ha de ignorar el hecho de que si Josefina fue relegada a un lejano tercer lugar, a pesar de ser candidata del partido en el gobierno, se debe paradójicamente a eso mismo. A que nunca pudo remontar el peso enorme de la sospecha de ilegalidad que al presidente Calderón, al PAN y a ella misma los ha acompañado durante estos seis años. 

Yo estoy seguro de que Peña Nieto no querrá ganar “haiga sido como haiga sido”.


Fuente http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ni-muy-muy-ni-tan-tan

Raymundo Riva Palacios - Lo sabíamos Andrés Manuel


Fue cálculo, no error, cuando en una reunión con políticos e intelectuales, Andrés Manuel López Obrador se negó a responderle a la activista María Elena Morera si respetaría los resultados electorales del 1 de julio. Con tirabuzón le sacaron en entrevistas una respuesta afirmativa, que resultó tan falso como la charada táctica de haber ido al IFE en  vísperas de los comicios a firmar un Pacto de Civilidad. Perder por un voto, o por 244 mil como ante Felipe Calderón, o por más de tres millones que lleva en desventaja frente a Enrique Peña Nieto es irrelevante. López Obrador no está hecho de madera democrática.

Lo acaba de demostrar este lunes al anunciar que impugnará el resultado. Tendría pleno derecho y legitimidad para hacerlo, de no ser porque los dos principales elementos de su acusación los usa extemporáneamente. López Obrador habló de inequidad en toda la campaña, pero hasta este domingo, antes de conocerse los resultados, sus reclamos no habían sido lo suficientemente poderosos como para, por ejemplo, repudiar el proceso, condenar a las autoridades electorales y retirarse de la elección. Haberlo hecho, además de provocar una crisis por su abandono, le habría dado lafuerza moral y política que le permitiría abanderar su reclamo.

No fue así, y el sabor que deja es el de 1994 en Tabasco y 2006 en las presidenciales: juega con las reglas y cuando no le favorecen, desconoce. En 2000, por intermediación del ex presidente Ernesto Zedillo que le impidió al PRI cuestionar su candidatura al Gobierno del Distrito Federal por carecer de la residencia, López Obrador llegó al poder capitalino a través de una ilegalidad que no cuestionó y sobre la cual gobernó la Ciudad de México. Zedillo quiso que fuera gobernador capitalino y él tomó el regalo de Los Pinos, a sabiendas que era una manzana podrida.

El otro elemento que alega López Obrador, el presunto rebase de los gastos de campaña de Peña Nieto, se ventila en los órganos electorales. Las pruebas que presentó el PRD en abril en el IFE fueron desechadas, y otras denuncias del PAN en vísperas de la elección por el presunto uso de monederos electrónicos, están bajo revisión. Esto, sin embargo, no fue motivo para que Josefina Vázquez Mota, su candidata presidencial, impugnara la elección o desconociera el resultado preliminar.

La inequidad es uno de los déficits de la democracia mexicana y tiene que seguir el esfuerzo para eliminarla. Lo que despierta sospechas sobre las motivaciones de López Obrador son sus contradicciones y las denuncias sin nada, salvo su palabra, que las avalen. Por ejemplo, afirma que le hicieron fraude en las casillas, operado por los gobernadores priistas, que sugiere metieron decenas de miles de votos en  las casillas para impedir su victoria. La acusación es muy fuerte, pero a la vez, la más fácil de probar. Sólo tiene que mostrar las boletas firmadas por los representantes de casilla -incluidos los suyos, que dice estuvieron en “el 100%” de ellas- y los funcionarios del IFE. Si hay boletas falseadas por más de tres millones de votos que eran suyos, López Obrador tiene razón y le robaron la elección. Pero si no es así, ¿qué va a decir? Nada diferente.

Ya anticipó la descalificación. Todos aquellos que votaron por Peña Nieto, dijo, más de 18 millones y medio, “votaron por la corrupción”. Son 18 millones de corruptos, más, se podría decir, el presidente Felipe Calderón que reconoció su triunfo, y Vázquez Mota que hizo lo mismo, y los gobiernos de Argentina, Chile, China, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Nicaragua, el Reino Unido, Uruguay y la Comisión Europea, que felicitaron al priista. En la lógica de López Obrador se puede construir una vez más la teoría de la conspiración, que rebasa a la de 2006, pues ahora no sólo fue doméstica sino global. Las ruedas del complot ya comenzaron a girar desde el domingo y aceleraron el paso tras la rueda de prensa donde se negó a aceptar los resultados, López Obrador dijo que era una persona responsable que entendía el papel que jugaba. Si es cierto, ahora es cuando debe probarlo. Si tiene pruebas que las muestre y demuestre. Si todo sigue siendo aire, el retiro con dignidad es el camino.

raymundo.rivapalacio@24-horas.mx | @rivapa


Aguayo - La impugnación

Di un voto crítico a Andrés Manuel López Obrador, el cual ejerzo al tercer día porque ya no sé si me indignan más las irregularidades o la ineficiencia de los partidos de izquierda.

Estuvo fuera de lugar el protocolo celebratorio del priismo y las felicitaciones hechas por los jefes de Estado. Menospreciaron el discurso pronunciado por Leonardo Valdés la noche del domingo. Dio las cifras del conteo rápido y recordó algo elemental: los "resultados legales son los que arrojará el cómputo de los 300 consejos distritales" y las cifras finales las dará la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Lo hará a más tardar el 6 de septiembre, después de revisar las inconformidades. Así pues, en las próximas semanas los equipos de Andrés Manuel López Obrador armarán los expedientes que, como en el 2006, probablemente terminen integrándose en un solo recurso ("madre", se le llamó en el 2006).

Es legal que Andrés Manuel López Obrador exija el esclarecimiento de las irregularidades. Son ridículas las críticas que se le hacen cuando las impugnaciones son normales después de cada elección; entre el 1996 y el pasado 30 de junio los partidos presentaron al Tribunal Electoral 1,022 juicios de inconformidad. Es legítimo que la impugne porque se multiplican los indicios de que hubo irregularidades; tengo meses machacando este punto y presentando información de diverso tipo.

Alianza Cívica ha estado documentando una tendencia a la alza en la compra y coacción. En la federal de 2003, el 3 por ciento de los electores la padecieron; el pasado domingo esa organización desplegó observadores en 21 estados y, según una encuesta levantada con una muestra estadística representativa, el 28.4 de los electores estuvieron expuestos al menos a una práctica de compra y coacción. Las redes sociales y el internet hierven con evidencia que deberán ponderar los partidos de izquierda mientras arman sus expedientes.

Es difícil que la impugnación proceda porque, como me comenta el abogado especializado en asuntos electorales Joel Reyes Martínez, no existen precedentes de que el Tribunal haya modificado los resultados de una elección con tanta diferencia en puntos. Se desprende la importancia de contar con un documento impecable en su lógica y soporte fáctico. Si el Tribunal termina desechándolo, al menos quedará un registro histórico de los agravios contra la democracia cometidos por Peña Nieto y algunos poderes fácticos ante la pasividad de los árbitros electorales.

Por eso, me quedé desagradablemente sorprendido cuando me enteré, gracias a fuentes confiables de la izquierda partidista, de los errores y omisiones cometidos por los tres partidos de izquierda y Morena.

No realizaron estudios propios con la metodología adecuada para documentar los excesos en gastos de campaña, la parcialidad de algunos medios o la compra y coacción. Sus expedientes sobre esos temas, me dicen, se armarán con lo recopilado este domingo y, en el caso de lo sucedido con anterioridad, con la evidencia reunida por el IFE sobre el comportamiento de los medios, con notas periodísticas, con denuncias ciudadanas o con investigaciones independientes.

Otra barbaridad es que se despreocuparon por combatir los ilícitos documentados por organismos independientes. En las elecciones federales del 2009 Alianza Cívica encontró que tres distritos del Estado de México tenían la mayor incidencia de compra y coacción en el país: Valle de Chalco con 56.8%, Toluca con 42.3% y Ecatepec con 38%. Pese a que conocieron esos estudios, la izquierda mexiquense no elaboró programas especiales para frenar o reducir el festival de abusos, tal vez porque no querían que surgiera evidencia de que ellos también los practican.

Estaría finalmente una repetición de lo sucedido en 2006: falló la coordinación entre los tres partidos y Morena y una de las consecuencias que eso tuvo es que, según una de las fuentes consultadas, sólo cubrieron un 63 por ciento de las casillas con representantes de partidos de izquierda (el dato requiere verificación).

El panismo y las izquierdas aceptaron competir con reglas impuestas por el PRI, el gran maestro de la prestidigitación electoral. Por eso rinden malas cuentas a los ciudadanos que les dimos el voto confiando en que lo defenderían. Me irritan ahora esas denuncias virulentas porque pienso en la displicencia con la cual han defendido nuestros votos. Las cúpulas partidistas rebosan satisfacción por ser la segunda fuerza, ¿sabrán representar a sus electores o volverán a dilapidar la energía social despertada?

Es correcto que López Obrador lleve esta elección a tribunales que deben dar certidumbre democrática corrigiendo las irregularidades demostradas. Es incomprensible la reticencia de AMLO a la autocrítica porque, si esta corriente quiere cambiar al país y representar a sus electores, tendrá que transformarse a sí misma. Y rápido.



Fuente: http://www.reforma.com/editoriales/nacional/664/1326371/default.shtm

Ricardo Alemán - AMLO mintió

Ricardo Alemán
Por segunda elección consecutiva, el candidato perdedor, Andrés Manuel López Obrador, desconoció la elección presidencial y dijo que la impugnará, ya que se cometió un fraude generalizado. 

Además, aseguró que aquellos que votaron por Enrique Peña Nieto, “lo hicieron por respaldar el régimen de corrupción; para mantenerlo, no tengo la menor duda de que ese es el significado de ese voto”, y acusó —en general—, a los medios, dizque por volcarse a favor de Peña Nieto. 

En conferencia de prensa dijo tener pruebas del supuesto fraude —pruebas que, por cierto, nunca presentó—, al tiempo que acusó al gobierno federal, a los gobiernos del PRI y, en general, a las instituciones del Estado todo —sin faltar la acusación al presidente—, por prestarse para “el avasallador comportamiento del aparato gubernamental para la compra de votos”. 

Pero además de la burla para los millones de electores que creyeron en la palabra de López Obrador —de que respetaría el resultado electoral, más allá de su contenido—, lo cierto es que la chabacana descalificación de la elección presidencial —que hizo por segunda ocasión el candidato de las izquierdas—, en realidad fue un grosero montaje en el que aparecieron espontáneos que —de motu propio y que sin que nadie lo impidiera—, ofrecieron “pruebas” del “fraude de Estado”, de la perversa “manipulación del PREP”, y hasta regañaron a los reporteros, porque no quieren ver el horrible fraude. 

A los verdaderos reporteros les fue limitada la posibilidad de preguntar y, cuando lo hacían, eran abucheados por aplaudidores acarreados para arropar a un López Obrador que se negó a responder si había engañado a los ciudadanos al no cumplir su promesa de que respetaría el resultado electoral. Tampoco quiso hablar de las contradicciones de sus dichos previos a la elección, como que iba arriba del PRI en las encuestas, y que confiaba en el IFE. 

En cambio, y luego que sus aplaudidores y espontáneos le ponían el pase para mandar el balón a la red, AMLO insistió que la elección “es una vergüenza nacional”. Por eso la pregunta. ¿Qué significa que el candidato perdedor, de las izquierdas, anuncie que impugnará la elección y que no descarta la resistencia civil?” 

La verdad es que no se requiere bola de cristal. Asistimos a la confirmación de los temores de una mayoría de ciudadanos y potenciales electores que, en los días previos a la elección, apostaron que el candidato López Obrador no respetaría el resultado electoral, si es que resultaba derrotado. Muchos apostaron por la posibilidad de que AMLO desconociera el resultado de la contienda, que gritaría que le cometieron fraude y que iniciaría una crisis postelectoral. 

Y esa crisis ya está en puerta. López Obrador dijo que acudirá a las instancias necesarias para anular la elección, en tanto que otro grupo palero, como el estudiantil #132, inició la movilización callejera para “repudiar el fraude”. Y también aquí vale recordar que muchas voces señalaron que el movimiento estudiantil sería el ariete para movilizar la crisis postelectoral que, por si existían dudas, ya inicio. Y la bandera, será “el fraude”. 

¿Cuál fraude? 

El que sólo ven el candidato López Obrador y su claque. Y es que llama la atención que cuando todos o casi todos los especialistas califican la elección constitucional del pasado domingo, como una de las más transparentes y limpias de la historia, un ambicioso carente de la más elemental cultura democrática, como AMLO, vuelve a patear la mesa y desconoce el resultado, sólo una vez que fue derrotado. 

Pero el grosero espectáculo de López Obrador resulta aún más grotesco, si recordamos que durante diversos encuentros, tanto intelectuales, como periodistas y empresarios, exhortaron a López Obrador a comprometerse con el respeto al resultado de las elecciones. Luego que se hizo del rogar, al final de cuentas aceptó la firma de un acuerdo ante los consejeros del IFE y con los otros candidatos presidenciales; firma en la que pocos creyeron, sobre todo porque una abrumadora mayoría de ciudadanos no le creen a López Obrador. 

Aquí dijimos que la firma de ese “acuerdo bananero”, no sería más que una burla; una firma que AMLO nunca respetaría, ya que lo suyo es la mentira y el engaño. Y no pasó ni una semana para confirmar que López Obrador sólo firmó para salir del paso; a sabiendas de que no cumpliría ningún acuerdo. Engañó a los electores, a sus seguidores y, en general, al árbitro electoral, convocante de la firma del acuerdo. Por cierto, un acuerdo igual al que firmaron todos los partidos en 2006 y que, igual que hoy, tampoco cumplió AMLO. 


Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/amlomintio-1323811-columna.html

Ciro Gómez Leyva - La opinión de GEA/ISA sobre la encuesta Milenio-GEA/ISA


Ciro Gómez Leyva

Con el título “¿Democracia sin encuestas?” recibo este texto de GEA-ISA sobre nuestra encuesta de seguimiento diario. Reproduzco:
“Las encuestas sirven para reducir la incertidumbre en torno a los comicios y, con ello, contribuyen a facilitar el proceso electoral. Esto quedó de manifiesto durante estos comicios, para los cuales GEA e ISA realizaron el ejercicio inédito de publicar, junto con Grupo Milenio, una encuesta nacional de seguimiento diario y otra en el DF, con sus encuestas de salida.
“Estas encuestas, al igual que las de otras casas, contribuyeron con información valiosa para la ciudadanía durante el proceso. Las encuestas en el DF midieron acertadamente  los resultados de la elección para Jefe de Gobierno. La nacional de seguimiento diario reflejó correctamente el ordenamiento de los contendientes, la evolución de las preferencias ciudadanas y la intención de voto por los candidatos del PAN, izquierdas y Nueva Alianza. Sin embargo, registró, al igual que otras, una preferencia por el candidato del PRI varios puntos arriba del resultado de la elección. Las encuestas de salida aproximaron correctamente el porcentaje de votación para tres candidatos, pero sobreestimaron las preferencias por Peña Nieto.
“Se trata de diferencias sistémicas que ameritan un cuidadoso análisis de todas las casas encuestadoras que permita, con la información disponible, determinar sus causas.
“Ese es el reto profesional que GEA-ISA asume plenamente. Hasta ahora, existe evidencia de un posible impacto de que algunos de quienes informaban que votarían por el candidato presidencial del PRI, no hayan concurrido a las urnas.
“GEA-ISA no se retira de las encuestas electorales, sino que compromete el esfuerzo que sea necesario para el mejoramiento continuo de los ejercicios demoscópicos, lo que en nuestra opinión contribuye más al desarrollo de la democracia mexicana”.


Wenceslao Fernández Flórez - La fraga de Cecebre

Wenceslao Fernández Flórez
(1885-1964)
Este cuento pertenece a "El bosque animado", una obra que suele ser presentada como una novela cuando en realidad es una colección de relatos cortos íntimamente relacionados. El protagonista y denominador común de la obra de  Fernández Flórez es el bosque, la fraga de Cecebre.
Espero lo disfruten, les incluyo la película, esta en gallego, pero se entiende perfectamente.


La fraga de Cecebre

La fraga es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra; en sus cuevas se hunde, en sus cerros se eleva, en sus llanos se iguala. Es toda vida: una legua, dos leguas de vida entretejida, cardada, sin agujeros, como una manta fuerte y nueva, de tanto espesor como el que puede medirse desde lo hondo de la guarida del raposo hasta la punta del pino más alto. ¡Señor, si no veis más que vida en torno! Donde fijáis vuestra mirada divisáis ramas estremecidas, troncos recios, verdor; donde fijáis vuestro pie dobláis hierbas que después procuran reincorporarse con el apocado esfuerzo doloroso de hombrecillos desriñonados; donde llevéis vuestra presencia habrá un sobresalto más o menos perceptible de seres que huyen entre el follaje, de alimañas que se refugian en el tojal, de insectos que se deslizan entre vuestros zapatos, con la prisa de todas sus patitas entorpecidas por los obstáculos de aquella selva virgen que para ellos representan los musgos, las zarzas, los brezos, los helechos. El corazón de la tierra siente sobre sí este hervor y este abrigo, y se regocija.

La fraga es un ser hecho de muchos seres. (¿No son también seres nuestras células?) Esa vaga emoción, ese afán de volver la cabeza, esa tentación —tantas veces obedecida— de detenernos a escuchar no sabemos qué, cuando cruzamos entre su luz verdosa, nacen de que el alma de la fraga nos ha envuelto y roza nuestra alma, tan suave, tan levemente corno el humo puede rozar el aire al subir, y lo que en nosotros hay de primitivo, de ligado a una vida ancestral olvidada, lo que hay de animal encorvado, lo que hay de raíz de árbol, lo que hay de rama y de flor y de fruto, y de araña que acecha y de insecto que escapa del monstruoso enemigo tropezando en la tierra, lo que hay de tierra misma, tan viejo, tan oculto, se remueve y se asoma porque oye un idioma que él habló alguna vez y siente que es la llamada de lo fraterno, de una esencia común a todas las vidas.

—¡Espera —nos pide—; déjame escuchar aún, y entenderé! ¡Mas está tan lejano aquel recuerdo…! Seguimos nuestra marcha entre la luz verdosa, y al salir bajo el sol, pensamos: «Algo extraño ocurrió; como si intentasen hablarnos y se arrepintiesen».
Nadie puede decir exactamente por qué, y hasta quizá lo negaría, pero todos los espíritus sienten una turbación cuando les envuelve la fraga; los niños no pasan de sus linderos, las muchachas la atraviesan con un recelo palpitante porque se acuerdan por la noche de ese fantasma alto, alto y blanco, blanco, que es la Estadea, y por el día, del sátiro al que los poetas han hecho funerales desde que nadie volvió a verle en las montañas polvorientas de Grecia ni en las florestas de Italia, pero que vive misteriosamente refugiado —con el extraño nombre de Rabeno— en las umbrías de Galicia, sin más cronistas que las viejas y las mozas que hablan de él entre risas y miedos, en la penumbra de la cocina donde arden el tojo y el brezo y las ramas de roble vestidas de musgo gris. Cuando los hombres que van a la feria de Cambre atraviesan la honda corredoira, piensan que es una buena y fanfarrona compañía el ruido que hacen en los guijarros las herraduras de sus caballejos menudos, omnívoros y despeinados, de color guinda en aguardiente, que no galopan nunca, pero no se cansan jamás. Y el señor del pazo, si pasea lentamente por los asombrados veriles, se acuerda de que escribió algunos versos en su juventud, y otras veces medita sin amargura en la muerte.

La fraga es ella misma un ser compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero es más varia que la ciudad, porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se imprime hasta el panorama urbano, y en la fraga el hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir. Hasta no es muy seguro que el hombre sea también en la fraga la conciencia de la naturaleza, porque cuando el lagarto se queda inmóvil, como una joya verde y añil abandonada sobre una roca, o la urraca se detiene en un árbol a mirar con sus ojos pequeñitos los charcos que brillan y las hojas que tiemblan, o el penacho apretado y tierno de un pino de cuatro años se asoma sobre el tojo, podría jurarse que de alguna manera sienten en su sangre o en su savia la dulzura, el misterio y el encanto de aquel lugar. Éste es el libro de la fraga de Cecebre.

San Salvador de Cecebre es una parroquia de Galicia, rugosa, frondosa y amena. Para representar gráficamente su suelo bastaría entrecruzar los dedos de ambas manos, que así se entrecruzan sus montes, todos verdes y de pendientes suaves. Ni llanuras ni tierras ociosas. Gente honesta que no desdeña ni el vino nuevo ni las costumbres antiguas, y cuyo vago amor a lo extraordinario les impele a buscar en el Santoral los nombres que juzgan más infrecuentes o más bellos al bautizar a sus hijos. Parece que está en el fin del mundo, pero en los días de noroeste el aullido de las sirenas de los transatlánticos que anclan en La Corana llega hasta allí, salvando quince kilómetros, y aviva en el alma de los labriegos esa ansia de irse que empujó a los celtas por toda Europa en siglos de penumbra, y los reparte hoy por ambos hemisferios.

En el idioma de Castilla, fraga quiere decir breñal, lugar escabroso poblado de maleza y de peñas. Pero tal interpretación os desorientaría, porque fraga, en la lengua gallega, significa bosque inculto, entregado a sí mismo, en el que se mezclan variadas especies de árboles. Si fuese sólo de pinos o sólo de castaños o sólo de robles, sería un bosque, pero ya no sería una fraga. Cuando un hombre consigue llevar a la fraga un alma atenta, vertida hacia fuera, en estado —aunque transitorio— de novedad, se entera de muchas historias. No hay que hacer otra cosa que mirar y escuchar, con aquella ternura y aquella emoción y aquel afán y aquel miedo de saber que hay en el espíritu de los niños. Entonces se comprende que existe otra alma allí, infinitas almas; que está animado el bosque entero; almas infantiles también, pequeñitas y variadas, como mariposas, y que se entienden, sin hablar, con la nuestra, como se entienden entre sí los niños pequeñitos que tampoco saben hablar. Pero los hombres suelen llevar rayada ya —como un disco gramofónico— la superficie endurecida de su ánimo, con sus lecturas y sus meditaciones, con sus placeres y sus ocupaciones, con sus cariños y sus aborrecimientos. Y van de aquí para allá, pero siempre suenan lo mismo, como sonaría el disco en aparatos diversos, y ellos no pueden escuchar nunca más que la propia voz de su vida ya cuajada. Es en vano que pasen de la montaña al mar o de las calles asfaltadas a los senderillos aldeanos, porque la aguja de cualquier emoción correrá fatalmente por las rayitas de su alegría o de su desgracia y sonará la canción de siempre. Si esos hombres se asoman a la fraga, piensan que el aire es bueno de respirar, o en cuánto dinero producirá la madera, o en la dulzura de pasear entre la sombra verde con su amada, o en devorar una comida sobre el musgo, cerca del manantial donde pondrían a refrescar las botellas. Nada más pensarían, y en nada de ello estaría la fraga, sino ellos. ¡Triste obsesión que hace tan pequeños los horizontes de la vida como el redondel de un disco! ¡Yo, yo, yo!, va raspando la aguja hasta ese final que copia tan bien los estertores humanos.

Éste es el libro de la fraga de Cecebre. Si alguno de esos hombres llega a hojearlo, ¿podrá encontrar la ternura un poco infantil necesaria para gustar sus historias? Pero también hubo en la fraga un personaje solemne, con alma desdeñosa y seca. Veréis: Los árboles tienen sus luchas. Los mayores asombran a los pequeños, que crecen entonces con prisa para hacerse pronto dueños de su ración de sol, y al esparcir las raíces bajo la tierra, hay algunos quizá demasiado codiciosos que estorban a los demás en su legítimo empeño de alimentarse. Pero entre todos los seres vivos de la fraga son los más pacíficos, los más bondadosos, los que poseen un alma más sencilla e ingenua. Conviene saber que carecen absolutamente de vanidad. Nacen en cualquier parte e ignoran que sólo por el hecho de crecer allí, aquel lugar queda embellecido. No se aburren nunca porque no miran a la tierra, sino al cielo, y el cielo cambia tanto, según las horas y según las nubes, que jamás es igual a sí mismo. Cuando los hombres buscan la diversidad, viajan. Los árboles satisfacen ese afán sin moverse. Es la diversidad la que se aviene a pasar incesantemente sobre sus copas.

Ellos son también la diversidad. Como quiera que se agrupen, siempre forman un conjunto armonioso, y hasta los que nacen aislados en la campiña o sobre los cerros parecen tener una profunda significación que emociona el espíritu. Si los troncos son rectos, nos impresiona su esbeltez; si torcidos y atormentados, no deja de haber en ellos una sugerida belleza, algo que los humaniza, ante nuestros ojos. Según avanzamos por un bosque, la alineación de sus árboles, el perfil del ramaje, el artesonado de las hojas cambia y el panorama se renueva incesantemente con perspectivas en que las formas se conjugan en modos infinitos, como los hombres no han acertado a conseguir ni en el más complicado y fastuoso de los bailes. La Desgracia —que conoce todos los caminos del mundo— pone también, a veces, sus lentos pies en los senderos del bosque. Es cuando acuden los leñadores con sus hachas de largo mango, o cuando el furioso vendaval apoya su espalda en la tupida fronda y empuja hasta sentir el crujido mortal del tronco, o cuando el ascua desprendida de una locomotora hace nacer entre la hierba seca una lengüecilla roja que después se multiplica y crece y corre y se eleva hasta colgarse de las ramas que se retuercen y chisporrotean y abaten. Pero todo esto es infrecuente y la calma feliz es la habitual moradora de la fraga.

Los árboles ejercitan distracciones, tan inocentes como ellos mismos, que no conocen el mal. Especialmente les gusta cantar, y cantan en coro las pocas canciones que han logrado componer. Como todas las plantas, aman intensamente el agua y a ensalzarla dedican sus mejores sinfonías, que son dos y las podéis oír en todos los bosques del mundo: una imita el ruido de la lluvia sobre el ramaje y la otra copia el rumor de un mar lejano. Alguna vez, en la penumbra de una arboleda, os habrá sorprendido el son de un aguacero que, distante al principio, va acercándose hasta pasar sobre vuestra cabeza; miráis al cielo por los intersticios del verdor, y está limpio y azul: ni una gota desciende a humedecer la tierra, pero el sonido continúa y se aleja y vuelve… Si entonces observáis las ramas, veréis hojas estremecidas como la garganta de un cantor. Los árboles han iniciado su orfeón. ¿Cuál de ellos ha comenzado? ¿Es aquella alta copa, visible sobre todas las sumidades, la que marca el compás y dirige el coro con su casi imperceptible balanceo? Los hombres no podemos adivinarlo. Otras veces se hace audible en el bosque el fragor —muy remoto— de un mar embravecido, el rodar de las olas desmelenadas y su choque sonoro contra los arrecifes. Juraríais que el océano abre sus llanuras poco más allá de la floresta, y sin embargo os separan de él muchos kilómetros; pero los pinos rodenos que viven en los acantilados han aprendido su canción y se la enseñaron a los demás árboles. Tan bien la saben que no falta ni el silbido del viento en las cuerdas de los navíos ni el correr del agua por la playa, que evoca el rasgarse de una tela sedosa.

Un día llegaron unos hombres a la fraga de Cecebre, abrieron un agujero, clavaron un poste y lo aseguraron apisonando guijarros y tierra a su alrededor. Subieron luego por él, prendiéronle varios hilos metálicos y se marcharon para continuar el tendido de la línea. Las plantas que había en torno del reciente huésped de la fraga permanecieron durante varios días cohibidas con su presencia, porque ya se ha dicho que su timidez es muy grande. Al fin, la que estaba más cerca de él, que era un pino alto, alto, recio y recto, dijo:
—Han plantado un nuevo árbol en la fraga.
Y la noticia, propagada por las hojas del eucalipto que rozaban al pino, y por las del castaño que rozaban al eucalipto, y por las del roble que tocaban las del castaño, y las del abedul que se mezclaban con las del roble, se extendió por toda la espesura. Los troncos más elevados miraban por encima de las copas de los demás, y cuando el viento separaba la fronda, los más apartados se asomaban para mirar.
—¿Cómo es? ¿Cómo es?
—Pues es —dijo el pino— de una especie muy rara. Tiene el tronco negro hasta más de una vara sobre la tierra, y después parece de un blanco grisáceo. Resulta muy elegante.
—¡Es muy elegante, muy elegante! —transmitieron unas hojas a otras.
—Sus frutos —continuó el pino fijándose en los aisladores— son blancos como las piedras de cuarzo y más lisos y más brillantes que las hojas del acebo.
Dejó que la noticia llegase a los confines de la fraga y siguió: 
—Sus ramas son delgadísimas y tan largas que no puedo ver dónde terminan. Ocho se extienden hacia donde el sol nace y ocho hacia donde el sol muere. Ni se tuercen ni se desmayan, y es imposible distinguir en ellas un nudo, ni una hoja ni un brote. Pienso que quizá no sea ésta su época de retoñar, pero no lo sé. Nunca vi un árbol parecido. 


Todas las plantas del bosque comentaron al nuevo vecino y convinieron en que debía de tratarse de un ejemplar muy importante. Una zarza que se apresuró a enroscarse en él declaró que en su interior se escuchaban vibraciones, algo así como un timbre que sonase a gran distancia, como un temblor metálico del que no era capaz de dar una descripción más precisa porque no había oído nada semejante en los demás troncos a los que se había arrimado. Y esto aumentó el respeto en los otros árboles y el orgullo de tenerlo entre ellos. Ninguno se atrevía a dirigirse a él, y él, tieso, rígido, no parecía haber notado las presencias ajenas. Pero una tarde de mayo el pino alto, recio y recto se decidió… sin saber como. Su tronco era magnífico y valía muy bien veinte duros, aunque él ni siquiera lo sospechaba y acaso, de saberlo, tampoco cambiase su carácter humilde y sencillo. El caso es que aquella tarde fue la más hermosa de la primavera; las hojas, de un verde nuevo, eran grandes ya y cumplían sus funciones con el vigor de órganos juveniles; la savia recogía del suelo húmedo sustancias embriagadoras; todo el campo estaba lleno de flores silvestres y unas nubecillas se iban aproximando con lentitud al Poniente, preparándose para organizar una fiesta de colores al marcharse el sol. Quiso la suerte que una leve brisa acudiese a meter sus dedos suaves entre la cabellera de la fronda, tupida y olorosa como la de una novia, y bajo aquella caricia la fraga ronroneó un poquito, igual que un gato al que rascasen la cabeza, y luego se puso a cantar. 


Como estaba contenta y en la plenitud de su vigor, prefirió de su repertorio una canción burlesca: la que copia el atenuado fragor del tren cuando avanza, todavía muy lejos, entre los pinares de Guísamo. Es la que más divierte a los árboles, porque lo imitan tan bien que muchos aldeanos que pasan por las veredas se dan a correr al escucharla, creyendo que el convoy está próximo y que les será difícil alcanzarlo. Con esto los árboles gozan como niños traviesos. 
El pino, cantando en sordina entre los largos dientes de sus hojas, tenía un papel principal en el coro del bosque y merecía la fama de dominar la onomatopeya. Su propia felicidad, el alborozo pueril de aquella diablura, le movió a decirle al poste: 
—¿No quiere usted cantar con nosotros? El poste no contestó. 
—Seguramente —insistió el pino, inclinando su copa en una cortesía— su voz es delicada y armoniosa, y a todos nos agradará que se una a las nuestras. 
El poste silbó malhumorado. 
—¿Y a qué viene eso? ¿Qué cantan ustedes? 
—Imitamos a un tren remoto. 
—¿Y para qué? ¿Son ustedes el tren? 
—No —reconoció el pino, avergonzado. 
—Entonces, ¿qué pretenden con esa mixtificación? Y ya que usted me interpela, le diré que no encuentro seria su conducta. 
—¿Quizá le agrada más la canción de la lluvia? 
—No. 
—¿Acaso la canción del mar? 
—Ninguna de ellas. Éste es un bosque sin formalidad ¿Quién podría creer que árboles tan talludos pasasen el tiempo cantando como ranas? Yo no canto nunca, susurro apenas. Si ustedes acercasen a mí sus oídos, escucharían el murmullo de una conversación, porque a través de mí pasan las conversaciones de los hombres. Eso si que es maravilloso. Sepan que vivo consagrado a la ciencia y que yo mismo soy ciencia y que todo lo que ustedes hacer a mi alrededor lo reputo como bagatela y sensiblería, si alguna vez me digno abandonar mis abstracciones y reparar en ello. 


La opinión del poste pronto fue conocida en toda la fraga y ya no se atrevieron a entregarse a aquel entretenimiento que el árbol extraño y solemne, de ramas de alambre, acusaba de frivolidad. Llegó el verano y los pájaros se hicieron entre la fronda tan numerosos como las mismas hojas. El eucalipto, que era más alto que el pino y que los más viejos árboles, daba albergue a una pareja de cuervos y estaba orgulloso de haber sido elegido, porque esas aves buscan siempre los cúlmenes muy elevados y de acceso difícil. Un día en que su esencia se evaporaba al fuerte sol con tanta abundancia que todo el bosque olía a eucalipto, se decidió a conversar con el poste y le dijo: 
—He notado que no adoptó usted ningún nido, señor. Quizá porque no conoce aún a los pájaros que aquí viven y no ha hecho su elección. Me gustaría orientarle, pues supongo que usted sostendría un nido con agrado. Nos convierten en algo así como un regazo maternal. Yo alojo a unos cuervos. No molestan, pero confieso que son poco decorativos. Quisiera recomendarle a usted las oropéndolas. Ya habrá visto que hay oropéndolas en Cecebre. Pues bien, cuelgan sus nidos con tanta belleza y originalidad que no desmerecerían de las que a usted le ennoblecen. 
El poste crujió: 
—¿Para qué quiero yo sostener nidos de pájaros y soportar sus arrullos y aguantar su prole? ¿Me ha tomado usted por una nodriza? ¿Cree que soy capaz de alcahuetear amoríos? Puesto que usted me habla de ello, le diré que repruebo esa debilidad que induce a los árboles de este bosque a servir de hospederos a tantas avecillas inútiles que no alcanzan más que a gorjear. Sepa de una vez para siempre que no se atreverán a faltarme al respeto amasando sobre mí briznas de barro. Los pájaros que yo soporto son de vidrio o de porcelana, y no les hace falta plumaje de colorines, ni lanzarán un trino por nada del mundo. ¿Cómo podría yo servir a la civilización y al progreso si perdiese tiempo con la cría de pajaritos? 


Estas palabras circularon en seguida por la fraga, y los árboles hicieron lo posible para desprenderse de los nidos y para ahogar entre sus hojas el charloteo de los huéspedes alados que iban a posarse en las ramas. Sobre el tronco del pino resbalaron una vez diáfanas gotas de resina que quedaron allí, inmovilizadas, como una larga sarta de brillantes. De ellas arrancaba el sol destellos de los siete colores, y el pino estaba satisfecho de ser —tan esbelto, tan oloroso y tan enjoyado— una maravilla viviente. 
—¿Se ha fijado usted en mis collares? —se atrevió a preguntar al vecino. 
—Sí —aprobó esta vez el poste—; claro que usted llama collares a lo que no son más que gotas de resina. Pero la resina es buena: es aisladora (el pino ignoraba de qué), y es más digno producirla que dedicarse a dar castañas, como ese árbol gordo que está detrás de usted. Cierto es que, por muchos esfuerzos que usted haga, no conseguirá crear un aislador tan bueno como los míos, pero algo es algo. Le aconsejo que se deje dar unos cortes en el tronco, a un metro del suelo, y así segregará más resina. —¿No será muy debilitante? —temió, estremeciéndose el pino. 
—Naturalmente, debilita mucho, pero resulta más serio. No crea usted que eso se opone a hacer una buena carrera. 
—¡Ah! —exclamó el árbol, que seguía sin entender. 
—Hasta la favorece, si se me apura. Conocí varios pinos que fueron sangrados abundantemente, que trabajaron desde su edad adulta para la Resinera Española. Y ahí los tiene usted ahora con muy buenos puestos en la línea telegráfica del Norte, dedicados también a la ciencia. 


Aquel año los vendavales de invierno fueron prolongados y duros. Durante varios días seguidos los árboles no conocieron el reposo. Incesantemente encorvados, cabeceando y retorciéndose, llenaban el bosque de ruido siniestro de sus crujidos y del batir de sus ramas. Les era imposible descansar de tan violento ejercicio y sus hojas secas, arrebatadas por el huracán, parecían llevar demandas de socorro. Temblaban desde las raíces hasta las más débiles ramas, y el viento no se compadecía. A la tercera noche, un cedro no pudo más y se desplomó, roto. Las ramas de algunos compañeros próximos intentaron sostenerlo, pero estaban cansadas también y se quebraron y dejaron resbalar hasta el suelo al bello gigante, con un golpe que resonó más allá de la fraga. Todo fue duelo. El hueco que deja en un bosque un árbol añoso es tan entristecedor y tan visible como el que deja un muerto en su hogar. Únicamente el poste pareció alegrarse. 
—Al fin se decidió a cumplir su destino —declaró—. Ahora podrán hacerse de él muy hermosas puertas, que es para lo que había nacido; no para esconder gorriones y para tararear tonterías. Y ustedes aprendan de él. ¿Qué hace ahí ese nogal? Otros muchos más jóvenes he tratado yo cuando se estaban convirtiendo en mesas de comedor y en tresillos para gabinete. ¿Y aquel castaño gordo, tan pomposo y tan inútil? ¿A qué espera para dar de sí varios aparadores? ¡Pues me parece a mí que ya es tiempo de que tenga juicio y piense en trabajar gravemente! ¡Vaya una fraga ésta! ¡No hay quien la resista! Si yo no estuviese absorto en mis labores técnicas, no podría vivir aquí. 
Los pareceres de aquel vecino tan raro y solemne influyeron profundamente en los árboles. Las mimbreras se jactaban de tener parentesco con él porque sus finas y rectas varillas semejábanse algo a los alambres; el castaño dejó secar sus hojas porque se avergonzaba de ser tan frondoso; distintos árboles consintieron en morir para comenzar a ser serios y útiles, y todo el bosque, grave y entristecido, parecía enfermo, hasta el punto de que los pájaros no lo preferían ya como morada. 
Pasado cierto tiempo, volvieron al lugar unos hombres muy semejantes a los que habían traído el poste; lo examinaron, lo golpearon con unas herramientas, comprobaron la fofez de la madera carcomida por larvas de insectos, y lo derribaron. Tan minado estaba, que al caer se rompió. El bosque hallábase conmovido por aquel tremendo acontecimiento. La curiosidad era tan intensa que la savia corría con mayor prisa. Quizá ahora pudieran conocer, por los dibujos del leño, la especie a que pertenecía aquel ser respetable, austero y caviloso. 


—¡Mira e infórmanos! —rogaron los árboles al pino. 
Y el pino miró. 
—¿Qué tenía dentro? 
Y el pino dijo: 
—Polilla. 
—¿Qué más? 
Y el pino miró de nuevo: 
—Polvo. 
—¿Qué más? 
Y el pino anunció, dejando de mirar: 
—Muerte. Ya estaba muerto. Siempre estuvo muerto.
Aquel día el bosque, decepcionado, calló. Al siguiente entonó la alegre canción en que imita a la presa del molino. Los pájaros volvieron. Ningún árbol tornó a pensar en convertirse en sillas y en trincheros. La fraga recuperó de golpe su alma ingenua, en la que toda la ciencia consiste en saber que de cuanto se puede ver, hacer o pensar sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir. 

Leído en: http://yovivoenella.blogspot.mx/2010/04/wenceslao-fernandez-florez-la-fraga-de.html



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