martes, 12 de enero de 2016

Jorge F. Hernández - El pedo de Sean Penn

En uno de los párrafos de su ya famosa entrevista con el Chapo Guzmán, Sean Penn desliza una confidencia: se le escapó un pedo en las propias narices de su anfitrión, al despedirse en la entrada de la habitación donde dormiría el actor. Penn lo califica de “flatulencia del viajero” e incluso mete entre paréntesis un sorry, pero en realidad el pedo de Penn es otro y no el que fingió no oler el Chapo “con la misma caballerosidad con la que se ofreció a acompañar a Kate hasta sus aposentos”. Incluso, Penn narra cómo ambos escapan de su “bruma sutil” y se despiden al tiempo en que él se mete al bungalow que comparte con los colegas semi-anónimos que lo acompañaron en la aventura, al lado de la cama donde ya duerme Kate tras el biombo de su intacta privacía.

Lo que huele mal desde el principio de todo el desmadre es que un actor de intensa actividad pública y comprometida militancia progre logra entrevistarse con el capo de tutti capi del narco mundial a través de una actriz que protagonizó entro otros destacados papeles fílmicos La reina del sur y otras series televisivas o largometrajes que se proponen –con las muy limitadas posibilidades de diálogos y tiempos— denunciar el hedor del crimen organizado y los apestosos recovecos de la corrupción en México… y todo esto empieza a diluirse en la confundida proyección de las pantallas, en la red infinita de las redes y en el enmarañado escenario de lo que llamábamos realidad.








Rafael Loret de Mola - Asesinos sueltos

La impunidad es tan grotesca en México que aún los peores criminales, provenientes de los más oscuros pasillos del poder, no son siquiera perseguidos ni molestados por los órganos encargados de hacer justicia y, en algunos casos, reciben la protección infalible de la suprema voluntad política que los acoge, con la vocal inicial señores correctores, casi con paternal cuidado del establishment; y no existen diferencias en cuanto a partidos y siglas: El sistema los necesita a todos.

No puede entenderse que un sujeto, entre priísta formado y perredista de conveniencia, ángel Aguirre Rivero, uno de los feudales de Guerrero al lado del execrable Rubencito Figueroa Alcocer, igualmente defenestrado como consecuencia de otra matanza, la de Aguas Blancas en donde genízaros policíacos acribillaron a dos decenas de campesinos desarmados, permanezca libre con todas las señales de la masacre de Iguala señalando hacia él, por obra y gracia de la protección y los arreglos del presidente de la República, el señor Peña quien hace tiempo perdió, además de su pobre autoridad moral, toda legitimidad política.








Carlos Ramírez - Sinaloa, Marina y factor Chapo

Si el sistema político ha entendido la lógica de la dinámica criminal, entonces la captura de Joaquín El Chapo Guzmán habría dejado en la sucesión de gobernador en Sinaloa mensajes específicos: La agenda es local y de seguridad, la Secretaría de Marina es un factor de estabilidad estatal y el candidato priista debe de tener experiencia en el manejo de las políticas contra el crimen organizado.

Una encuesta de la empresa Prospecta Consulting publicada ayer en el periódico La Crónica revela tres realidades en el estado donde el narcotráfico se catapultó con cárteles criminales trasnacionales: El problema social número uno es la inseguridad, el PRI aparece sin competidores como el partido ganador y en preferencias el secretario general de Gobierno, Gerardo Vargas Landeros, está en la primera posición priista con ventaja de 2 a 1 sobre el senador Aarón Irízar.







Raymundoi Riva Palacio - La captura del ‘Chapo’ (II)

Las verdades sobre hechos que llevaron a la tercera captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán que decidió hacer públicas el Gobierno federal, trivializaron la cacería que unidades de élite de la Marina realizaron durante 3 meses contra el criminal y paradójicamente alimentaron su leyenda. La narrativa del Gobierno dejó que corriera la especie de que trató de escapar por una alcantarilla –fortaleciendo la idea de que es el genio de los túneles–, y que el quiebre definitivo para encontrarlo fue porque quería hacer una autobiografía para cine –lo que le adjudica un ego que jamás había mostrado. ¿Restarle méritos a la Marina ayuda al presidente Enrique Peña Nieto a dar un bálsamo al Ejército que en la sierra de Durango, a donde se escapó “El Chapo”, nunca hubiera sido capaz de detenerlo? O ¿acaso ocultan con medias verdades detalles de una investigación cuyo conocimiento será más costosa que benéfica y demostraría debilidades institucionales?

La tercera captura del “Chapo” se dio por la suma de factores que incluyen violaciones a la ley, suerte y, sin menoscabo alguno, al trabajo de los comandos de la Marina bajo las órdenes de uno de sus jefes legendarios, el “Comandante Águila”, que junto con siete capitanes altamente capacitados no salieron de la Sierra de Durango y Sinaloa durante estos 3 meses de caza de Guzmán, desarrollando dos tipos de estrategia que finalmente les permitieron ponerle la mano encima. Funcionarios federales dijeron que Guzmán llegó a Los Mochis después de haber huido desde Tamazula y Pueblo Nuevo, un municipio en el sur de Durango, que tiene como cabecera El Salto, donde dos meses antes de que iniciara la operación de la Marina en esa zona, se había dado una inusitada presencia del Ejército que, sin explicación alguna, había establecido retenes y cerrado caminos que impedían viajar directamente a donde se encontraba Guzmán.







Sergio Sarmiento - Cisne negro

"Una persona buena es tan rara como un cisne negro".

Juvenal

Nos narran un operativo de gran precisión realizado por la Armada de México. La versión oficial, supongo, es la que dio a conocer ayer Carlos Loret de Mola, quien mostró en su informativo de televisión una recreación con apoyo de la Marina, incluso con imágenes de la balacera. El operativo tenía incluso nombre de película, Cisne Negro. El problema es que la historia no cuadra con la información.





Lea la columna completa aquí http://www.criteriohidalgo.com/a-criterio/cisne-negro







Ciro Gómez Leyva - Déjeme detener al ‘Chapo’ y me voy al día siguiente

En los duros días de julio, cuando varios pensamos que no seguiría en la Secretaría de Gobernación, Miguel Osorio Chong dijo en público que los momentos de crisis no eran para renunciar. En privado, le pidió al presidente Enrique Peña Nieto que le diera la oportunidad de recapturar al “Chapo” Guzmán y se iba agradecido al día siguiente.

Peña Nieto confió en él. Osorio Chong tomó al “Chapo” como una misión de vida. A diferencia de aquel febrero de 2014, cuando la primera detención, la noche del viernes fue él quien encabezó el momento cumbre, la presentación, la exhibición del mítico sinaloense. Si alguien cumplió una misión con la captura, fue Osorio Chong. Si alguien parece hoy más fuerte que nunca en su puesto, es Osorio Chong.

Sirvan estas líneas para corregir mi error de interpretación en la columna que publiqué aquí el 14 de julio con el título “La segunda renuncia del secretario Osorio Chong”.






Virginia Woolf - La duquesa y el joyero

 
Virginia Woolf  ( 1882 - 1941 )

La duquesa y el joyero

Oliver Bacon vivía en lo alto de una casa junto a Green Park. Tenía un departamento; las sillas estaban colocadas de manera que el asiento quedaba perfectamente orientado, sillas forradas en piel. Los sofás llenaban los miradores de las ventanas, sofás forrados con tapicería. Las ventanas, tres alargadas ventanas, estaban debidamente provistas de discretos visillos y cortinas de satén. El aparador de caoba ocupaba un discreto espacio, y contenía los brandys, los whiskys y los licores que debía contener. Y, desde la ventana central, Oliver Bacon contemplaba las relucientes techumbres de los elegantes automóviles que atestaban los atestados vericuetos de Piccadilly. Difícilmente podía imaginarse una posición más céntrica. Y a las ocho de la mañana le servían el desayuno en bandeja; se lo servía un criado; el criado desplegaba la bata carmesí de Oliver Bacon; él abría las cartas con sus largas y puntiagudas uñas, y extraía gruesas cartulinas blancas de invitación, en las que sobresalían de manera destacada los nombres de duquesas, condesas, vizcondesas y honorables damas. Después Oliver Bacon se aseaba; después se comía las tostadas; después leía el periódico a la brillante luz de la electricidad.

Dirigiéndose a sí mismo, decía: «Hay que ver, Oliver... Tú que comenzaste a vivir en una sucia calleja, tú que...», y bajaba la vista a sus piernas, tan elegantes, enfundadas en los perfectos pantalones, y a sus botas, y a sus polainas. Todo era elegante, reluciente, del mejor paño, cortado por las mejores tijeras de Savile Row. Pero a menudo Oliver Bacon se desmantelaba y volvía a ser un muchacho en una oscura calleja. En cierta ocasión pensó en la cumbre de sus ambiciones: vender perros robados a elegantes señoras en Whitechapel. Y lo hizo. «Oh, Oliver», gimió su madre. «¡Oh, Oliver! ¿Cuándo sentarás cabeza?»... Después Oliver se puso detrás de un mostrador; vendió relojes baratos; después transportó una cartera de bolsillo a Ámsterdam... Al recordarlo, solía reír por lo bajo... el viejo Oliver evocando al joven Oliver. Sí, hizo un buen negocio con los tres diamantes, y también hubo la comisión de la esmeralda. Después de esto, pasó al despacho privado, en la trastienda de Hatton Garden; el despacho con la balanza, la caja fuerte, las gruesas lupas. Y después... y después... Rió por lo bajo. Cuando Oliver pasaba por entre los grupitos de joyeros, en los cálidos atardeceres, que hablaban de precios, de minas de oro, de diamantes y de informes de África del Sur, siempre había alguno que se ponía un dedo sobre la parte lateral de la nariz y murmuraba «hum-m-m», cuando Oliver pasaba. No era más que un murmullo, no era más que un golpecito en el hombro, que un dedo en la nariz, que un zumbido que recorría los grupitos de joyeros en Hatton Garden, un cálido atardecer ¡Hacía muchos años...! Pero Oliver todavía lo sentía recorriéndole el espinazo, todavía sentía el codazo, el murmullo que significaba: «Mírenlo -el joven Oliver, el joven joyero- ahí va.» Y realmente era joven entonces. Y comenzó a vestir mejor y mejor; y tuvo, primero, un cabriolé; después un automóvil; y primero fue a platea y después a palco. Y tenía una villa en Richmond, junto al río, con rosales de rosas rojas; y Mademoiselle solía cortar una rosa todas las mañanas, y se la ponía en el ojal, a Oliver.