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Juan Villoro |
Cuando Truman Capote murió, Gore Vidal alzó sus célebres cejas para decir: "Magnífica decisión profesional".
Conocido por los epigramas que la lengua inglesa no escuchaba desde Oscar Wilde, el autor de Mesías fue tan versátil que costaba asociarlo con un género y tan carismático que quienes lo oían pensaban que lo habían leído. En dos ocasiones se presentó al Senado con una agenda demasiado liberal para triunfar pero imposible de olvidar. Su campaña de 1982, registrada en el documental Gore Vidal: el hombre que dijo no, fue un despliegue de elocuencia satírica.
Vidal nació en 1925 en el cuartel de West Point, con el nombre de pila de Eugene. Su padre fue un piloto de guerra que fundaría tres aerolíneas, y su madre, una actriz de reparto con tendencia al alcohol y los matrimonios de alta sociedad (uno de sus maridos fue el padrastro de Jacqueline Kennedy).
Vidal prefirió la compañía de su abuelo Thomas Gore, que estaba ciego a causa de dos accidentes distintos y era senador por Oklahoma. En Washington, donde vivió desde el divorcio de sus padres, el futuro novelista le leía a su abuelo y escuchaba su potente oratoria en el Senado.