sábado, 15 de octubre de 2011

Estreno mundial cover de Behind blue eyes by Arpegio

Arpegio nos propone otro de sus covers y un sábado especial con su música




Hola a todos, quiero compartir con ustedes otro de mis proyectos de fin de semana, esta ocasión es una rola original del legendario grupo “The Who” en 1971 y sacada de Nuevo a la LUZ en 2003 por el grupo Limp Bizkit.

Paul Townshend dijo sobre la canción… “ How lonely is to be powerful”.  

La interpretación de la letra de la canción escurre frustración pero claro, habrá quien piense que es una canción de amor.

A pesar de las letras medias tristes, la melodía es hermosa con un ritmo muy agradable.

Me atreví a hacer un cover del cover de la versión de Limp Bizkit, más que nada por la guitarra acústica. Tocar la guitarra acústica es un reto para mí, nunca pude tocarla bien (ni puedo aun ).   A diferencia de una guitarra eléctrica, las cuerdas están más altas sobre el puente y eso lo complica todo para mí. Además había reparado mi guitarra con un micrófono equivocado, por eso la guitarra se oye muy “metálica” sobre todo en la parte de rasgueo.

Pero lo más importante, quiero dedicarle esta versión a todas las foristas bellas que se atreven a participar en este foro, en especial se la dedico a una forista muy misteriosa, espero que todo esté bien con ella, se le extraña y ojala pronto vuelva a participar, Doña Luz.

También coloque algunas bellas imágenes sobre los “espejos del alma” muy de acuerdo al tema.
Espero que la disfruten y veremos que reacciones y conversaciones se generan.
Gracias a ForoParalelo por permitirme esto.       






Rosario Robles: Ebrard, o no sabe o miente


En su afán desesperado, Marcelo Ebrard cree que puede engañar. Montado en la propuesta de intelectuales, personalidades y líderes de diferentes partidos políticos, pretende habilitar, por la puerta de atrás, su pretensión de ser el candidato de una alianza PAN-PRD. Dice que la disyuntiva es un gobierno de coalición o el regreso del PRI. Que quienes desde la izquierda se oponen a esta propuesta se olvidan de que el Gobierno del Distrito Federal tiene esas características. Nada más falso. En primer lugar, porque los promotores de un gobierno de coalición se refieren a la construcción de alianzas del partido que gane la Presidencia con otros representados en el Congreso para garantizar la gobernabilidad democrática. No tiene nada que ver con los pactos electorales, sino con las que se establecen en el momento de gobernar para generar mayorías sin tener que recurrir a una cláusula de gobernabilidad que nada tiene que ver con el momento actual. Eso quedó atrás desde 1997. 


Más en http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9044175

Calderón a Sicilia: Mi gobierno no es represor pero no ha cumplido su función de proteger a la gente


Ante la insistencia del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de crear una comisión de la verdad, el presidente Felipe Calderón aseguró que no es necesario porque el país no vive bajo un “régimen represor” ni se puede equiparar con gobiernos como el de Bosnia-Herzegovina que asesinaron, mutilaron o desaparecieron a ciudadanos.
Durante el segundo diálogo entre el gobierno federal y el movimiento que encabeza el poeta Javier Sicilia, Calderón reconoció que el Estado “no ha cumplido su función de proteger a la gente”, pero tampoco ha atentado sistemáticamente contra los ciudadanos.

Puig: Breve crónica tuitera del miedo y el silencio



Parece cierto que hubo una persecución entre delincuentes y el Ejército y que abarcó varias cuadras del centro. Nadie está seguro del número de muertos. Todos coinciden en el muerto vendado, pero todos dudan cuando lo cuentan. Al día siguiente, en Twitter los habitantes de la capital tamaulipeca lo confirman, y para sus medios de comunicación no pasó nada...
#victoriaalone. Octubre de 2011. Foto: Notimex.
Miércoles 12. Cuatro de la tarde. La cronología de la cuenta de Twitter @cd_victoria se empieza a calentar.
El siguiente intercambio dura alrededor de 20 minutos. Corrijo las faltas de ortografía y usos idiomáticos tuiteros para hacerlo más legible.
* * *
Mónica Guerrero: ¿Qué pasó en Carrera Torres porque está cerrado desde el 16 y hay soldados desde el 13?
Julio Morales: Sigue cerrada la calle Bravo, el pedo fue en el 14.
Alex Nava: Calle cerrada desde el 14 hasta el 16.

Más en http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9044193

Liébano Sáenz: ¿Coaliciones o gobierno eficaz?



Es menester considerar que desde 1997 el país vive en un gobierno de coalición virtual o real, por la simple razón de que ningún partido tiene mayoría en el Congreso. Por ello, las decisiones generadas desde entonces han sido fruto de la convergencia de distintas fuerzas. Las reformas exitosas no resultan de la debilidad del partido gobernante, sino justamente de lo contrario.
El pronunciamiento a favor de un gobierno de coalición no puede ser tomado a la ligera. Destacados mexicanos se han adherido públicamente a esta propuesta, al igual que varios aspirantes a la candidatura presidencial. El hecho de que ninguno de ellos tenga la primera preferencia al interior de sus respectivos partidos es un dato importante para entender, al menos, las principales motivaciones de la iniciativa.

Ayer, hoy, quizá mañana José Woldenberg

El polítologo y ex consejero del ife  también nos habla sobre las coaliciones, en  lo que no leíste en la semana



Ayer, hoy, quizá mañana
José Woldenberg
13 Oct. 11

1.¿A alguien se le hubiera ocurrido plantear un gobierno de coalición en los años sesenta del siglo pasado? ¿Para qué? Resultaba innecesario. Eran los tiempos del "partido casi único", de las elecciones sin competencia (es más, el momento estelar de los procesos electorales era el del "destape", luego del cual seguía un ritual insípido y carente de tensión porque ganadores y perdedores estaban predeterminados), de un mundo de la representación política habitado (casi) por una sola fuerza. El Presidente y su partido tenían mayorías calificadas en el Congreso (más de dos terceras partes de los diputados y senadores), lo que les permitía ordenar lo que pasaba en el Legislativo. Un solo partido podía gobernar en solitario. Había pues mucha gobernabilidad en el sentido estrecho del término (la capacidad que un gobierno tiene de hacer prosperar sus propuestas en el Legislativo), pero escasa -muy escasa- pluralidad.

2. Pero no hay mal que dure 100 años. Un país diverso, masivo, desigual, modernizado, generó sensibilidades, visiones, intereses, distintos. Y ese "nuevo" México no cabía ni quería hacerlo bajo un solo ideario, una sola organización, un solo partido. La pluralidad política del país forjó distintos referentes partidistas, y éstos a través de su competencia modificaron de manera radical el mundo de la representación. En 1988, el PRI perdió la capacidad de cambiar por sí mismo la Constitución; en 1997, ningún partido fue capaz de obtener la mayoría absoluta de los asientos de la Cámara de Diputados; y en el año 2000 lo mismo sucedió en el Senado. Total, que a partir de 1997 fueron necesarios los acuerdos entre dos o más bancadas para que pudiera aprobarse "algo" en el Congreso. Un pluralismo equilibrado se instaló y a partir de entonces una sola voz, un solo interés, una sola visión, no puede hacer su voluntad. Aprendimos que el diálogo, la negociación, el acuerdo, resultaban necesarios para hacer prosperar cualquier iniciativa. Cada vez que fue aprobada una ley, que se votó el presupuesto o que se acordó una comisión, tras ello existió una coalición. Solamente que esas coaliciones fueron puntuales, volátiles.

3. Las coaliciones se han armado por necesidad. Porque si no suceden nada se puede aprobar. No han sido un capricho sino una imposición de la elemental aritmética democrática; no son opcionales, sino obligatorias, si se quiere que una propuesta determinada avance. (Una fuerza política puede optar por ser testimonial, pero eso es harina de otro costal). La virtud -creo- del comunicado que firmamos 46 personas reside precisamente en el reconocimiento de que el pluralismo equilibrado que hoy habita el Congreso es en primerísimo lugar un bien que debe ser preservado, y que dado que la República no demanda exorcistas sino políticos capaces de leer los signos de los nuevos tiempos, hay que transformar la necesidad (que un gobierno cuente con apoyo mayoritario en el Congreso) en virtud. Ello solamente es posible y deseable a través de la construcción de acuerdos. Y por ello es útil pensar en el tránsito de coaliciones efímeras en el Legislativo a coaliciones de gobierno y legislativas estables y permanentes.

4. Hay, sin embargo, que evitar una confusión. Coaliciones electorales se han dado ya; las han explorado y explotado todos los partidos. La ley las permite y qué bueno que así sea. Hubo un periodo en el que resultaban casi imposibles porque la norma establecía que si dos o más partidos se coaligaban los votos serían solamente para uno de ellos. Porque si dos o más fuerzas quieren ir unificadas a una elección deben tener todas las facilidades para hacerlo. Pero lo que jamás hemos tenido en México son coaliciones de gobierno, acuerdos entre dos o más partidos que pactan un programa de gobierno, otro legislativo y la integración de un gabinete. Y eso se hace -perdón por la insistencia- por necesidad, es decir, cuando quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo no tiene el suficiente respaldo en el Legislativo.

5. Por supuesto cualquiera puede aspirar a ganar en singular la mayoría absoluta en el Congreso y entonces no requerirá del expediente de la coalición. Pero incluso en ese caso, nunca está de más tenerlo a la mano... por si las moscas. Otra cosa muy distinta es tratar de modificar la ley para decretar una mayoría absoluta de escaños sin haber obtenido los votos suficientes para ello; es decir, la pretensión de que un partido con el 35 por ciento de los votos, por la magia de la ley, se convierta en un partido con más del 50 por ciento más uno de los legisladores.

6. El desplegado de los 46 hace un planteamiento de carácter general. No presupone una traducción específica en términos de la forma de gobierno adecuada. Bajo ese "manto" caben diversas opciones: el gobierno de gabinete, modalidades de semipresidencialismo, la disposición constitucional de hacer opcional los gobiernos de coalición o el tránsito a un régimen parlamentario. Sigo pensando que esto último sería lo más adecuado, pero...

El poder no se comparte Jorge Fernández Menéndez

En lo que no leíste en la semana el periodista Fernández comenta sobre las coaliciones


¿Están dispuestas las principales fuerzas políticas a avanzar en un eventual gobierno de coalición? Si nos atenemos a los firmantes del desplegado del lunes habría que concluir que muy probablemente sí, pero en realidad lo que se sigue imponiendo es la máxima de que el poder no se comparte.
No nos engañemos, no se requiere ni ley ni reforma alguna para establecer un gobierno de coalición en México. Se podría haber hecho perfectamente en el pasado y ningún instrumento legal lo impide: se trata sólo de contar con la voluntad política para hacerlo. Pero esa voluntad no existe o es escasa. Como hemos dicho, en los hechos, se logró una importante coalición legislativa entre 1991 y 1993 en la segunda mitad del gobierno de Carlos Salinas, cuando se dio la última gran etapa de reformas estructurales en el país. En el sexenio siguiente, Ernesto Zedillo intentó ir más allá, negociando con el PAN la Procuraduría General de la República, que iba a ser para Fernando Gómez Mont, pero unos días antes de la toma de posesión descubrieron que Fernando, entonces mano derecha de Diego Fernández de Cevallos, no tenía la edad mínima (35 años) para ser procurador, y quedó en su lugar, por acuerdo con el PAN, Antonio Lozano Gracia. Pero vino la crisis y el PAN (dirigido por un Carlos Castillo Peraza que no quería acuerdos con el PRI) no quiso asumir costos y abandonó todos los acuerdos legislativos con el gobierno: rechazó, entre otras, las reforma de pensiones, la energética y la fiscal (que, como debe ser, ahora propone el PAN desde el gobierno mientras el PRI no las acepta). Vicente Fox ganó con una coalición electoral mucho más amplia que la que aparecía en el papel, pero la misma no tuvo trascendencia alguna en el ámbito legislativo.
Felipe Calderón quería un gobierno de coalición, lo dijo abiertamente apenas pasadas las elecciones de 2006. Lo entrevisté el 12 de julio de aquel año: le pregunté cómo esperaba gobernar. Me dijo que “se puede construir una alianza legislativa en la estructura de un gobierno de coalición que permita tener mayoría en torno a un programa de gobierno consensuado, un programa que quiero negociar con la oposición incluso antes de tomar posesión. Eso no lo intentamos con el presidente Fox y yo lo quiero hacer, quiero construir un gobierno de coalición a partir de negociar sobre la mesa programas de gobierno e incluso estoy dispuesto a negociar la integración del gabinete, siempre y cuando esto implique un apoyo legislativo estable y permanente”. Seguimos platicando sobre lo que vendría y acerca del gobierno de coalición que proponía construir con los otros partidos, incluido el PRD de López Obrador. Dijo que el programa de gobierno se tendría que articular en torno a esa coalición amplia y que “la esencia de la transición debía ser un programa de gobierno compartido, el cual voy a negociar de aquí al primero de diciembre”. Le pregunté cuáles serían sus objetivos en los primeros cien días de gobierno y la respuesta no pudo ser más clara: primero “el propio gabinete, el gobierno de coalición. Este debe ser un logro claro” (ver el libro Calderón Presidente, editorial Grijalvo, 2007, páginas 125 y subsecuentes).
No pasó nada. La respuesta del PRD fue el plantón de Reforma y el Centro Histórico y el gobierno legítimo de López Obrador. El PRI desechó públicamente eso. Nunca hubo gobierno de coalición y nunca antes había habido una propuesta tan explícita para construirlo.
No veo que las cosas sean ahora diferentes. El diagnóstico que estamos haciendo sobre el tema es exactamente el mismo que se ha hecho desde que no existen mayorías legislativas, o sea, desde 1997, hace ya catorce años. Y las coaliciones se construyen desde el poder. Y salvo la intención de Calderón en 2006, no hay voluntad política de avanzar en ese camino. Se podrá argumentar que muchos de los principales dirigentes del PRI, del PAN y del PRD apoyan la propuesta de la reforma de los gobiernos de coalición (aplaudible en muchos sentidos, pero innecesaria en términos legales para realmente construir un gobierno de coalición).
Pero es una verdad a medias, desde el momento en que la dirigencia nacional del PRI y sobre todo Enrique Peña Nieto no la apoya. Tampoco López Obrador. Y no lo hacen porque para hacer operativa esa reforma se impulsa la creación de un primer ministro que surgiría de esa coalición. Y nadie con posibilidades reales de ganar querrá negociar antes de la elección una ración muy considerable de un poder que aún no está en sus manos. Y no la apoyan porque tanto Peña como López Obrador (y si lo analizamos, a partir por ejemplo de la propuesta de la segunda vuelta, también el presidente Calderón) prefieren el sistema presidencialista al parlamentario. ¿Pueden pensar en coaliciones? Sí, responderán, después de ganar las elecciones. El poder, dicen los viejos políticos, no se comparte. Y no se puede compartir lo que no se tiene.

Aguilar Camín Mayorías y Mayoría

Lo que no leíste en la semana. Aguilar Camín nos habla sobre la propuesta de los intelectuales y políticos y las mayorías


Se suele decir que la democracia mexicana “no genera mayorías”. Pero eso es falso. Lo que la democracia mexicana no genera, porque así se diseñó en la reforma de 1996, son mayorías absolutas, es decir que un partido tenga la mitad más uno de los escaños legislativos tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
La expresión “mayoría absoluta” suena absolutista, pero es de eso de lo que estamos hablando cuando decimos que la democracia mexicana no es funcional, o no es productiva, o no es eficaz, porque no “genera mayorías”.
Mayorías en el Congreso hay, pero desde el 96 son sólo mayorías relativas, lo cual hace que el partido en el gobierno sea siempre, desde entonces, en el nivel federal, minoría en el Congreso, pues sus fuerzas opositoras sumadas tienen más legisladores que la mayoría relativa del gobierno.
El resultado ha sido hasta ahora un gobierno bloqueado en las reformas fundamentales por el Congreso y un Congreso donde nadie es responsable del bloqueo, pues nadie tiene la mayoría absoluta necesaria para cargar con la responsabilidad cabal de lo que se legisla y lo que no.
Es a esto a lo que debemos poner fin si queremos tener una democracia funcional, o eficaz o productiva, y, sobre todo, responsable de sus actos.
Necesitamos mayorías absolutas que lleven la iniciativa y asuman la responsabilidad en el Congreso, mayorías a las cuales podamos premiar o castigar con nuestro voto por sus resultados, atribuibles claramente a unos y a otros no.
Pensar que las mayorías absolutas darán paso al autoritarismo de viejo cuño es desestimar profundamente los cambios que ha traído la democracia al país y exagerar el poder de las mayorías absolutas en los Congresos.
Para empezar, la mayoría absoluta no permite cambiar la Constitución. Esto requiere no la mitad más uno, sino dos terceras partes de los votos.
El proceso político real es mucho más complejo y plural de lo que indica la palabra “absoluta”. Es simplemente imposible que en un entorno democrático una mayoría efectiva en el Congreso se vuelva una imparable máquina de legislar a su capricho, aplastando y saltándose a las demás fuerzas.
La mayoría absoluta es la regla de gobernar de las democracias, no de las dictaduras, aunque a nosotros nos suene a viejo PRI.
Lo cierto es que el viejo PRI no tuvo nunca una mayoría absoluta democrática, pues sus mayorías no venían realmente de las urnas, como ahora.
acamin@milenio.com

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