lunes, 6 de agosto de 2012

Jordi Soler - La sirenita

Jordi Soler
1963
La sirenita



Había una vez una linda sirena que era hija del rey del mar, y se aburría como una ostra a pesar de que era princesa y podía hacer lo que quisiera en los dominios submarinos de su padre. “Puedo hacerlo todo menos caminar como una chica normal”, le dijo una vez a la hechicera del palacio. “Te doy un par de piernas a cambio de tu voz”, ofreció la vieja que tenía boca de congrio y echaba unas burbujas repelentes después de cada palabra. “Vale”, respondió la sirena y no pudo decir más porque enseguida se quedó sin voz y su cola se transfiguró en un par de piernas. 


Nadando llegó hasta las playas de Mandinga, en Veracruz, y en aquellas arenas dio sus primeros pasos tambaleantes, era de noche y su cuerpo brillaba a la luz de la luna. “¿Qué haces aquí tan solita?”, le preguntaron unos gamberros que estaban arracimados en un portal holgando y hurgándose las muelas y sacándose pelusas del ombligo. La princesa no pudo contestarles porque no tenía voz, y su silencio enardeció a estos gamberros, fue tomado como un desaire, como un descolón para usar una palabra típica de esas playas de Mandinga, y para vengar tanto desprecio la fueron siguiendo por el pueblo gritándole cosas horribles como “¡muda ingrata¡” o “¡mudita altanera¡”, y como ella ni volteaba porque no podía contestarles nada, comenzaron a gritarle “¡vete de nuestro pueblo mudita de mierda¡” y ella comenzó a correr con cierto trastabilleo porque sus piernas eran nuevas y no paró hasta que encontró refugio en el mercado y ahí, presa de una nostalgia insoportable que la empujaba a regresar al fondo del mar, cosa ya imposible porque había perdido su cola de pez, se echó a dormir en el puesto de los pescados. 


Al día siguiente salió del mercado  oliendo a pámpano y a huachinango, dejando una estela de escamas de sábalo y con el pelo revuelto y estropeado por un lodillo oceánico, y olía tanto a pescado y a criatura de las marismas, que los gamberros del pueblo dejaron de decirle mudita y muda para llamarla, de ese día en adelante, sirenita.


Leído en: http://jordisoler.megustaescribir.com/2012/07/19/la-sirenita/

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