Jorge Zepeda Patterson |
Me parece que el equipo de Peña Nieto tendrá aún más presión que lo usual para establecer su liderazgo. Luego de la parálisis política que caracterizó a los gobiernos de alternancia, existe una enorme expectativa sobre la necesidad de un presidencialismo más proactivo y eficaz.
Nunca como ahora el nuevo inquilino de Los Pinos está en la necesidad de comunicar a los poderes de facto, que han tomado el control de buena parte del espacio político, económico y legal, que hay un árbitro con capacidad para dirigir las acciones y sancionar a los participantes.
¿Cuál podría ser este manotazo? Difícilmente podría ser en contra de un líder sindical, como lo hizo Salinas en contra del charro petrolero. Entre otras cosas porque forman parte constitutiva de las columnas tradicionales del PRI. Y podemos olvidarnos de un embate en contra de la maestra Elba Esther Gordillo, toda vez que sus 10 diputados en el Congreso le permiten al PRI alcanzar la cifra mágica de 250 (incluyendo, claro, los legisladores de su partido parásito el PVEM).
Tampoco se ve que Peña Nieto pueda recurrir a la estrategia de Ernesto Zedillo quien escogió al hermano del mandatario saliente para darle un “estate quieto” al poderoso grupo de Carlos Salinas. No creo que Peña Nieto pueda emprenderla en contra de Felipe Calderón o alguno de sus colaboradores cercanos (aunque motivo tendría). Sin el apoyo de los legisladores del PAN al nuevo gobierno le sería prácticamente imposible sacar adelante las reformas constitucionales que requiere el país. Si Los Pinos se lanzan en contra del PAN estaría condenándose a un sexenio de parálisis.
Desde luego, tampoco le queda el recurso del que echó mano Felipe Calderón cuando sacó al Ejército a las calles para combatir el narcotráfico. En todo caso podría regresar a los militares a los cuarteles, pero sería una medida más anticlimática que espectacular. Podría ser incluso contraproducente. Hay un consenso generalizado de que el Gobierno tendría que hacer una mejoría sustancial en las policías antes de poder recuperar, sin ayuda del Ejército, los territorios actualmente perdidos.
Vladimir Putin recurrió a un recurso extremo para afirmarse en el poder: metió a la cárcel a Mijaíl Jodorkovski, el “Slim” de Rusia, en una medida arbitraria y muy repudiada internacionalmente. Es un camino muy poco probable para Peña Nieto. No sólo por sus estrechas alianzas con los capitanes del dinero, sino por la enorme necesidad de México de las inversiones extranjeras y la gran movilidad del dinero que exhiben los capitales nacionales. A diferencia de Putin, Peña Nieto no tendrá los ingresos de gas y petróleo con los que ha contado Rusia en los últimos años, que le permiten desafiar cualquier boicot internacional de los mercados financieros.
En suma, sólo le quedan los gobernadores. Deponer algún mandatario estatal por vía política y legal tendría varios beneficios importantes. Primero, el ya señalado de informar a la clase política de que hay un centro de poder por encima de todos. Segundo, volver a colocar a la Federación por encima de la arbitrariedad de la que han abusado los gobernadores, convertidos en verdaderos señores feudales.
Calos Salinas “depuso” por una vía u otra a 16 gobernadores durante su sexenio. Zedillo lo intentó en contra de Roberto Madrazo en Tabasco y fracasó. Fox y Calderón tuvieron que tragarse los excesos de Ulises Ruiz en Oaxaca, Mario Marín en Puebla o Emilio González en Jalisco, por mencionar algunos. Enrique Peña Nieto mostraría su músculo si es capaz de lograr la renuncia de algún gobernador, preferentemente priísta. ¿Por qué priísta? Porque un panista o perredista simplemente parecería abuso presidencial faccioso y partidista, mientras que contra un correligionario haría ver a la Presidencia institucionalmente eficaz y poderosa.
Por lo demás, la recuperación del territorio, el combate al narcotráfico y la posibilidad de reintentar políticas de desarrollo regional, pasa por una nueva preeminencia del Ejecutivo federal sobre la fragmentación geográfica que hoy vivimos. La tragedia de seguridad pública que padecemos está muy relacionada con la fragmentación política del territorio nacional.
¿Quiénes serían los candidatos propicios para este manotazo institucional? Ofrezco tres posibilidades: Javier Duarte de Veracruz, Roberto Borge de Quintana Roo y Egidio Torre de Tamaulipas. En los dos últimos el PRI perdió las elecciones federales. Los tres son un desastre cotidiano. ¿Tiene usted otro candidato?
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@jorgezepedap
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/gobernadores-el-quinazo-de-pena-nieto1
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