Los calderonistas lo saben bien: cuando un candidato no sube en las encuestas, y ya no quedan trucos en la chistera, lo único que queda es bajar al candidato que va arriba. ¿Cómo? Atacando con campañas negativas. Es lo que hizo Felipe Calderón en 2006 contra López Obrador, y es lo que está comenzando a hacer Ernesto Cordero contra Josefina Vázquez Mota.
Hasta la semana pasada, la elección interna del PAN había sido tersa. Los debates, insulsos. Esto favorecía a Vázquez Mota que, de acuerdo a las encuestas, seguía subiendo en las intenciones de voto entre simpatizantes panistas (una población diferente a los militantes y adherentes que son los que van a tener derecho a votar en la elección interna). Mientras tanto, Creel y Cordero se mantenían estancados. Este último, según Consulta-Mitofsky, no había podido rebasar ni siquiera el diez por ciento de las preferencias.
Desde que entró a la competencia en septiembre, Cordero no había crecido en las encuestas. Quizá sí lo ha hecho entre militantes y adherentes del PAN, que son los que van a elegir en febrero al candidato presidencial panista. Pero las encuestas no es algo que pueda descartarse. Imagine usted que en febrero gane Cordero, pero Josefina sea la candidata mejor posicionada para competir contra Peña y López Obrador, además de gozar de la mayor preferencia entre el electorado simpatizante del PAN. ¿Cómo se verá esto? Pues muy mal. De ahí la necesidad de Cordero de subir en las encuestas.
“Haiga sido como haiga sido”, diría su ex jefe, el presidente Calderón. Eso explica por qué Cordero finalmente salió a atacar a Vázquez Mota, tildándola de mentirosa (“tiene la debilidad de faltar a la verdad”) e ineficaz (por no haber pasado legislaciones del Ejecutivo en la Cámara de Diputados). Josefina, al parecer, no se lo esperaba. Su primera reacción fue contraatacar. Dijo que, durante la gestión de Cordero al frente de la Sedesol, se había incrementado el número de pobres a diferencia de cuando ella fue secretaria que había bajado. Una mala respuesta ya que, en el fondo, era una crítica al gobierno panista en voz de una panista. Vázquez Mota también aseguró que Cordero, ya como secretario de Hacienda, le había dicho que “le había salvado la vida” por pasar el Presupuesto de Egresos en la Cámara de Diputados. Acto seguido, Cordero desmintió esta llamada y recordó que Josefina ya había mentido con otra supuesta comunicación que tuvo con Luis Carlos Ugalde, a la sazón presidente del IFE, que nunca existió. Resumió que Josefina tenía un problema de “credibilidad y carácter”.
Así estaban los golpes hasta que este fin de semana en que Vázquez Mota decidió ya no entrarle a una campaña de confrontación. Es lógico: como puntera en las encuestas, ella tiene más que perder en una estrategia de este tipo. Pero Josefina tampoco puede quedarse callada porque en esto de las campañas negativas, “el que calla, otorga”. Más bien tiene que buscar una estrategia para no subirse al ring, pero sí contestar puntualmente los ataques que le hagan.
Un último punto. Como he dicho en este espacio, la decisión de irse negativo contra un adversario es quizá la decisión más difícil de un candidato. Porque una vez que se toma, no hay vuelta para atrás. Y ciertamente tiene un costo. Puede ser eficaz, como fue el caso de Calderón con AMLO en 2006, pero deja heridas difíciles de sanar. Cuando se gana, se complica la relación política con el adversario atacado. Ahí está AMLO, que todavía no perdona a Calderón y le ha dificultado la gobernabilidad de su sexenio. Pues bien, la decisión de Cordero de irse negativo contra Josefina también dejará heridas al futuro entre estos dos contendientes panistas. En este sentido es, sin duda, una mala noticia para el PAN en su aspiración por volver a ganar la Presidencia en 2012.
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