MÉXICO, D.F. (apro).- Hace “unos años” México tenía un sistema de justicia en donde “el delito más grave era el abigeato, se robaban vacas, ¡y de repente, sin que nos diéramos cuenta!, estábamos sentados en un terreno en donde la delincuencia organizada había rebasado todas las instituciones”.
Increíble, pero quien dijo esto apenas este viernes 10 fue el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam; luego, cuando se le preguntó qué hacer con las autodefensas, uno de los encargados de la seguridad en el país pidió “un espacio de tiempo para hablar de ellos”.
Si los funcionarios del gobierno van a analizar el tema de las autodefensas como lo han hecho con el crimen organizado, difícil será que en los próximos días o meses puedan entender y aceptar por qué han surgido y que no ha sido otra cosa que la ineptitud y connivencia de gobiernos (de los tres niveles) con el crimen organizado, su participación en la corrupción, el abandono de las poblaciones, la desatención a problemas sociales, de salud y económicos.
Así lo han dicho quienes han encabezado y participado en los grupos de autodefensa: porque ya están hartos de que el crimen organizado les “cobre piso”, los amenace, asesine a familias enteras que se niegan a pagar. Porque “hasta un kilo de tortilla lleva cobro de piso” en Michoacán.
Murillo Karam dice que “¡de repente!” el país tenía encima al narcotráfico y al crimen organizado. Lo dijo este 10 de enero de 2014, pero si El Mochaorejas, por hablar sólo de uno de los secuestradores más sanguinarios y conocidos en México, actuó durante 1995 y 1998, ¡hace 19 años! Y “?de repente!” se dan cuenta que el delito principal ya no es el robo de vacas.
En su declaración, el titular de la PGR se refería a que en 2008 se tuvo que cambiar todo el sistema de justicia porque ya no era sólo el abigeato el delito mayor. Más absurdo su análisis no pudo ser.
Basta recordar que cuando fue detenido Rafael Caro Quintero, el 4 de abril de 1985, México ya era considerado uno de los países que más traficaba con mariguana y participaba en el trasiego de cocaína, desde Sudamérica hasta Estados Unidos.
Ahora que se le pregunta sobre las autodefensas, Murillo Karam pide “tiempo” antes de hacer un análisis. Si su actuar para “entender” lo que sucede con estos grupos –que aun con todos los peligros que entrañan, como el ser infiltrados, están en todo su derecho de defenderse cuando el gobierno los ha olvidado y ha sido incapaz de darles seguridad– va a tardar tanto tiempo como el utilizado para ver los porqué del crimen organizado, ya podemos tener la certeza de que no sabrán que hacer en el corto tiempo.
Y es que los grupos de autodefensa surgieron públicamente hace ya casi un año. En febrero de 2013 empezamos a conocer de los municipios de Tepalcatepec, Buenavista Tomatlán y otros de Michoacán.
De los 110 ayuntamientos de Michoacán, existen unos 40 que tienen autodefensas. Así lo han reconocido las propias autoridades y ahora, con el inicio del año, Parácuaro y Coahuayana se suman a estas manifestaciones.
El caso de Parácuaro, municipio colindante con Apatzingán, tiene un nuevo elemento: la presidenta municipal, Lucila Barajas Vázquez, encabeza un grupo que se opone a la llegada de las autodefensas. Desde el sábado 4, día en que llegaron las autodefensas a Parácuaro, se toparon con los opositores, los cuales miércoles, jueves y viernes de esta misma semana quemaron camiones a la entrada del municipio y en la carretera Cuatro Caminos-Apatzingán.
La presidenta municipal, quien por cierto mientras llegaban las autodefensas a la localidad disfrutaba de una tranquilas vacaciones en la playa –ella misma subió fotos a su perfil de Facebook el viernes 3–, optó por tomar partido: apoyó marchas contra la recién creada autodefensa en su municipio en lugar de tratar de dialogar, o incluso de coordinar actividades para acabar con la presencia del crimen organizado en la figura de Los Caballeros Templarios.
El encono que se pudo generar en Parácuaro entre los dos grupos no se ha visto en el municipio, sin embargo, hechos violentos que iniciaron en las carreteras se extendieron para el viernes 10 a la cabecera de Apatzingán.
Hacia el mediodía del 10 de enero, cuatro vehículos en la ciudad habían sido quemados y en el centro se escuchaban balaceras. Tiendas, de Coppel y Oxxo, fueron incendiadas y, como cereza del pastel, para las 20:00 horas a la presidencia municipal fue incendiada con diesel.
Ninguna autoridad estatal pudo determinar en lo inmediato qué fue lo que sucedió en Apatzingán; quiénes provocaron los incendios o entre quiénes eras los enfrentamientos y las balaceras.
Y mientras Michoacán, literalmente, se incendia, desde la Ciudad de México piden tiempo para hacer un diagnóstico o se hacen declaraciones tan absurdas como la del presidente Enrique Peña Nieto, quien dijo que la inseguridad “se comienza a limitar en zonas específicas”. “¡Qué bueno!”, dirán agradecidos los michoacanos.
Pero si Apatzingán es ya un polvorín, en Coahuayana, municipio colindante con Chinicuila que tiene grupo de autodefensas, ya se armó la ciudadanía, pues se cansó de esperar la actuación del gobierno federal, estatal y municipal para detener tanto abuso, secuestros, amenazas, intimidación y muerte que pasea a diario por las calles de Michoacán.
Es cierto que las autodefensas pueden ser infiltradas, como sucede comúnmente con cualquier grupo que al surgir incomoda y exhibe la ineptitud o colusión del gobierno en actos criminales, pero también es verdad que la población tiene derecho a defenderse cuando el gobierno no es capaz de garantizarle su seguridad por andar pensando que el mayor problema en México, hasta “hace unos años”, era el abigeato y no la pobreza y la crisis económica, y no los abusos de los gobiernos, y no la falta de salud, y no la falta de educación y no…
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
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