Desde los primeros días de su gobierno, el jefe del Ejecutivo convirtió la seguridad pública en su obsesión
Luego de 12 años de gobiernos de Acción Nacional, México encara la segunda alternancia. El regreso del PRI es, en sí mismo, un mensaje reprobatorio para las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Con Fox llegaron la frivolidad, la chabacanería y los abusos del poder: “la pareja presidencial”, el Toallagate, las botas de charol, los “súper gerentes”, el enriquecimiento de los muchachos Bribiesca y un largo etcétera.
Calderón quiso desmarcarse de su antecesor, pero incurrió en otros excesos, señaladamente, el de entregarle responsabilidades mayores a figuras menores. Las designaciones en las secretarías de Gobernación, Economía o Energía o en la Oficina de la Presidencia, por citar casos emblemáticos, exhibieron el infantilismo de su grupo. El atorón de algunas de sus iniciativas se explica en gran medida por la deficiente operación política, sobre todo de la Segob.