No espero nada. Ni siquiera que se tome los 10 minutos que se necesitan para leer este texto.
Escribo estos tres consejos con enorme responsabilidad y con algo en
mente: espero que Andrés Manuel López Obrador crezca en 2012. Ni
siquiera por él, sino por la República. Será una gravísima vuelta en u que
llegue el PRI con todo el poder que le prometen las encuestas. Debemos
aspirar, como ciudadanos, que ningún partido se lleve carro completo porque ya saben cómo nos irá.Y como no soy político sino periodista, escribo de lo que veo, leo y escucho.
Va:
1. Debe dejar de predicar a los conversos
Las concentraciones de AMLO son muy conmovedoras: La viejita que levanta el puño y grita: “¡Chingue su madre el gobierno!”; el señor de sombrero con los dedos tan ásperos que parecen manos de metate; los que llevan guaraches y banderitas de la Patria o de su partido y se cubren el sol con cachuchas llenas de grasa. No son personajes folclóricos: una parte del país está así de jodido, o más.
Si alguien votará por López Obrador serán ellos. Ellos, y una clase media que con un empujoncito más se volverá como ellos en una o dos generaciones. Votarán por AMLO y por eso están allí. Qué bueno, por otro lado, que tengan una opción política porque de otra manera, muchos estarían armados y andarían por sierras y ciudades buscándose la papa a como diera lugar.
Pero poco sabio será López Obrador si su discurso es sólo para ellos. Si se reúne sólo con ellos. Si no abre las miras y empieza a predicar a los que no están convencidos de que él es una opción. Será poco sabio si no abre sus mítines a los otros descontentos, hartos de un país sin justicia social y sin oportunidades. Y esos son muchos, también, aunque no se vean como esos que lo acompañan siempre.
Estará frito, AMLO, si sigue predicando sólo a los conversos. Yo no soy un estratega político y digo lo que pienso: que López Obrador tendrá una oportunidad de gobernar México si se vuelve incluyente, no sólo tolerante.
2. Debe hablar de los hechos
Sí, el Distrito Federal tiene muchos problemas. Sí, la ciudad tiene enormes diferencias sociales, hay corrupción de todo tipo, faltan vialidades y transporte público, simplificación administrativa, mayores incentivos al comercio, a la industria; un buen trato para los que generan empleo y un trato digno para los que no tienen trabajo. Sí, hay contaminación. Sí, aquí, el PRD opera como mafia con ambulantes y vendedores de piratería y eso.
Pero, ¿saben qué?, también es cierto que en los últimos años la ciudad se ha transformado. Y básicamente por los gobiernos de López Obrador y de Marcelo Ebrard. No lo notamos, quizás, pero mientras el norte industrializado se fue al carajo por la guerra de Felipe Calderón, el Distrito Federal avanzó, a pasos lentos si se quiere, hacia una mejor urbe: más tolerante, más progresista, con obras gigantes que –para los que las sufren a diario– ya las terminarán y ya darán frutos.
Me acuerdo mucho cuando se quejaban de AMLO por el segundo piso. Ah, qué lloradera. Y ahora nos subimos en nuestros carros y lo usamos y nadie se queja más, ¿o sí? Veo, los domingos, gente que se sube a esos elevados como en un paseo vacacional.
¿Por qué AMLO no habla de eso? ¿Por qué no, en lugar de poner a todos a temblar con un discurso político agresivo, mejor habla de los hechos, de que gobernó una ciudad de 8 o 12 millones de mexicanos y que las cosas no salieron mal? Yo creo que López Obrador se emociona en los templetes y se equivoca, pero cuando está frente a responsabilidades públicas las hace y ya. ¿Por qué no utiliza el enorme caudal de su gobierno, e incluso el de Marcelo Ebrard? ¡Vean cómo está Monterrey! O Juárez, o Matamoros, o Saltillo o Torreón. Yo soy norteño y me da una tristeza bárbara ver al norte hecho pedazos. No uso el transporte público del DF porque no lo necesito –mi casa está a un kilómetro del trabajo y aprovecho para caminar–, pero si requiero ir al Centro Histórico por unas cervezas, o al cine, o a hacer alguna compra, tomo el Metrobús o el Metro sin problema alguno, mientras que una parte de mi familia no sale después de la siete de la tarde en Ciudad Juárez. ¿Por qué AMLO no presume sus logros y los de Ebrard?
3. Debe cuidar el discurso
No me pareció grave el “cállate chachalaca”. Al final, el IFE mismo le dijo a Vicente Fox que era una chachalaca, o más: que era un irresponsable que estuvo a punto de descarrilar la elección del 2006.
Me pareció fuerte su “al diablo con las instituciones”. Por las razones que quiera: porque las instituciones que quedan están allí, paraditas, por el esfuerzo de los mexicanos; porque hablaba de un López Obrador intransigente.
Aunque anda en el AMLOVE y en la República Amorosa, López Obrador pierde repentinamente cuando improvisa. Aguas. Debe cuidar el discurso.
No me extiendo mucho sobre este tema porque casi todos los mexicanos sabemos que López Obrador puede ayudar a polarizar cuando se radicaliza. Y lo que queremos no es un país polarizado. Queremos un gobierno prudente y sí, un cambio de fondo. Queremos un país sin monopolios y sin el gobierno de la televisión. Un país con cultura, con artes, con educación. Un país en paz. Y un discurso polarizador no ayuda. Aguas con el discurso, pues.
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Lo he dicho antes: Andrés Manuel López Obrador debe crecer en 2012. No sé si tendrá tiempo de crecer tanto como para ganar, porque no soy adivino. Pero debe crecer. Y debe crecer por la salud dela República: Para que Enrique Peña Nieto llegue, si llega, muy mermado; para que el PAN conserve la Presidencia, si la conserva, apenas con un voto de más.
Para que ningún partido se quede con la mayoría absoluta del Congreso y se sirva con la cuchara grande, como lo hacen.
López Obrador crecerá si se cuida. Sí, depende de él. Peña Nieto es nadie, nada, como ya lo vimos. El PAN está muy golpeado. AMLO tiene una oportunidad de empujar a los candidatos de la izquierda –o su propia candidatura–. Pero tiene fama de obtuso, cerrado, necio y mesiánico.
Este nuevo AMLOVE, ¿aprendió ya a escuchar?
Porque si aprendió, aquí le dejo estos tres consejos mínimos, sin malas intenciones, sin ganas de joderlo.
Leído enhttp://www.sinembargo.mx/opinion/26-12-2011/3942
