El destino quiso que Andrés Manuel López Obrador no pudiera encabezar la última, y crucial, etapa de resistencia a la reforma energética de Enrique Peña Nieto. Su ausencia traerá un saldo demoledor para Morena, pero no necesariamente funesto para el tabasqueño si éste sabe extraer lecciones de lo que ocurrió en diciembre.
Se puede decir que López Obrador ha tenido tres vidas públicas. 1) Como ya se sabe, inició en el PRI, bajo el influjo de Carlos Pellicer y luego fue cobijado por Enrique González Pedrero. Desde entonces surgió su fama de tener ideas muy particulares que no necesariamente caían bien en el entorno. Su activismo generó inconformidad y otros priistas lograron desplazarlo. 2) Al salir del tricolor, tras la estela del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, nació el AMLO de las protestas y movilizaciones por los fraudes electorales en Tabasco. Esa lucha regional lo volvió figura nacional, de ahí pasó a la presidencia del PRD y con ello a la jefatura de Gobierno. 3) En el Distrito Federal se convirtió en El Peje, ese fenómeno que estuvo a punto de llegar a la Presidencia en 2006 y que contra todo pronóstico volvió a convertirse en el factor de las elecciones de 2012.
La Reforma Energética ya fue aprobada, va camino a las legislaturas estatales para que se convierta en letra constitucional. Ya hemos hablado, y tendremos que seguir haciéndolo, sobre su importancia y la forma en que modificará todo el ciclo energético en el país, pero también generará cambios políticos, sociales, económicos y culturales. El petróleo era un mito, un tabú, y cada vez que se logra derribar uno de ellos, los cambios en cadena se suceden.