Jaime Sánchez Susarrey |
La más sintomática de todas es la de Reforma. A finales de mayo, registraba una competencia muy reñida: 38% EPN vs 34% AMLO. La diferencia ahora, es de 12 puntos (42% vs 30%).
La verdadera incógnita no está en quién ocupará el primer sitio, sino en el empate técnico que se registra en el segundo lugar. El promedio de las 6 casas es de 2.6% a favor de AMLO sobre JVM, que se sitúa dentro del margen de error (+ - 3%). Así que la moneda está en el aire.
La distancia que separa al puntero del segundo lugar ha sido consistente. A principios de la contienda, Peña Nieto llevaba una ventaja de casi 20 puntos. Esa diferencia se ha reducido, pero continúa siendo enorme. Baste recordar que en 2006, según los números de Covarrubias y Asociados (C&A), casa encuestadora de la Coalición por el Bien de Todos, AMLO tenía una ventaja de 12 puntos sobre Calderón.
Sin embargo, López Obrador y sus camaradas insisten en 2 cosas: a) las encuestas publicadas son pura propaganda; b) ellos tienen sus propios sondeos donde van arriba. Escuchar al rayito de esperanza repetir esa tarabilla no sorprende. Fue exactamente lo que dijo hace 6 años. Pero resulta penoso que Jesús Zambrano y Jesús Ortega se monten en semejante disparate.
El antecedente está allí y es conocido por todos ellos. La ventaja de 12 puntos con la que arrancó la elección de 2006 se fue reduciendo paulatinamente hasta que a finales de marzo y abril se registró un empate entre AMLO y Calderón. Estos números no sólo eran de la mayoría de las casas encuestadoras, sino también de C&A.
Y según el testimonio de Ana Cristina Covarrubias, por esas fechas dejó de publicar los resultados de sus encuestas, porque ¿qué necesidad tenía de divulgar tendencias que no favorecían a su cliente?
Por cierto, la última encuesta publicada por C&A en este proceso electoral fue el pasado mes de mayo y otorgaba una ventaja de 10 puntos a EPN. Desde entonces a la fecha, la casa encuestadora de AMLO ha guardado un prudente y elocuente silencio, como en 2006.
El hecho es que hace 6 años en el Auditorio Nacional, a principios de abril, López Obrador empezó a difundir sus propios números: AMLO 40%, FCH 30% y Madrazo 30%. Las cifras de C&A para ese mismo mes eran completamente distintas: AMLO 34%, FCH 31%, Madrazo 21%.
López Obrador repitió como un mantra que llevaba esa ventaja de 10 puntos hasta el 1º de julio de ese año. No importaba que todos los sondeos, incluido el de su casa encuestadora, arrojarán un empate técnico entre él y Calderón. La pregunta a formular es quién y con qué metodología le proveyó esas cifras.
La respuesta sigue siendo un misterio. Nunca lo dijo. Pero no hay duda que es la misma “casa encuestadora” que ahora lo sitúa, según él, 2 ó 3 puntos arriba de Peña Nieto. El hecho es que la negativa a reconocer las tendencias de los sondeos de opinión en 2006 se convirtió en el paso previo a la denuncia de un gran fraude.
Las mentiras y los delirios no terminaron allí. Pasadas las 11 de la noche del 2 de julio en el Hotel Marquis Reforma y hacia la una de la madrugada del 3 de julio en el Zócalo, afirmó que los conteos rápidos le otorgaban una ventaja de 500 mil votos. Pero la realidad era completamente diferente.
La noche del 2 de julio sólo una encuesta de salida, la de C&A, le otorgó una ventaja de 2.4 puntos. Tres declaraban empate: Parametría, Ipso-Bimsa y Mitofsky. Y las 7 restantes le otorgaban una pequeña ventaja a Felipe Calderón: BGC, Gaussc, Arcop, Presencia Ciudadana Mexicana, GEA-ISA, TV Azteca y Mirac.
Y lo más importante: todos los conteos rápidos, basados en las actas de casillas, incluido el de Covarrubias y Asociados, le otorgaron la ventaja a Felipe Calderón, coincidiendo con los números del Programa de Resultados Preliminares del IFE. En otras palabras, López Obrador mintió a sabiendas en el Zócalo y en el Hotel Marquis de Reforma.
Él sabía que los 500 mil votos de ventaja eran inexistentes y sabía también que los resultados de los conteos rápidos le eran adversos. Pero nada de eso importó. La estrategia había sido delineada desde el mes de abril, cuando el empate con Calderón era un hecho. Porque hubiera resultado completamente contradictorio reconocer esas tendencias y, luego, denunciar un fraude.
Hoy, la historia se repite a pie juntillas. Si bien de manera mucho más acusada. Por eso no reconoce que la ventaja de Peña Nieto es, cuando menos, de 12 puntos. Hacerlo equivaldría a cancelar la posibilidad de denunciar un fraude.
De ahí la ambigüedad. Un día declara que le harán la guerra sucia, y si falla, tramarán un fraude en su contra. Al día siguiente corrige y dice que respetará el resultado de la elección. Pero luego señala que las televisoras pretenden imponer a Peña Nieto.
La ruta, pues, está claramente trazada. La derrota de AMLO será la confirmación absoluta de un fraude electoral. La única prueba aceptable de comicios limpios y transparentes es su victoria. Nada más y nada menos.
La tarde y noche del 1º de julio veremos la reedición del 2 de julio de 2006. López Obrador se proclamará vencedor y desconocerá el resultado de la elección.
La gran pregunta es si Marcelo Ebrard y Nueva Izquierda lo seguirán en su aventura hacia el despeñadero.
Leído en: http://www.am.com.mx/Columna.aspx?ID=20711