¿Por qué las dirigencias de los dos principales partidos opositores (PAN y PRD) firmaron un pacto con el nuevo gobierno del PRI que, de prosperar, podría mejorar la situación del país, de tal suerte que se incrementarían las probabilidades de que el tricolor siga ganando elecciones estatales y nacionales?
La primera respuesta puede ser ideológica: las dirigencias panista y perredista tuvieron un momento de inspiración nacionalista. De repente les cayó el veinte que tenían que privilegiar los intereses nacionales sobre los partidistas. Si esto fuera cierto, estaríamos frente a políticos benevolentes, algo que no es común y corriente en la historia. Sobre todo si recordamos que, cuando los panistas gobernaron, ni los priístas ni los perredistas fueron muy generosos que digamos con aquellos gobiernos. Ahora estaríamos frente a un enorme golpe de suerte para el gobierno del PRI porque su oposición sí estaría dispuesta a apoyarlos tan sólo por "el bien de México".
Esa es una primera opción. Partamos, ahora, de una premisa diferente: que Gustavo Madero y Jesús Zambrano estamparon su firma en el Pacto no por su magnificencia con México, sino porque racionalmente les convenía; que realizaron un cálculo de costos y beneficios y, como el saldo era favorable, le entraron al acuerdo. La pregunta es, entonces, qué sacaron a cambio.