El fracaso de los gobiernos panistas es entendible porque
los presidentes emanados de ese partido jamás comprendieron cual es el papel
del Estado en la vida pública. En su torpeza, vislumbraron la acción de
gobierno como la administración de los recursos públicos desde una óptica
gerencial y obviaron que el estado representa el interés general, el bien común
y la obligación de brindar seguridad y condiciones de desarrollo a sus
gobernados. Olvidaron también, que la
legitimidad de un gobierno depende de la estricta observancia de la ley. La
fuerza coercitiva del Estado nunca debe desbordar los límites que la Constitución y sus
leyes establecen.
La dirigencia y la militancia panista desde la oposición,
aspiró y luchó por obtener la
Presidencia de la República , ese era su ideal. Olvido que cuando un
ideal se alcanza y se concreta, inexorablemente deja de serlo. Es por ello que
al quedar sin sustancia su causa y al verse obligado a enfrentar la realidad
que implica la tarea de gobierno, perdió la fuerza, extravió el rumbo, y no
supo conducir un sistema político que le resulto del todo ajeno. Olvido también,
que mas allá de la obtención del poder existen otros ideales de mayor altura y
trascendencia, abstracciones que deben materializarse en los hechos; justicia
social, paz, oportunidades, igualdad, respeto, y muchas otras que son el
basamento que rige la convivencia social. El PAN quería el poder pero no sus
consecuencias.
Calderón rompió con los equilibrios que dan sustento a la
frágil estabilidad política y social polarizando la vida pública. Desde su
llegada, se dedico a combatir a sus opositores. Acusaciones, señalamientos y
críticas fueron la constante en su
mandato. La magnitud de estas actitudes presagiaba el tamaño de la incompetencia.
En el ocaso de su gobierno todos hemos sido victimas de su condena.
Al carecer de una visión de Estado, tomo decisiones
absurdas; declaró la guerra a la delincuencia sin preparación, ni proyecto.
Margino lo que la ley establece y se arrogo el poder omnímodo de decidir sin
consultar. Transformo la voluntad general en el interés particular de su propia
arrogancia.
Sangre, barbarie, miedo, desempleo, pobreza, esa es la
herencia de 11 años de ineptitud e incapacidad. Los números no mienten y las
cifras aumentan. Cada día son más los mexicanos que se perciben un país más
inseguro. A diario, cientos de mexicanos son arrojados a las redes del
desempleo. La pobreza se incrementa. La desigualdad hace lo propio. El
resultado; un pueblo engañado por voluntad de un pequeño grupo de mercaderes de
la esperanza.
Ahora, el PAN amenaza con perpetuarse en el poder al
estilo del partido que antes denostaba. Como el PRI, el presidente pretende
imponer a su sucesor utilizando la simulación. Como antaño, utiliza todos los
instrumentos del estado para conseguir ese propósito. No se da cuenta que
muchos mexicanos estamos cansados de la mentira, de la corrupción, de la
ineficacia, de la hipocresía y de la cerrazón. Suficientes mexicanos queremos
libertad para elegir a quién habrá de gobernarnos sin que el presidente cargue
los dados. Libertad para analizar las propuestas. Libertad para juzgar las
personalidades, los aciertos y los errores de quienes aspiran a gobernarnos al
margen de la infamia, la injuria y la calumnia. No queremos más guerras sucias.
No queremos la inducción y la compra del voto. No queremos la descarada
intromisión de los medios de comunicación que buscan favorecer a algunos y
denostar a otros. No queremos la
descalificación anticipada de las elecciones con el pretexto de la
intromisión del crimen organizado con el propósito de sembrar la duda y anular
la elección. NO QUEREMOS MAS “PELIGROS PARA MEXICO”.