En esa parafernalia, nomás falta que las armas entregadas en un sitio se devuelvan en otro. De seguir esa ruta, México ocupará una posición destacada en el ranking de los países que mejor reciclan las armas, pero no en el de aquellos que pretenden fortalecer el Estado de derecho. La autoridad quedará como un buen administrador de fusiles, pero no como un gobierno empeñado en recuperar el Estado y, en el marco del derecho, ejercer el monopolio del uso legítimo de la fuerza.
Contrasta, en ese sentido, la manifiesta campaña del gobierno capitalino para reducir el número de armas en la Ciudad de México con la callada campaña del gobierno federal para cobijar y apoyar a grupos armados, particularmente, en Michoacán. Al centro del parangón queda bailando el concepto de Estado-nación.