El robo del siglo, día tras día, mes tras mes, año tras año. Millones de pesos destinados a maestros que no dan clases, administradores de escuelas que no administran, líderes sindicales que se embolsan el presupuesto educativo en lugar de entregarlo a los niños de México. Allí constatado en el “Abusómetro”: un espectacular electrónico colocado en la capital, que mide lo que el magisterio malgasta. Un recordatorio vergonzoso. Un llamado de atención embarazoso. Una denuncia en torno a aquello que nos aqueja: México gasta más del Producto Interno Bruto en educación que Brasil, España, o Suiza. Pero el dinero no se usa para educar; se sustrae para enriquecer.
Allí a la altura de San Angel, sobre el Periférico, está el marcador electrónico de los recursos que se desvían. Los recursos que se roban. Los recursos que desaparecen sin control alguno. Nutrido con las cifras oficiales del censo educativo llevado a cabo por el INEGI en 2013 que revelan carencias como 45% de las escuelas sin drenaje. 11% sin sanitario. 31% sin agua corriente. 35.8% sin area deportiva. 94% sin laboratorio en sexto de primaria. 82.4% sin drenaje en Oaxaca. Cifras desoladoras, cifras decepcionantes, cifras que subrayan que el gasto en educación no va a donde debería ir.