Era el caso de la escasez, de la dinámica, y también de estos dos conceptos que se nos confunden en muchas ocasiones.
Decíamos que la desigualdad, por sí misma, no necesariamente es un problema. Sí lo es cuando el ingreso promedio es bajo, porque al sumarse a él la desigualdad, nos da como resultado muchas personas en pobreza, y eso sin duda es algo que no queremos. Pero si el ingreso no es bajo, entonces la desigualdad sólo es problema si es muy grande. Y de ahí pasamos a la dificultad de definir lo que es mucha o poca desigualdad.
Ahora, sin embargo, quiero comentar con usted una discusión que es frecuente en estos temas, y es acerca de la igualdad (o desigualdad) de oportunidades frente a la de resultados. Por ejemplo, para algunos lo que tenemos que hacer es evitar la desigualdad del ingreso, y eso significa quitar a quienes más ingreso tienen para dar a quienes menos tienen. Con eso se iguala el ingreso. Otros, en cambio, creen que esto no debería ser así, y que lo que hay que tratar de igualar no es el resultado, es decir el ingreso, sino las oportunidades iniciales para llegar a ese ingreso. Así, lo que tenemos que hacer no es transferir dinero de ricos a pobres, así nomás, sino convertirlo en un “piso más parejo” de arranque: sistemas de salud y educación pública que permitan que cualquier niño arranque en las mismas condiciones.