jueves, 1 de enero de 2015

Raymundo Riva Palacio - Kuala Lampur

Kuala Lumpur

KUALA LUMPUR, Malasia.- Ambición es la palabra con la que se puede describir esta ciudad del archipiélago malayo. Obsesión, el calificativo que mejor encaja con la persecución de sus metas, que no son pequeñas: un ecosistema que la ubique entre las más competitivas de Asia, que le permita desafiar a Tokio, Dubai o Singapur. El plan está en marcha. Decenas de grúas revelan la intensidad de la construcción, y hay calles abiertas por todos lados, que marcan las rutas del nuevo sistema de transporte subterráneo. Un tren bala conectará en 90 minutos esta capital con Singapur el próximo año, y ya operan kilómetros de nuevos andaderos volados sobre las calles para los peatones.

Esta capital se encuentra en un movimiento frenético. Lo que más presumen, sin embargo, es la revitalización del Kuala Lumpur del futuro, los 300 edificios que están levantando en esta capital, que incluyen un edificio de 150 metros más alto que las Petronas, las dos torres gemelas que parecen minaretes, que en 1998 eran los edificios más altos del mundo. Pero hablar de rascacielos en esta ciudad es una redundancia, pues su horizonte lo dibujan decenas de espinas de concreto surgidas en un estuario de lodo, que es lo que era Kuala Lumpur en 1857, cuando llegó un grupo de chinos proyectistas en minerales, y empezaron a trabajar la hojalata.








En Kuala Lumpur hay nueve edificios más altos que la Torre Mayor, que tiene 51 pisos, otros nueve que son similares, y otros 18 que son semejantes o más altos que la Torre Latinoamericana, que son los dos edificios más altos de México. Pero lo que viene para 2020, revolucionará lo existente. El proyecto más ambicioso será la torre Warisan Merdeka, que será terminada en 2019, que tendrá 596 metros de altura, casi 150 metros más que las Petronas, que tienen 118 pisos.

La revolución aquí es resultado de lo más importante que tienen los malasios, una visión común de futuro, un sueño compartido y un diseño de Estado. Sucesivos gobernantes siguieron y profundizaron el proyecto del primer ministro de Malasia, Mohammad Mahathir, que en los 90’s se convirtió en la voz más crítica de los países industriales, al tiempo de iniciar un plan de largo aliento para convertir esta capital en una de las metrópolis más sofisticadas del mundo y crear un ecosistema que atraiga a las multinacionales del mundo.

Desde 2011 el gobierno malasio logró que se instalaran 40 multinacionales, dentro de un plan para atraer a un centenar en las áreas estratégicas que les interesan, y para lo cual están diseñando sus planes de estudio y especialización: servicios de ingeniería, hidrocarburos, salud, procesamiento de alimentos, ventas al mayoreo y tecnología verde. Con esto, que requerirá para 2020 una inversión de 444 mil millones de dólares que crearán 3.3 millones de empleos, esperan alcanzar un ingreso per cápita de 12 mil dólares anuales, con lo que pasarán a ser un país de alto ingreso, bajo los parámetros del Banco Mundial. En la actualidad se tienen un per cápita de 10 mil dólares, con una tasa de crecimiento, en el primer semestre, de 6.2%.

Las autoridades se desesperan porque no avanzan más rápido, a lo que se le añade la externalidad de la caída de los precios del petróleo, que afectan a la economía malasia, cuya economía es dependiente del petróleo. El plan para 2020 busca reducir esa dependencia del petróleo, que sin embargo, fue utilizada para colocar a Malasia en el mapa del mundo. Las Petronas tomaron su nombre de la empresa petrolera nacional, para dar a conocer la marca en el mundo. El edificio no fue originalmente construido para la empresa, pero el gobierno presionó al empresario constructor para que se la vendiera. Hoy, una de las dos torres de 88 pisos es ocupada enteramente por la petrolera malasia, y el otro por todas las multinacionales de hidrocarburos que hacen negocios con ella. En la planta baja construyeron un centro comercial para consumo de alto ingreso, rodeado por hoteles de las cadenas más importantes del mundo.

Las Petronas tienen en su vestíbulo dos automóviles Mercedes que cuelgan del mezzanine, que son que utilizaron el campeón del mundo de la Fórmula Uno, Lewis Hamilton, y el subcampeón, Nico Roseberg. La escudería es patrocinada por la empresa petrolera que, además, fue fundamental para la construcción del autódromo de Sepang, uno de los más bellos de la máxima categoría de automovilismo, y que impulsó el turismo desde su primera competencia, en 1999.

Nada aquí es improvisado. Como el gobierno quiere convertir a Kuala Lumpur en un centro financiero regional, está construyendo un edificio para la bolsa de valores de 71 pisos. Como quiere tener una torre emblema que camine junto a las Petronas, está levantando un rascacielos de 88 pisos que se asemejará al Burj Khalifa en Dubai –el edificio más alto del mundo-, que incluirá un hotel probablemente operado por Four Seasons.

Ambición y obsesión son las palabras que definen a Kuala Lumpur en su carrera por convertirla en una ciudad con “clase global”, que se mide por la infraestructura, la facilidad para iniciar negocios, la competencia empresarial, la gobernanza y el sistema de leyes. En Asia, Singapur –que se separó de Malasia en 1957-, es la cuarta ciudad global, después de Londres, Nueva York y París. Es algo que lamentan aquí. Sobretodo, porque de acuerdo con los expertos, Kuala Lumpur no tiene posibilidades de convertirse en miembro de ese selecto grupo, en el próximo futuro. Pero va en la dirección correcta y con una clase política cohesionada para ese objetivo, que es algo que no muchos países pueden presumir.

 rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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