KUALA LUMPUR, Malasia.- Ambición es la palabra con la que se puede describir esta ciudad del archipiélago malayo. Obsesión, el calificativo que mejor encaja con la persecución de sus metas, que no son pequeñas: un ecosistema que la ubique entre las más competitivas de Asia, que le permita desafiar a Tokio, Dubai o Singapur. El plan está en marcha. Decenas de grúas revelan la intensidad de la construcción, y hay calles abiertas por todos lados, que marcan las rutas del nuevo sistema de transporte subterráneo. Un tren bala conectará en 90 minutos esta capital con Singapur el próximo año, y ya operan kilómetros de nuevos andaderos volados sobre las calles para los peatones.
Esta capital se encuentra en un movimiento frenético. Lo que más presumen, sin embargo, es la revitalización del Kuala Lumpur del futuro, los 300 edificios que están levantando en esta capital, que incluyen un edificio de 150 metros más alto que las Petronas, las dos torres gemelas que parecen minaretes, que en 1998 eran los edificios más altos del mundo. Pero hablar de rascacielos en esta ciudad es una redundancia, pues su horizonte lo dibujan decenas de espinas de concreto surgidas en un estuario de lodo, que es lo que era Kuala Lumpur en 1857, cuando llegó un grupo de chinos proyectistas en minerales, y empezaron a trabajar la hojalata.