miércoles, 7 de marzo de 2012

Los 10 textos que todo candidato deberia leer: Sergio J. Gonzalez Muñoz

Recomendacion de una forista muy querida.

El discurso es el arma política por excelencia del candidato (y del gobernante). Es el vehículo privilegiado para transmitir con claridad y alcance su mensaje, programa, valores, visión del mundo, estrategia y oferta política, entre otras cosas. A través del discurso político, el candidato (o el funcionario público) comunica por todas las vías a su disposición, a todas las audiencias posibles y con la idea de persuadir para su causa al mayor número posible de electores. Para cumplir su misión, dicen los expertos, el discurso, o mejor dicho, el buen discurso político debe prepararse, ensamblarse y pronunciarse con fundamento en ciertas reglas generales del oficio; algunas de forma y otras de contenido que, bien ejecutadas y desplegadas con precisión, revestirán al mensaje y al propio orador de solidez y congruencia, tan necesarias para navegar de mejor manera el proceloso mar de la campaña y, en su caso, el del ejercicio de gobierno.

Para esta tercera entrega de la “Biblioteca Columna Norte” revisaremos, no uno, sino dos libros y varios textos, que más que leer hay que estudiar, y que constituyen herramientas invaluables, que sumadas a la vocación y al oficio (o querer y poder), auxiliarán al candidato a redactar y/o comunicar mejores discursos. Según los iniciados en el apasionante y misterioso arte del “speech making” hay un par de textos obligatorios en la materia. Uno de ellos es ANTOLOGÍA DE LA ELOCUENCIA MEXICANA 1900-1976, de Andrés Serra Rojas, Porrúa, México, 1976. Este compendio contiene discursos de grandes personajes de la cultura y la política mexicanas. Le menciono apenas unos cuantos de ellos: Justo Sierra, Belisario Domínguez, Antonio Caso, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Jaime Torres Bodet, Vicente Lombardo Toledano, Efraín González Luna, Antonio Carrillo Flores, Manuel Moreno Sánchez, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.

Otro es LEND ME YOUR EARS (Préstame tus oídos), de William Safire, Editorial W.W. Norton and Company, Nueva York, 2004, que cuenta por igual con textos de Pericles, Cicerón, Catilina, Marco Antonio, Job, Sócrates, Buda y Demóstenes, que de Mark Twain, MacArthur, Washington, Thatcher, Isaac Rabin, Nehru, Nixon, Orson Welles, Gandhi, Fidel Castro, Enrique VIII, Lou Gherig, Faulkner, Edgar Allan Poe, Lord Byron, Malcolm X, Jefferson, Salman Rushdie, Bill Clinton, Burke, Marx, Kruschev, De Gaulle, Gorbachev y un largo etcétera. De este libro conviene destacar un texto introductorio en el que el recopilador (y reconocido redactor de discursos) ofrece lineamientos muy útiles para configurar un catálogo de formas y contenidos que todo gran discurso debe observar. Por razones de espacio, hoy le presento las primeras cuatro de las reglas apuntadas. El resto las comentaré en entrega posterior.

Primera. Reconoce y agradece a tu audiencia y preséntate con ella. No des inicio con la médula de tu mensaje; ofrécele con tus primeras palabras una especie de apretón de manos verbal.

Segunda. Toda gran pieza de oratoria demanda organización (orden); estructura en otras palabras, también conocida como anatomía temática. Esta regla es de las imprescindibles. Entre los buenos redactores de discursos y los grandes oradores el mantra es sencillo y reza “Diles lo que vas a decirles, después diles y luego diles lo que les dijiste.”

Tercera. Todo buen discurso necesita una cadencia o ritmo que lo haga asequible, que logre acercar al orador y al público en una suerte de danza que contribuya a sedimentar en el ánimo de la audiencia lo esencial del mensaje. Para lograrlo, los especialistas acuden a la anáfora, figura retórica consistente en una repetición de ciertos elementos.

Le doy dos ejemplos, ambos de uno de los más elocuentes discursos de la historia política mexicana. Se trata de Benito Juárez en una elegía sobre Miguel Hidalgo, del 16 de septiembre de 1840 con motivo del aniversario de la Independencia nacional: “El día 16 de septiembre de 1810 es para nosotros del más feliz y grato recuerdo. En él rayó la aurora de nuestra preciosa libertad. En él recibió el león castellano una herida mortal, que más adelante lo obligó a saltar la presa. En él la Providencia divina fijó al monarca español el hasta aquí de su poder, dando al pueblo azteca un nuevo Moisés que lo había de salvar del cautiverio. En él los mexicanos volvieron del letargo profundo en que yacían y se resolvieron a vengar el honor ultrajado de su patria.” Más adelante: “Entonces no habrá sido estéril el sacrificio de que su vida hiciera el hombre singular…Entonces nos temerán nuestros enemigos… Entonces la paz y la concordia reinará entre nosotros…”.

Cuarta. Asir la ocasión: hay que reconocer el momento en el que se articula el discurso. Puede tratarse de tomar el liderazgo (o cederlo) en un momento de crisis; puede haberse ganado (o perdido) la elección o darse una coyuntura en que la nación entera está hambrienta de esperanza, información o certidumbre. Es menester una aguda sensibilidad social y empatía para identificar una circunstancia que demanda de un mensaje político de altura a cargo de un orador-estadista.

Aquí hay que citar varios discursos norteamericanos; el primero y el tercero, por cierto, cargados de anáfora: El 19 de noviembre de 1863 el Presidente Abraham Lincoln dedicó (inauguró) el Cementerio Nacional Militar de Gettysburg, luego de una sangrienta batalla en la que murieron cerca de ocho mil soldados de ambos bandos y que aceleró la conclusión de la Guerra Civil norteamericana, conflicto que en los hechos partió en dos el país de Washington: "…que esta nación, bajo Dios, tendrá un nuevo nacimiento en la libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra”. En su toma de posesión como Presidente, el 19 de enero de 1961, John F. Kennedy afirmó en plena guerra fría: “Así, conciudadanos, no pregunten qué puede hacer su país por Ustedes. Pregúntense qué pueden hacer Ustedes por su país.” En tercer lugar, el famoso “Yo tengo un sueño” del reverendo Martin Luther King del 28 de agosto de 1963, sobre los derechos civiles y la igualdad racial en su país: “Tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo… que todos los hombres son creados iguales…Tengo un sueño que algún día…los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de sus antiguos propietarios, puedan sentarse juntos en la mesa de la hermandad…tengo un sueño que aún el estado de Mississippi se transformará en un oasis de libertad y justicia…. Tengo un sueño que mis 4 hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter.

Si estos tres casos no son paradigmáticos de la cuarta regla, entonces no sé cuál lo sea. Como puede percatarse el lector avispado, una buena pieza retórica puede inspirar a los escuchas, motivar a sus seguidores, informar a los electores reclutando nuevos adeptos, o convencer a sus contrincantes de que puede ganar y sabrá gobernar; una excelente pieza, en cambio, puede lograr todo eso pero además inclinar una contienda electoral competida o definir o retomar el rumbo de la patria. Ninguno de estos empeños es menor; son fundamentales en la lucha por el acceso al poder y en cotidiano ejercicio de la función pública.

COLUMNA NORTE agradece a sus lectores el interés mostrado por esta serie. Sus comentarios y sugerencias me obligan a estudiar más y escribir mejor. Muy agradecido. Nos leemos el siguiente lunes.

sergioj@gonzalezmunoz.com Twitter: @sergioj_glezm

Leido en : http://www.gurupolitico.com/2011/08/columna-norte-los-10-textos-que-todo_08.html#.T1VJKYxmPPA.twitter

¿QUIÉN DA HOY 3 MILLONES POR UN EXGOBERNADOR DEL PRI?.

Ciro Gómez Leyva.




Más de un personaje del PRI tachó de exagerado el artículo que publiqué el 1 de febrero, “La desgracia de ser un ex gobernador priísta”.

Grosso modo, escribí que de 23 exgobernadores de la famosa generación de la primera década del siglo, sólo dos habían tenido una continuidad política exitosa: el hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong y, desde luego, el mexiquense Enrique Peña Nieto.

Resté a los dos colimenses muertos (Gustavo Vázquez y Silverio Cavazos) y agrupé a los demás en dos categorías: los que flotan y se mantienen a la espera de mejores tiempos, y los que tienen mala imagen y están en problemas: el duranguense Ismael Hernández, el chihuahuense José Reyes Baeza, el veracruzano Fidel Herrera, el sonorense Eduardo Bours, los tamaulipecos Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, el oaxaqueño Ulises Ruiz, el coahuilense Humberto Moreira, el poblano Mario Marín, el mexiquense Arturo Montiel.

Su ausencia en las listas de candidatos al Senado y la Cámara de Diputados confirma la hipótesis de que aquella generación, conocida como los virreyes del PRI, entró en un temprano y dolorido ocaso. Si no es que en la ruta del infortunio.

¿Exagerado? Ayer, por ejemplo, se oficializó que la PGR ofrece una recompensa de 3 millones de pesos a quien aporte información para localizar a Humberto Torres Charles, hermano del exfiscal de Coahuila, Jesús Torres Charles (nadie sabe tampoco de él), hombre de las confianzas del entonces todopoderoso gobernador Humberto Moreira, quien de Saltillo se propulsó fácilmente a la presidencia nacional del PRI.

¿Desgracia? Más bien parecen hoy hombres castigados por Némesis. Desmoralizados por una vergüenza perenne.
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/quiendahoy3millonesporunexgobernadordelpri-1234080-columna.html

LA NUEVA "CERTIFICACIÓN" DE EU.




En los años 90 el proceso de “certificación” que cada año realizaba el gobierno de Estados Unidos para evaluar la guerra contra las drogas en los países latinoamericanos causaba indignación y escozor en la clase política mexicana que, con declaraciones y notas de protesta se rasgaba las vestiduras y rechazaba aquel “acto injerencista y violatorio de nuestra soberanía”. En este 2012, apenas 10 años después y en plena contienda presidencial, el vicepresidente estadunidense Joseph Biden vino a realizar una nueva clase de “certificación”, ya no de la lucha contra el narco sino de los candidatos presidenciales mexicanos, y no hubo nadie que siquiera chistara.

Porque a eso vino Biden, además de a conocer a la Virgen guadalupana a la que, nos dijo, era tan devota su madre. Vino a escuchar de los tres principales aspirantes a la presidencia que van a continuar la lucha contra el crimen y el narcotráfico, lo que demuestra que esa guerra es también en buena medida de los Estados Unidos.

Vino a escuchar que Peña Nieto no va a negociar con los narcos, como afirman algunos sectores con desconfianza en Washington; que López Obrador no se hará de la vista gorda ni cambiará la ruta de choque contra los cárteles de la droga y que Josefina dará continuidad a la estrategia de fuerza de Felipe Calderón. Mientras Biden fue a ver a la Virgen, los candidatos presidenciales fueron a verlo a él. Fue una auténtica pasarela política en la que, los que aspiran a gobernarnos, fueron a mostrarle al vicepresidente de otro país sus cartas credenciales, fue la nueva forma de “certificación” de Washington.

Algo similar a lo que vino Joe Biden fue lo que hizo la Casa Blanca en Colombia en las elecciones presidenciales de 2010; y algo parecido hacen los candidatos a gobernadores de los Estados Asociados de la Unión Americana como Puerto Rico o Hawaii que, en la etapa de las campañas tienen que ir a Washington para reunirse con el secretario de Estado y recibir una especie de “visto bueno”. La única diferencia es que Biden tuvo la cortesía diplomática de ser él quien viniera a México aunque la evaluación fue exactamente la misma que con sus estados anexados.

Por lo demás, la forma en que los tres candidatos de los tres grandes partidos acudieron disciplinadamente a presentarse con el segundo de a bordo de la Casa Blanca, junto con la manera en que analistas y medios comentaron la noticia con muy pocas voces discordantes –ni siquiera un dirigente de izquierda que cuestionara “la política injerencista” o una pancarta de “Biden go home”—sólo confirma que el nivel de supeditación de la política mexicana a los Estados Unidos es cada vez mayor y que eso, sobre todo a partir del sexenio de Calderón, empieza a verse como algo normal.

¿O acaso permitiría Estados Unidos que Alejandro Poiré fuera a entrevistar a los candidatos a la Presidencia de su país, al releccionista Barack Obama y a quién resulte abanderado del Partido Republicano? Ni en sueños; pero aquí todos nuestros políticos y candidatos se congratulan de que su vicepresidente haya aceptado recibirlos, charlar por 45 minutos y tomarse la foto con ellos. Tal vez algunos dirán que eso “es la modernidad y el romper con complejos en la relación bilateral”, aunque también podría resumirse en una palabra: subordinación.

NOTAS INDISCRETAS… En una mesa de un exclusivo restaurante de Polanco, la semana pasada, comieron juntas Josefina Vázquez Mota y Patricia Mercado. La plática fue amena y la invitación de Vázquez Mota directa ¿veremos a una ex candidata a la presidencia apoyando a la actual candidata?.. Los dados repiten Escalera. Buena racha.

sgarciasoto@hotmail.com | @sgarciasoto





BIDEN EN MÉXICO.




Joseph Biden, el vicepresidente de Estados Unidos que sabe más de política exterior que el presidente Barack Obama, tocó territorio mexicano para decirle a los candidatos presidenciales: esta es la primera y última vez que tendrán acceso a un funcionario estadounidense antes del 1 de julio. No quieren, como durante meses lo intentó Enrique Peña Nieto, que toquen las puertas del Departamento de Estado o la Casa Blanca, ni transmitir el mensaje que Washington ya votó. Quieren decir que lo que pensaban hace meses ya cambió. Aquella frase de “sobre mi cadáver” que expresó la canciller Hillary Clinton en una cena sobre el eventual regreso del PRI a Los Pinos, ha sido superada.

Estados Unidos, desde el gobierno del presidente Carlos Salinas, es una extensión del campo de batalla político mexicano. Quien mejor trabaja los círculos de poder en Estados Unidos, mayor influencia tiene sobre las élites y obtendrá réditos políticos y electorales. Por eso, durante meses, el embajador Arturo Sarukhán y hasta antes de que fuera funcionario de primer nivel, el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, recorrieron las oficinas de la Administración Obama, el Capitolio, organizaciones políticas y económicas, medios de comunicación y universidades en todo ese país para decir que si regresaba el PRI a Los Pinos, se acabaría la guerra contra las drogas y se regresaría al status quo de tolerancia y complicidad con los cárteles.

Tardía, pero eficazmente, el equipo del candidato Enrique Peña Nieto contratacó. No pudo conseguir el oído de Clinton, pero logró el acceso de un republicano, diplomático veterano, a quien escuchan mucho en Washington, John D. Negroponte. Lo trabajó el ex embajador en Naciones Unidas y la Casa Blanca, Jorge Montaño, quien con Emilio Lozoya, un joven financiero con una buena red de contactos en Estados Unidos –hijo de Emilio Lozoya Thalman, que junto con Salinas y Manuel Camacho planearon desde la universidad llegar al poder-, al igual que hicieron en los circuitos de poder de Washington y Nueva York, para modificar la arraigada percepción.

Esta batalla en Estados Unidos es el contexto de las entrevistas que tuvieron los precandidatos presidenciales con Biden este lunes en la ciudad de México. Josefina Vázquez Mota, quien cosecha lo que su gobierno ha hecho en Estados Unidos, no tuvo que enfatizar ante el vicepresidente su compromiso en la lucha contra el narcotráfico. De hecho, de los tres, es quien más sólida relación tiene con las Fuerzas Armadas y con un hombre al que procuran constantemente los estadounidenses, Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública Federal. En Washington no tienen mayor problema con Andrés Manuel López Obrador, quien desde hace meses declaró que de llegar a la Presidencia, retiraría al Ejército gradualmente de las calles, que es lo que desean las Fuerzas Armadas.

El problema central, por las percepciones en Washington, lo tenía Peña Nieto. Ratificó ante Biden lo que Montaño y Lozoya han venido insistiendo ante los políticos en Estados Unidos, y lo que el propio embajador calderonista en el Reino Unido, Eduardo Medina Mora, ex jefe del Cisen y ex procurador general, ha mandado decir a sus viejos contactos en Washington, como asesor informal del priista: no habrá marcha atrás en la guerra contra el narcotráfico, pero la estrategia contará con elementos adicionales sociales y económicos, en lo que coincide con López Obrador y con el Presidente, que lo anunció en el plan integral de la lucha contra la delincuencia organizada en marzo de 2007.

Calderón y los tres candidatos dicen lo mismo en el fondo, y se diferencian en los énfasis. Pero ni Calderón, ni Vázquez Mota, ni López Obrador, estaban bajo cuestionamiento en Washington. La duda recaía sólo en Peña Nieto, quien ha tenido que remontar la intensa campaña política en su contra en aquél país. Por las palabras de Biden que Washington no tiene favoritos en la contienda presidencial, parece que han neutralizado la mala imagen. Pero no es suficiente. Deslindarse de ex gobernadores indiciados enexpedientes de narcotráfico, sería un mensaje que están esperando en Estados Unidos.

raymundo.rivapalacio@24-horas.mx | @rivapa



¿Y QUIÉN ES AHORA EL PELIGRO PARA MÉXICO?

Joaquín López-Dóriga.


Pobres, se creen predestinados 
al pedestal. Florestán. 

 En las pasadas elecciones presidenciales, los estrategas del PAN acuñaron un eslogan en el que acusaban a Andrés Manuel López Obrador de ser un peligro para México. Los mismos publicistas lanzarían luego otra campaña diciendo que esa frase había derrotado al candidato del PRD y llevado a Felipe Calderón a Los Pinos.

 Ahora, seis años después, unos y otros reeditan ese método y se acusan de ser eso: un peligro para México.

 Así lo han dicho los panistas de los priistas, y éstos de aquéllos, mostrando que el único que ha dejado de ser un peligro para México, si es que en verdad alguna vez lo fue, es el señalado hace seis años: López Obrador.

 Este recurso debo inscribirlo en la estrategia panista de presentar esta contienda de tres, como si fuera de dos: Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto, el PAN y el PRI, dejando a AMLO un distante tercer lugar, sin que esto sea necesariamente exacto. Al presentar el proceso así, como un asunto de dos, buscan captar el llamado voto útil, que del tercer lugar normalmente se va para el segundo, según su estadística y salvo excepciones.

 Así, el PAN ha adaptado aquella campaña del peligro para México, con un cambio de destinatario, el PRI, ya no más López Obrador al que con esta estrategia insisten en presentarlo en tercer lugar, como a Cuauhtémoc Cárdenas en 2000 y a Roberto Madrazo en 2006.

 Por eso la encuesta patrocinada por el PAN presenta a su candidata a sólo cuatro puntos del priista y 12 puntos arriba de AMLO, lo que la encuestadora histórica de éste, lo muestra en segundo lugar, tres puntos más que Vázquez Mota.

 En fin, que mientras cruzamos este desierto electoral, los precandidatos se preparan y sus cuartos de guerra afinan estrategias, porque si bien los aspirantes no pueden pedir el voto en la veda, sus operadores sí lo pueden quitar.

 Y en eso están, acusándose de ser un peligro para México, que para los estrategas de quien va en el segundo siempre lo es quien aparece de puntero: AMLO 2006, Peña Nieto, 2012.

A ver si les alcanza.

 RETALES

 1. NANES. Guillermo Babatz, presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, ratificó ayer la orden de aprehensión contra David Nanes, ex presidente de Stanford México, actualmente prófugo;

 2. AMÉN. Sobre la visita de Benedicto XVI se están cometiendo una serie de desaciertos: altos jerarcas relacionando la visita con política y elecciones y, lo más grave: pidiendo una tregua papal al crimen organizado, como otorgándole beligerancia; y

 3. SPOT. El anuncio de Héctor Bonilla sigue al aire a pesar de la prohibición del Tribunal Electoral, por la burocracia del IFE, que es quien pauta y despauta y va despacio.

 Nos vemos mañana, pero en privado.
 lopezdoriga@milenio.com
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9125052

MANUEL DESCRITO POR MANUEL.

Carlos marín.


Gracias a la espléndida entrevista de Yuli García en MILENIO Televisión, sabemos desde anoche que “en lo económico Manuel es de derecha y en lo social de izquierda”, pero que en lo político “Manuel es un hombre democrático…”.

 Lo dice… ¡Manuel!

 Es Manuel Jesús Clouthier Carrillo, quien habla de sí mismo como si aludiera a otra persona (tercera del singular).

 Después de “un análisis y conclusión de que el país está en crisis”, afirma: “Manuel cree que se puede lograr esto…”.

 El “esto” de Manuel es ¡ganar la Presidencia de la República!, y todo porque se le ocurrió irrumpir en la próxima elección como “candidato independiente”.

 Renegado del PAN, se refugia hoy en su mamá para seguir (diría Manuel) “luchando por la patria”: Leticia Carrillo (viuda del célebre Maquío), anunció, lo acompañará en la presentación de solicitud de registro ante el IFE (dos de cuyos consejeros anticiparon ayer mismo que será bateado).

 Prepotente hasta la insolencia, dijo a Yuli que su inesperada decisión “no es un berrinche o un coraje, como lo plantea usted…”.

 Juajuajua.
 cmarin@milenio.com
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9125023

RIDÍCULO DE TRES.



Parece tan incierta la democracia mexicana y tan poco confiables los políticos, que deben ser examinados por el mensajero imperial.

La primera imagen de los tres precandidatos presidenciales, bien arregladitos, bien peinaditos y con zapatitos nuevos, parecía la de un puñado de adolescentes rumbo a su graduación de primaria, secundaria o, en el extremo, de aquellos que van felices a “la primera comunión”.
La segunda imagen, luego de que los tres fueron cuestionados por decenas de reporteros que los esperaban al salir de lo que parecía su examen profesional, fue precisamente ésa, la de aquellos jóvenes que enfrentaron a severos sinodales, para obtener el título profesional.
Y la tercera imagen, y más preocupante, es el mensaje político y mediático que quiso enviar la poderosa democracia del vecino norteño, a la frágil, niña y tambaleante democracia mexicana. Y parece tan incierta la democracia mexicana y tan poco confiables los políticos mexicanos —los demócratas—, que deben ser examinados por el mensajero imperial. Ese pareció el mensaje.
Y es que resulta de risa —si no es que de risa loca— suponer que el vicepresidente de EU convocó a Andrés Manuel López Obrador, aJosefina Vázquez Mota y a Enrique Peña Nieto para conocer “la neta” de lo que piensan, creen y proponen cada uno de los presidenciables mexicanos.
Pero también resulta grotesco creer que se trató de un encuentro para tirar línea en ambos sentidos —del gobierno de EU a los candidatos y, de éstos, al gobierno de Washington—, cuando las partes, y sobre todo los vecinos del norte, conocen a la perfección lo que son, hacen, proponen y han planteado cada uno de los partidos y sus respectivos aspirantes a la Presidencia.
Y si no se trató de una prueba de habilidades, de la graduación como candidatos presidenciales y tampoco fue un examen profesional, entonces la pregunta obliga. ¿Cuál fue el objetivo del poco comedido y harto sumiso encuentro de Joe Biden con los tres suspirantespresidenciales mexicanos?
Se trata, sin duda, de una cortesía diplomática. Es decir, que los “campeones de la democracia” mundial voltean al patio trasero a dar muestras “claras” de que no tienen preferido, una vez que la naciente democracia mexicana elija a su tercer Presidente, luego de la alternancia y la transición.
Y si los vecinos del norte no tienen un preferido, y si los tres aspirantes acudieron gustosos, lustrosos y con zapatitos nuevos a la salutación al más puro estilo imperial, entonces nadie se podrá quejar, gritar y acusar al imperio norteño de meter la mano a favor del regreso del PRI al poder presidencial; nadie podrá decir que provocaron la caída de los perdedores.
Dicen los expertos en la relación bilateral de México y Estados Unidos que fue un éxito la reunión, un ejemplo de diplomacia y que se inaugura una nueva etapa de diálogo, directo, entre el gobierno de Washington y los partidos y sus candidatos presidenciales.
Y seguramente tienen razón, pero también es cierto que nada le quita el tufo imperial, unilateral, autoritario y nada democrático al encuentro deBiden con los presidenciables. ¿Por qué aceptaron el trato poco cortés? Porque cada uno de los tres cree que es lo políticamente correcto. Y es que se trataba de dar la mejor imagen al mensajero del imperio. Y, claro, de aparecer como bien portados.
Y si tienen dudas, basta ver la transformación que sufrió Andrés Manuel López Obrador, quien pompó ajuar, hizo un cambio de look y puso su mejor cara, ¡claro!, para ver, escuchar y hablar con el mensajero del imperio. Los electores mexicanos no merecen esa cara y ese lenguaje corporal del tabasqueño quien, en realidad, sucumbió a la fuerza del poder.
Pero si se trataba de respetar a cada uno de los partidos, sus doctrinas y sus respectivos candidatos, el señor Biden debió acudir a la casa de campaña de cada uno —o a la sede de cada partido— para darles su lugar y expresar su respeto; mostrar lo mejor de la democracia estadunidense. Pero no, en lugar de eso, los citó en fila india y los despachó en cuatro minutos, para luego acudir al Cerro del Tepeyac. Y, claro, ninguno de los tres, y menos sus partidos, chistaron.
¿Y dónde está la ardorosa izquierda, ésa que acusaba a los priistas de postrarse ante el imperio, que los llamaba entreguístas y bla-bla-bla..? Pues nada, que se confirma que de la vieja izquierda no queda nada o que, en su caso, vemos a una izquierda domesticada.
EN EL CAMINO
Penoso y triste el papel de Manuel Clouthier Carrillo, hijo del míticoMaquío ClouthierManuel sabe que nada tiene que hacer como candidato independiente, pero necea y terminará en bufón de la política mexicana. Al tiempo.
        Twitter:
            @RicardoAlemanMx
2012-03-07 02:09:00Leído en: http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=816283



¿QUIÉN ES QUIÉN EN LAS ENCUESTAS?

Las encuestas, los medios masivos y las redes sociales son tres de los escenarios clave donde se librará la batalla por la opinión pública en las elecciones de 2012. Leo Zuckermann ofrece aquí un primer ranking de aciertos y resultados de las casas encuestadoras más visibles de México. Raúl Trejo Delarbre explora las condiciones impuestas a los medios por la nueva legislación de 2008. José Merino esboza la influencia de las redes sociales como instrumento emergente en la creación de opinión pública.

 La “guerra de las encuestas”

Dos semanas antes de la elección de gobernador de Michoacán, Joaquín López-Dóriga entrevistó en Radio Fórmula al candidato del PRI. Le preguntó qué opinaba de las encuestas del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), publicadas en Milenio, que le daban la delantera a la candidata del PAN, Luisa María Calderón, con 37% de las preferencias, seguida por el priista Fausto Vallejo con 22% y ubicando en tercer lugar a Silvano Aureoles, candidato de los partidos de izquierda, con 13%. 

Vallejo le respondió: “Inicialmente me daba a mí ventaja, pero no llegamos a ningún acuerdo y obviamente pasó a otros momios a favor de la candidata”. ¿Estaba escuchando bien? ¿El candidato del PRI estaba afirmando que porque ellos no habían llegado a un acuerdo con la casa encuestadora los resultados de la encuesta se habían volteado a favor de la candidata del PAN? Vallejo abundó: “Se acercaron conmigo, me enseñaron las encuestas que ellos traían: llevábamos 10 o 15 puntos arriba. No establecimos el contacto. Sé que establecieron contacto por otro lado, pero a los pocos días habían cambiado totalmente la encuesta que nos habían mostrado”.

 Con la expresión “otro contacto”, obviamente Vallejo se refería a la candidata Luisa María Calderón. Según los priistas, GCE ahora estaba trabajando para ella.
 No tiene nada de malo que un partido contrate a una casa encuestadora. El problema es que esta misma firma publique su encuesta en un medio y no aclare quién está pagando el ejercicio demoscópico. Peor aún si el que paga es su cliente que aparece arriba en las preferencias. Se trata de una falta de transparencia por parte de la candidata, de la encuestadora y del medio de comunicación.

Pero la implicación de Vallejo era aún más alarmante: como él no había llegado a un arreglo económico con GCE, los resultados de la encuesta habían cambiado a favor de La Cocoa Calderón. De tener arriba al priista, las intenciones de voto se voltearon a favor de la panista. La acusación era gravísima: GCE estaba vendiendo los resultados de su encuesta al mejor postor.

 Al día siguiente, en el noticiero de José Cárdenas en Radio Fórmula, el director general de GCE negó que su encuesta estuviera “cuchareada”. Explicó que la ventaja de la panista se debía a “la habilidad con la que se condujo después del debate entre los aspirantes a la gubernatura” y a que el priista no había acudido a otro debate. Remató diciendo que Vallejo negaba los resultados porque “es común que los candidatos desaprueben una encuesta cuando ésta no les favorece”.

Días antes de la elección Reforma publicó en su primera plana otra encuesta bajo el título “Remonta PAN en Michoacán”. Luisa María Calderón aparecía con 39% de las preferencias y Vallejo en el segundo lugar con 33%. La panista, al parecer, había venido de atrás si se comparaba su posición con la encuesta que ese mismo medio publicó en septiembre. Sin embargo, en la nota metodológica se informaba que parte de la encuesta se había levantado por teléfono debido al “difícil acceso por causas de la inseguridad. En total se efectuaron 870 entrevistas cara a cara y 150 de manera telefónica”. Dicha información es importantísima porque las encuestas telefónicas en México tienen un sesgo hacia la población más rica, que es la que tiene teléfono, y que tiende a ser más panista. Había que desconfiar, en este sentido, de los resultados de esta encuesta que confinó una información metodológica muy importante en las letras chiquitas.

 Ese mismo día, Ulises Beltrán divulgó en Michoacán los resultados de su propia encuesta. De entrada reconoció que los resultados venían del cálculo de cuestionarios levantados en hogares pero “complementados con un tracking telefónico”. La encuesta había sido patrocinada por un grupo de empresarios. Vallejo se ubicaba a la cabeza de las preferencias con 39%, seguido por Calderón con 34% y Aureoles con el 27%.

 Hasta aquí llegó la “guerra de las encuestas” preelectorales en Michoacán porque, ridículamente, la ley local prohibía la difusión de resultados de encuestas a partir del viernes 4 de noviembre, es decir nueve días antes de los comicios. ¿A quién, entonces, había que creerle? ¿A los encuestadores que ponían adelante a Calderón, más arriba del margen de error, o a los que ponían a Vallejo?

Una batalla más en la “guerra de las encuestas” se dio la noche de la elección del 13 de noviembre de 2011. En punto de las seis de la tarde los tres candidatos salieron a decir que cada uno de ellos había ganado. Calderón, con base en tres encuestas. Una de una empresa desconocida (Muévete Mercadotecnia Activa), otra propiedad de la estratega de la campaña de La Cocoa (Espacio Muestral) y una tercera que suele trabajar para el PAN (ARCOP). Vallejo se declaró ganador con base en dos encuestas; una de una empresa local del occidente del país (Proyecta) y otra de Ulises Beltrán. Silvano Aureoles, por su parte, dijo que iba arriba, aunque reconoció que dentro del margen de error, en una encuesta de Mendoza-Blanco que suele trabajar para TV Azteca.

 Hasta altas horas de la noche ningún medio de comunicación nacional salió con su propia encuesta para predecir al ganador o informar de una elección tan cerrada para determinar al vencedor. Durante muchas horas el anuncio de resultados preliminares quedó exclusivamente en manos de los candidatos que, huelga decirlo, son fuentes poco fiables de información: están dispuestos a mentir para llevar agua a su molino.

 Al final, de acuerdo al conteo oficial del Instituto Electoral de Michoacán, Vallejo ganó la elección con 35.44% de los votos. Calderón obtuvo 32.63% y Aureoles 28.81%. Ningún encuestador volvió a hablar ni de sus sondeos preelectorales ni de sus exit polls. A los que se equivocaron nadie les exigió que rindieran cuentas. El silencio privó. Nunca supimos a qué se debieron los errores ni de dónde había salido el dinero para financiar las encuestas.

 En ese momento decidí escribir este artículo para promover un debate de quién es quién en las encuestas electorales en México.

 El poder de predicción de las encuestas.
El valor de las encuestas preelectorales es que predice quién va a ganar la elección. O, para ser más precisos, quién es el que tiene una mayor probabilidad de alzarse con la victoria. Para eso seguimos las encuestas. Los encuestadores, no obstante, suelen curarse en salud. Dicen que ellos miden las intenciones de voto el día en que levantan la muestra. Que es sólo una fotografía de cómo va la competencia no un aviso de cómo terminará. Y tienen razón. Nada asegura que, entre que se tomó la medición y la gente votó, no haya existido un cambio en las preferencias electorales. Esto es particularmente relevante en México donde las distintas legislaciones prohíben que se hagan públicos resultados de las encuestas muchos días antes de los comicios.

 En el caso de Michoacán, por ejemplo, la ley permitía la difusión de resultados de encuestas hasta el 3 de noviembre y la elección se llevó a cabo 10 días después. Tómese en cuenta que los encuestadores tienen que ir a preguntarle a los electores algunos días antes de difundir los resultados. Esto quiere decir que, entre que se toma el pulso de lo que está ocurriendo, a lo que finalmente ocurre, pasan muchos días. Días en que los electores pueden cambiar de opinión. De ahí que surja una primera conclusión: es necesario cambiar las legislaciones en México para permitir que se difundan resultados hasta un día antes de la elección. Eso le daría una mayor precisión a las predicciones en las encuestas.

Pero volvamos al asunto de quién es quién en las encuestas. Si uno las sigue es porque quiere saber quién va a ganar. Hace poco, con base en lo que indicaban las encuestas, le gané una apuesta a un amigo comunicador. Cuando me pagó, me reclamó que yo le hacía mucho caso a las encuestas. Le respondí que efectivamente así era porque no había de otra. Si no es con las encuestas, ¿a quién recurrimos para predecir un evento futuro incierto? ¿A Walter Mercado? ¿A lo que dicen los candidatos?

 Quiérase o no, en ausencia de un mercado de apuestas (que son el mejor indicador para predecir un evento futuro) el mejor instrumento que tenemos en México para predecir el resultado son las encuestas. Luego entonces, ¿qué tan bien las predicen? A continuación presento un análisis con base en datos de 44 encuestas preelectorales de 17 elecciones de gobernador que se llevaron a cabo en México durante 2010 y 2011.

 ¿Quién publica las últimas encuestas preelectorales?
Lo primero que hice fue recopilar las últimas encuestas preelectorales que se publicaron antes de las elecciones. Tomé sólo las últimas por una razón obvia: son las fotografías más cercanas a la jornada electoral y, por tanto, las que tienen menos probabilidad de equivocarse por cambios en el tiempo. Algunos encuestadores podrán decir que es posible que en las horas últimas antes de la votación pueda existir una voltereta enorme en las preferencias. Es cierto. Pero también es cierto que esto es poco probable si no hay un evento mayor.

Entre más cerca, la encuesta tiene mayor poder de predicción. Por eso tomé las 44 encuestas más cercanas al proceso electoral de 17 elecciones de gobernador que efectivamente fueron publicadas en algún lado. Huelga decir que recopilar esta información, a posteriori, no fue nada fácil porque, una vez que se lleva a cabo una elección, las encuestas preelectorales pasan al archivo muerto. Los resultados de los datos recopilados y el análisis de éstos los presento en la tabla 1 al final de este artículo.

 Ahí se encuentran, en un primer bloque, la fecha y los resultados que reportaron las distintas casas encuestadoras, además del resultado final de la elección. Luego está la diferencia entre el resultado y la encuesta, así como el promedio de error de las dos primeras fuerzas. En el tercer bloque se reporta si la encuesta acertó o no al ganador y, finalmente, en el cuarto bloque está la diferencia entre el primero y segundo lugares de la encuesta y el error que ésta tuvo en la diferencia real que se dio en la elección. Este cuadro presenta de manera desagregada un ejercicio que, me parece, debería ser común y corriente en el mundo de las encuestas en México para ir llevando el récord de predicción de cada una de las empresas encuestadoras.

 Es interesante ver quién publica las últimas encuestas preelectorales. Podemos dividirlas en cuatro categorías. Están las encuestas de medios de comunicación, tanto nacionales (El Universal o Reforma) como locales (El Debate o Diario Noroeste). Están las de casas encuestadoras conocidas como BGC, Ipsos y Consulta-Mitofsky. Están las de empresas que típicamente trabajan con partidos y asesoran en estrategias electorales, como ARCOP, GCE y Espacio Muestral. Finalmente, se encuentran casas encuestadoras desconocidas como LEMA o Monitor. En la tabla 2 puede observarse la distribución de las últimas encuestas publicadas.




Tres temas me llaman la atención. En primer lugar, lo poco que aparecen las casas encuestadoras conocidas como BGC, Ipsos o Consulta-Mitofsky. De hecho, no aparecen otras firmas reconocidas como Parametría o Covarrubias. Supongo que esto se debe a lo caro que son las encuestas preelectorales. El encuestador requiere que alguien las financie. Típicamente las financia algún medio de comunicación o los partidos, lo cual, por cierto, no tiene nada de malo. Si un candidato le pide a una empresa que levante una encuesta y arroja un resultado a su favor, tiene el derecho a publicarla, siempre y cuando se informe al público quién puso el financiamiento. Si la encuesta, en cambio, arroja un resultado negativo para el candidato, éste puede guardarla en un cajón y punto. Lo que no se vale, desde luego, es manipular los resultados de las encuestas a gusto del cliente, de lo que precisamente acusó Fausto Vallejo a GCE en el caso de Michoacán.

 En segundo lugar destaca la alta participación en últimas encuestas publicadas de firmas que típicamente hacen, además de encuestar, trabajo de estrategia electoral para sus clientes. Son los casos de GCE y Espacio Muestral. Destaca la primera con 13 encuestas, el 30% de todas. Aquí lo que vale la pena es preguntar quién pagó todas estas encuestas. Son muchísimas tomando en cuenta que una encuesta preelectoral de gobernador cuesta muy cara. En aras de una mayor transparencia sería bueno que las casas encuestadoras, que normalmente hacen trabajo de estrategia electoral para candidatos y partidos, le informaran al público quién financió el ejercicio demoscópico. Insisto: no tiene nada de malo que publiquen encuestas financiadas por sus clientes siempre y cuando lo informen con toda claridad.

 En tercer lugar, de la tabla 2 se desprende una participación activa de los medios en la publicación de últimas encuestas preelectorales. Es lógico: una encuesta, días antes de la elección, es noticia. En cuanto a la que publican los medios nacionales, destacan Reforma y El Universal con cinco cada una (11%, respectivamente). Llama la atención la ausencia total de los medios electrónicos. Ni las estaciones de radio ni las televisoras publican últimas encuestas preelectorales, lo cual definitivamente contrasta con otros países democráticos. ¿A qué se debe esta situación? ¿Tienen miedo los medios electrónicos a quedar mal con alguno de los partidos políticos?

 ¿Quién acierta al ganador? Es inevitable: cuando uno ve una encuesta, busca al posible ganador de la contienda electoral. Ese es el dato principal, con todos sus asegunes metodológicos. En la tabla 3 se presentan los resultados de qué tanto acertaron los encuestadores al ganador.


De las 44 últimas encuestas preelectorales, 32 acertaron al ganador, un 73% de efectividad. GCE, la empresa que más publicó, acertó en 10 de sus 13 encuestas. El Universal tuvo un récord perfecto en la predicción del ganador: cinco de cinco. Reforma, en cambio, le pegó a dos de cinco, una efectividad de 40%. De las cuatro encuestas de Consulta-Mitofsky, erró en una y acertó en tres (75% de efectividad). Espacio Muestral le pegó a dos de tres (67%). El resto de las casas encuestadoras publicaron dos o una. Algunas predijeron al ganador, otras no. Sin embargo, en general, hay un alto índice en la predicción del ganador en las últimas encuestas electorales. ¿A qué se debe esto?

 En la tabla 4 presento los resultados de las 17 elecciones de gobernador relacionadas con las últimas encuestas publicadas. Un aspecto salta a la vista: de las 17 sólo tres fueron competencias apretadas, es decir, la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue de menos de cinco puntos porcentuales.
Es el caso de Durango, Veracruz y Michoacán donde el PRI ganó por dos puntos porcentuales.



Pronosticar al ganador en una elección que está muy abierta es probabilísticamente más sencillo, como ocurrió en Tamaulipas donde las dos encuestas levantadas acertaron a un ganador que se levantó con la victoria con 31 puntos de diferencia. Pero hacerlo en una competencia con una diferencia de dos puntos porcentuales entre el ganador y el segundo lugar, pues eso ya está más rudo. Lo interesante es que, como puede observarse en la tabla 5, de las dos encuestas levantadas en Veracruz (una de GCE y otra de la desconocida empresa Votia), las dos le pegaron al ganador, aunque pronosticaban un triunfo mucho más holgado del priista Javier Duarte (GCE le daba hasta 18 puntos porcentuales de diferencia).



En Durango se publicó una última encuesta que también le pegó al ganador. Se trató, otra vez, de GCE. Sin embargo, como en el caso de Veracruz, esta encuesta indicaba una diferencia entre el priista Jorge Herrera y el aliancista José Rosas de 15 puntos porcentuales cuando en realidad fue de dos.

 El único caso de una elección cerrada donde se equivocaron la mayoría de las encuestas fue Michoacán. Sólo BGC de Ulises Beltrán le pegó al ganador, el priista Fausto Vallejo, aunque en los últimos datos que presentó apuntaba a una diferencia de cinco puntos porcentuales. Las otras tres encuestas indicaron que ganaría La Cocoa Calderón. Reforma la ponía con seis puntos de diferencia, lo mismo que Espacio Muestral. GCE le daba siete puntos. Todas estas erraron. En el caso de GCE, le otorgaba un 16% de las intenciones de voto al tercer lugar, Silvano Aureoles, quien al final tuvo 30% de los votos. En suma, de las cuatro últimas encuestas publicadas, la efectividad en la predicción del ganador fue de tan sólo 25%.

 ¿Es, entonces, el factor competencia el que determina la probabilidad de que una última encuesta preelectoral acierte al eventual ganador? La respuesta es contundente: no. La tabla 5 demuestra cómo “el coco” de las encuestas fue el caso de Sinaloa. Ahí el aliancista Mario López Valdez obtuvo 53% de los votos frente al priista Jesús Vizcarra con 47%, una diferencia holgada de seis puntos porcentuales. Y, sin embargo, absolutamente todas las encuestas se equivocaron, como lo demuestra la tabla 6.



Todas estas encuestas ponían en la delantera a Vizcarra. El Debate por cuatro puntos, Reforma por dos, GCE por 10 y Diario Noroeste por seis. Ninguna acertó al ganador, de tal suerte que el error cometido en la diferencia entre el verdadero ganador y lo que ellos reportaron fue de 10 puntos para El Debate, ocho para Reforma, 12 para Diario Noroeste y 16 para GCE. ¿A qué se debió la falta de puntería en Sinaloa?

 Podría argumentarse, desde luego, a la lejanía entre la fecha en que se levantó la encuesta y la jornada en que se llevó a cabo la elección. Que esos días, en que hubo veda de encuestas, cambiaron de manera dramática las preferencias. Sin embargo, creo que el fenómeno es más complejo y tiene que ver con la presencia en 2010 de las alianzas antipriistas. Y es que casi lo mismo que sucedió en Sinaloa ocurrió en Puebla, como puede observarse en la tabla 7.



En Puebla, de las cuatro encuestas publicadas, sólo una acertó al ganador. Fue la de GCE aunque con un error de siete puntos en la diferencia entre el primero y segundo lugares. Las que no acertaron fueron las de Reforma con un error de 17 puntos, la de Indicadores con 20 y la de Consulta-Mitofsky con 22. Estas tres encuestas sobreestimaron de manera importante la fuerza del PRI y no vieron la posibilidad de que el aliancista Javier Moreno Valle ganara la elección.

 Ahora bien, como puede observarse en la tabla 8, el problema de acertar el ganador se concentró en tres estados de la República: en una de elección competida, como fue Michoacán, y dos donde existió la presencia de un candidato aliancista que aglutinó a las fuerzas del PAN y del PRD en contra del PRI, es decir, Sinaloa y Puebla. Si tomamos estos tres casos, estamos hablando del 83% de todas las encuestas que no acertaron al ganador. El resto de las encuestas que no le pegaron al triunfador fueron una de ARCOP, que suele trabajar para el PAN, en Nayarit, donde ganó el PRI, y otra de GCE, que suele trabajar para el PRI, en Oaxaca, donde triunfó Gabino Cué con una alianza de todos los partidos en contra del PRI.



Los errores.
Una cosa es acertar al ganador, otra son los errores de la diferencia entre el primero y el segundo lugares reportado en la encuesta y lo que realmente sucedió en la elección. Como puede apreciarse en la tabla 9, el error promedio de las 44 encuestas aquí analizadas es de 8.8 puntos. La encuesta de Síntesis en la elección de Tlaxcala reportó una diferencia de siete puntos porcentuales entre el candidato que efectivamente ganó y el que quedó en segundo lugar. La diferencia en la elección fue de ocho puntos, es decir, la encuesta falló por un punto.



En el otro extremo está la encuesta de Indicadores, en Puebla, que no sólo falló en acertar al candidato ganador que ganó por 10 puntos porcentuales, sino que reportó al candidato que quedó en segundo lugar 10 puntos arriba; equivocación de un total de 20 puntos porcentuales. A todas luces una pésima encuesta.

 Pero obsérvese en la tabla 9 que hay ocasiones en que los encuestadores aciertan al ganador pero sobreestiman su ventaja. Es el caso, en general, de las 13 encuestas de GCE que, sumadas, tienen un promedio de error de 13 puntos porcentuales en la diferencia entre el primero y segundo lugares. Por ejemplo, en la elección de Hidalgo, el candidato del PRI le ganó a la candidata aliancista por seis puntos porcentuales. GCE acertó al ganador, pero en su última encuesta dijo que la diferencia era de 26 puntos porcentuales. Erró en 20 puntos.

 Menciono esto porque, aparte de acertar al ganador, una encuesta que predice bien también tiene que adelantar de manera precisa la diferencia con la que el ganador triunfará sobre el segundo lugar. Es una variable más que hay que tomar en cuenta cuando se evalúan las últimas encuestas preelectorales.

Una propuesta de calificación.
 En México tenemos una industria de las encuestas de clase mundial. Lo que nos falta es la evaluación de los distintos encuestadores por parte de la sociedad. Después de ver lo que sucedió en Michoacán, y la creciente importancia que están teniendo las encuestas electorales en el mundo de la política, creo que ha llegado la hora de que alguien lleve el récord de los encuestadores y desarrolle indicadores independientes para calificar su trabajo. De esta forma los electores, cuando veamos una encuesta, sabremos si creerle o no al encuestador en cuestión.

 En la tabla 10 presento una propuesta de calificación para encuestadores. Precisamente utilizo las tres variables antes mencionadas:



1. En primerísimo lugar si aciertan al ganador. Ésta debe ser la variable central. Los electores queremos ver encuestas para tener esa información. Luego entonces, en la calificación que propongo habría que darle el peso mayor. En el ejercicio que presenta la tabla 10 le he dado un peso de 65% a esta variable.

 2. La segunda variable es cuántas últimas encuestas publicó el encuestador. Creo que hay que premiar a los que más publican por el riesgo que toman. De las 44 encuestas que analicé, 13 fueron de GCE (30%). A esta empresa, por tanto, le di la calificación mayor en esta variable que, en el ejercicio de la tabla 10, le asigné un 19% para el cálculo de la calificación final. GCE, luego entonces, recibió 1.9 para su calificación final. Las firmas que sólo publicaron una recibieron 0.146 puntos.

 3. La tercera variable tiene que ver con los errores en la diferencia entre el primero y segundo lugares. Aquí le asigné un peso de 16% para la calificación final y, en aras de simplificar el cálculo, la encuestadora que tuvo el menor error (Síntesis) obtuvo la calificación mayor, es decir, 1.6 puntos para su calificación final, y así en orden descendente hasta llegar a la que presentó más error (Indicadores) que se quedó con un cero.

 Me queda clarísimo que se trata de una calificación donde yo he decidido darles cierto peso al trabajo de los encuestadores (65% si aciertan al ganador, 19% entre más publiquen encuestas y 16% entre menos errores cometan entre el primero y segundo lugares en las competencias electorales). Algunos podrán argumentar que se trata de una medida arbitraria, pero me parece un buen comienzo para calificar a los encuestadores.

 La tabla 10 presenta el quién es quién de los encuestadores. 11 obtienen una calificación aprobatoria. De las conocidas, destaca el caso de El Universal, que publicó cinco encuestas donde atinó a todos sus ganadores y con errores por debajo de la media de los 44 sondeos analizados. Seis encuestadoras reprobaron. Destaca el caso del periódico Reforma que, al igual que El Universal, publicó cinco encuestas pero sólo le atinó a dos ganadores y con errores en la diferencia entre el primero y segundo lugares por arriba del promedio de todas las encuestas.

 Ahí está, pues, una primera medición de quién es quién en las encuestas en México.

 Lo que sigue.
La intención de este artículo es comenzar un debate acerca de la transparencia y la rendición de cuentas de los encuestadores en México. Sé que a algunos de ellos les disgustará el análisis aquí presentado. Espero, sin embargo, que propongan alternativas para medir la efectividad en la predicción de las encuestas preelectorales. Bienvenidas sus propuestas. Espero que sea rápido porque, no sé usted, pero yo creo que en México llegó la hora de conocer con precisión quién es quién en las encuestas.



Leo Zuckermann. Politólogo. Profesor afiliado de la División de Estudios Políticos del CIDE. Columnista de Excélsior y conductor de Es la hora de opinar en FOROtv.

Leído en: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102593


CONOCERSE A UNO MISMO.






Un niño de la India fue enviado a estudiar a un colegio de otro país.
Pasaron algunas semanas, y un día el jovencito se enteró de que en el colegio había otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño y supo que el niño era del mismo pueblo que él y experimentó un gran contento.
Más adelante le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y tuvo una enorme satisfacción. Pasaron unas semanas más y comprobó finalmente que el niño era como él y tenía su mismo nombre. Entonces, a decir verdad, su felicidad fue inconmensurable.
*El Maestro dice: No hay mayor gozo en este mundo que el de conocerse a uno mismo.

Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle.