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Lope de Vega y Carpio
1562 - 1635 |
A una calavera de mujer
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?
Lope de Vega
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Danzan los fantasmas en el cementerio silencioso.
Se mueven en círculos y resplandecen fulgorosos.
Son fuegos fatuos que se elevan desde las tumbas,
e iluminan la noche oscurecida por las penumbras.
Recorren el campo santo levantando muertos, que
abandonan sus restos desparramados en ataúdes, y
danzan bajo la inaudible música de invisibles laúdes.
El enterrador tiembla en su casilla y se persigna ante
la visión aterradora de las danzantes luces amarillas.
Esa noche todo lo que dormía a despierto, es la noche
del dos de noviembre, día de los muertos.
Anónimo
Estoy por todos tus huesos
flaquita de mis amores
con tu sonrisa burlona
y el sombrero lleno flores.
Aunque naciste en México
tu quisiste ser francesa
y te pusieron ese sombrero
que llevas en tu cabeza.
El señor Guadalupe Posada
te dio esa simpatía
para que griten la gente
que por ti se morirían.
Yo te amo mi flaquita
y muero por tus huesitos
pero no me lleves ahora
déjame seguir vivito.
Ya llegará ese momento
en el que por tus huesos muera
y llevándome contigo
estaré siempre a tu vera.
Veras que bien lo pasamos
con el mismo satanás
riendo a mandíbula batiente
por toda la eternidad.