El gobierno federal le dio un triunfo histórico a México con la reforma educativa y sus leyes secundarias, pero le falta la otra parte de la faena: saquen a los maestros del DF y envíenlos de vuelta a clases. O córranlos.
La tarea no está completa y se han dejado peligrosos cabos sueltos, que la política, y también la acción judicial, deben resolver.
Gobernación no puede prolongar hasta el infinito una mesa de diálogo que no llega a nada, porque los maestros quieren echar para atrás una reforma constitucional ya aprobada y publicada.
Tampoco puede abusar del aguante de los capitalinos y hacer como que dialogan con unos maestros indolentes que no dan clases a sus alumnos y le fastidian la vida a millones de personas que no la deben ni la temen.