jueves, 29 de noviembre de 2012

Alfonso Zárate - Recuento de daños


Desde los primeros días de su gobierno, el jefe del Ejecutivo convirtió la seguridad pública en su obsesión
Luego de 12 años de gobiernos de Acción Nacional, México encara la segunda alternancia. El regreso del PRI es, en sí mismo, un mensaje reprobatorio para las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Con Fox llegaron la frivolidad, la chabacanería y los abusos del poder: “la pareja presidencial”, el Toallagate, las botas de charol, los “súper gerentes”, el enriquecimiento de los muchachos Bribiesca y un largo etcétera.
Calderón quiso desmarcarse de su antecesor, pero incurrió en otros excesos, señaladamente, el de entregarle responsabilidades mayores a figuras menores. Las designaciones en las secretarías de Gobernación, Economía o Energía o en la Oficina de la Presidencia, por citar casos emblemáticos, exhibieron el infantilismo de su grupo. El atorón de algunas de sus iniciativas se explica en gran medida por la deficiente operación política, sobre todo de la Segob.




Desde los primeros días de su gobierno, el jefe del Ejecutivo convirtió la seguridad pública en su obsesión. La dimensión del fracaso se aprecia con el recuento de ejecuciones, secuestros, extorsiones y la expropiación, por bandas criminales, de extensos territorios en los que imponen su ley. Le apostó a la Policía Federal, pero desatendió los otros eslabones institucionales, particularmente, la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, el Cisen y el Ministerio Público.
Como lo mostró el hallazgo horrendo de más de 70 cadáveres en San Fernando, Tamaulipas, México devino el infierno para los migrantes centroamericanos.
En ausencia de contrapesos institucionales —congresos sometidos, oposiciones cooptadas, medios comprados o intimidados, organismos “autónomos” capturados, organizaciones sociales frágiles— en los 12 años de panismo se dio una grave regresión autoritaria en las entidades federativas, ante la inacción de la clase gobernante del panismo que no se atrevió o no supo usar los instrumentos de que disponían para evitar los atropellos de los gobernadores.
Los poderes fácticos —los grandes monopolios, lo mismo económicos que políticos y sindicales— y el crimen organizado acrecentaron su influencia en estos 12 años y algunos avasallaron al Estado.
En materia política, poco les salió bien a los aprendices de brujo, por eso decisiones de gran calado, como la extinción de Luz y Fuerza, hoy parecen estar a punto de revertirse.
El aparato burocrático se hizo más pesado. La alternancia le hizo justicia a una camarilla pobremente preparada. El servicio civil de carrera se convirtió en la coartada para “empanizar” a la administración pública.
En su condición de jefe real de su partido, Calderón llevó al encogimiento, en un sentido literal, de sus líderes formales: de Manuel Espino a Gustavo Madero, pasando por Germán Martínez y César Nava. Su necedad de hacer a Ernesto Cordero candidato presidencial fracturó al panismo y dejó lastimaduras que acentuaron el tamaño de la derrota.
La simulación, la ineptitud y la corrupción que prevalecen en la instancia responsable de procurar justicia son esenciales para explicar la impunidad. Hoy existen dudas fundadas sobre las motivaciones políticas e, incluso, la ruindad que está detrás de algunas de las detenciones más espectaculares; se habla del uso faccioso de la justicia.
El PAN regresa a su hábitat natural: la oposición. Pero no tiene ya ni la mística ni la autoridad moral del pasado, cuando sus cuadros no habían tenido que resistir las tentaciones del arca abierta.
Si sólo hubiera sido el foxismo se habría podido argumentar el fracaso de los arribistas, pero en los siguientes seis años estuvo Calderón, panista desde la cuna, y entonces no hay forma de ocultar el fracaso ético de los herederos de Manuel Gómez Morín, el hombre que se propuso fundar un partido para la construcción de ciudadanía y para dotar de ética el ejercicio público.
No se van con las manos limpias. La estela de luz es, apenas, la expresión más notoria de la ineptitud y la corrupción perceptible en el sobrecosto de contratos y obras de infraestructura, en la “ordeña” de ductos, en el enriquecimiento de los exdirigentes panistas y de la inutilidad de la Secretaría de la (dis)Función Pública…
Tuvieron el poder pero no supieron qué hacer con él, por eso entregan una Presidencia disminuida. “De la dictadura perfecta a la caricatura perfecta”, según la severa definición de Juan Villoro.
Comentarios: @alfonsozarate


¿Daños? son logros...

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