domingo, 27 de noviembre de 2011

Federico Berrueto Peña, AMLO y Josefina

Conforme se aproxima la elección, a contrapelo de la regulación en materia de precampañas, los partidos van perfilando a sus candidatos presidenciales. El reconocimiento de Ebrard a AMLO como mejor candidato y la calculada declinación del senador Beltrones aclaran la situación de la izquierda y del PRI. En el PAN falta por ver, pero el tiempo favorece —cada vez con mayor contundencia— a Josefina Vázquez Mota, quien sería la primera mujer postulada para ese encargo por el PAN.
La regulación de precampañas preveía otros tiempos y formas. La disputa real por la candidatura impuso ritmos y calendario. Como antes, noviembre fue el mes de las clarificaciones. AMLO y Ebrard lo resolvieron con la encuesta; Beltrones decidió, unilateralmente, retirarse frente a la evidencia de un respaldo muy por debajo del esfuerzo emprendido para ganar la candidatura. AMLO y Ebrard debieron prever las consecuencias de adelantar los tiempos. En el PRI ocurrió de improviso y allí, como habrá de advertirse este domingo, en el evento de registro de Peña, el regocijo de muchos y la genuina preocupación para otros, los menos,como es evidente con Francisco Labastida.
Es positivo que AMLO y Peña asuman los costos de adelantar los tiempos. El expediente de la competencia simulada para ganar acceso a radio y tv ha sido desechado. El fraude a la ley no es aceptable. El PAN tendrá ventaja, pero será relativa. Los promocionales serán de precampaña, podrán dar presencia al partido y a sus aspirantes, pero no podrán ser utilizados a manera de disputar a sus competidores de otros partidos; intentarlo serían inequívocos actos anticipados de campaña. Más aún, la comunicación política, la que mayor peso cobra en la definición de las preferencias, se da en el terreno de la sutileza, del día a día, no de la propaganda explícita. AMLO y Peña han cobrado relieve en las noticias, en la comunicación interpersonal, y la ventaja de Vázquez Mota hacia Creel y Cordero se ha construido más en la forma que en el contenido del mensaje.
Valiosas lecciones para la comunicación política deja lo que ocurre. López Obrador gana la candidatura por su persistencia y congruencia. No obstante las buenas credenciales de Ebrard a cargo del gobierno del DF y la positiva recepción en sectores medios de la población (de muy difícil acceso para la izquierda), en el empeño de ganar el centro y la promoción de las alianzas con el PAN y con desafectos del PRI, le hizo diferenciarse negativamente de López Obrador, en quienes sus correligionarios veían la claridad política y afinidad ideológica de las que carecía el jefe de Gobierno, por ello la simpatía hacia AMLO era abrumadora en el PRD. Muy poco importó la inclinación de su cúpula hacia Ebrard.
El senador Beltrones jugó con determinación. No existe paralelo alguno en la historia reciente del PRI. Sus propuestas serán discutibles, pero son una cantera importante para el debate sobre la reforma institucional. Sin embargo, más de un año de persistente empeño le dio muy poco para ser alternativa hacia Peña Nieto, apenas 4% de las preferencias internas. Mejoró su conocimiento, pero casi nada la preferencia. Se perfilaba un resultado humillante. Nuevamente, la explicación está en que la política va más allá de la formalidad. Peña comunica más porque sus formas y estrategias lo hacen más próximo a la gente.
Más que lo que dicen o hacen los candidatos, el mensaje está en sus personas, en lo que han sido, cómo viven y conviven, en lo que proyectan que son. Popularmente, Peña se acredita con el poderosísimo atributo de que es el político que sí cumple. Ahora, para complacer la exigencia de los exquisitos (lo que hizo muy bien Beltrones, pero que no le sirvió para ganar aceptación pública, sí publicada), precisa aspectos fundamentales de su oferta política. Hay que tomarle en serio: los mexiquenses, desde encumbrados hasta la base, dicen que cumple lo que promete.
Josefina Vázquez Mota está en lo suyo. De siempre ha sabido que su amenaza no es Creel, sino Cordero. Hasta hoy, la razón de mayor peso para contener la tentación presidencial de intervenir han sido los muy decepcionantes resultados de la actuación política del amigo y leal colaborador de Felipe Calderón. De nueva cuenta, la fortaleza de quien lleva ventaja no está en el contenido, sino en la forma, en la manera de comunicar, que es lo que hace ganar confianza del votante. De poco sirve la exposición mediática de Creel, Cordero, Ebard o Beltrones, si no tienen la capacidad para dar credibilidad a lo que ofrecen y a lo que ellos dicen de sí mismos. Fuera de sus auditorios cautivos, no son capaces, en algunos casos, de despertar el interés de quienes definen. Peña, AMLO y Josefina han ganado porque han sabido comunicar.
fberruetop@gmail.com

Lo mismo en Milenio

Pascal Beltrán del Río. El PAN ante el espejo



El partido del gobierno arranca en franca desventaja. Hay un verdadero hartazgo social por el tema de inseguridad.

Resueltos los procesos de designación de candidato presidencial en el PRI y la izquierda —con los descartes de Manlio Fabio Beltrones y Marcelo Ebrard—, el Partido Acción Nacional se juega la continuidad en Los Pinos en su propia contienda interna.

Lo que hasta hace unos días se veía como una debilidad del PAN frente a sus adversarios podría transformarse en una fortaleza si los tres aspirantes (la precandidatura de Javier Livas es una buena puntada, pero sólo eso) consiguen llevar a cabo una competencia de altura y transmitir el mensaje de que las candidaturas de unidad son una perversión de la democracia, pues inhiben el libre debate de las ideas.

Hace seis años, Felipe Calderón no sólo ganó el proceso interno de su partido sino lo utilizó como un escaparate para mostrar que la suya era una candidatura competitiva, cosa que luego probaría con la remontada que dio en las encuestas.

Esta vez el PAN no realizará una elección por etapas, como la de 2005, sino se jugará todo en una sola fecha, el 5 de febrero, con la posibilidad —igual que la hubo hace seis años, aunque no resultó necesaria— de que se dé una segunda vuelta, 10 días después, si ninguno de los contendientes obtiene la mayoría absoluta.

De acuerdo con la kafkiana reforma electoral aprobada en 2007, el PAN tendrá la ventaja, sobre los partidos que no irán a una competencia interna, de que sus aspirantes se promuevan en spots de radio y televisión durante los dos meses de precampaña.

¿Cuál podría ser la debilidad del PAN? Entre otras, que uno o más de los contendientes no reconozcan la legalidad del proceso. Si tomamos en cuenta las denuncias que, sotto voce, se hacen contra el padrón del partido —un encumbrado panista me contaba hace unos días que el listado de Jalisco, uno de los más abultados, está lleno de inconsistencias— la posibilidad de que el proceso termine en un escándalo no puede descartarse.

La experiencia enseña que adelantar, por medio de encuestas o simples impresiones generales, qué resultado va a arrojar una contienda interna del PAN tiene un alto grado de equivocación. En su momento, pocos daban chance a la precandidatura de Calderón, quien al final ni siquiera necesitó de una segunda vuelta para vencer en la interna a Santiago Creel, percibido como el favorito.

Sin embargo, la historia no es muy buena guía si uno cree que se repite mecánicamente. Las condiciones de 2005-2006 no son iguales a las de ahora. La vez anterior, el PRI resolvió terriblemente su proceso de postulación —una guerra sucia que terminó con la autocoronación de Roberto Madrazo—, lo que aseguraba al PAN arrancar en segundo lugar la carrera presidencial y aspirar, como finalmente sucedió, a hacerse de buena parte del voto útil de los priistas y filo priistas asqueados de su candidato y asustados de una eventual victoria de Andrés Manuel López Obrador.

Esta vez el PAN no puede darse en lujo de creer que se meterá automáticamente en segundo lugar y que cosechará votos útiles. La izquierda está logrando unificarse en torno de López Obrador —cosa que continuará esta semana cuando previsiblemente hagan las paces el aspirante presidencial y su archirrival interno, Nueva Izquierda— y está poco a poco robándole al PAN el lugar de retador del priista Enrique Peña Nieto, puntero indiscutible de esta carrera presidencial.

Tampoco creo que los actuales problemas del PRI vayan a generarle mayor margen de maniobra a Acción Nacional. Es cierto que los términos de la convocatoria para elegir al candidato presidencial y el convenio de coalición del PRI con sus rémoras, PVEM y Panal, han suscitado conatos de rebelión. Sin embargo, si uno compara este proceso de postulación con los de 1981,1987, 1993-94, 1999 y 2005, hay que reconocer que el actual ha sido terso.

Entonces, que no apueste el PAN a que sus adversarios le hagan el trabajo. El partido del gobierno arranca en franca desventaja. Hay un verdadero hartazgo social por el tema de inseguridad, por más que sea injusto que todo el costo del problema se le cargue al Presidente de la República. Y en cualquier país democrático del mundo, pedir un tercer período de gobierno suele ser un privilegio que otorgan pocas veces los votantes.

Los precandidatos del PAN tienen la dificultad adicional de tener que manejar dos discursos: uno para los panistas y otro para los electores en general, uno para la campaña interna y otro para los rivales, que sólo están esperando a quién gana en el blanquiazul.

Como he escrito aquí otras veces, la historia muestra que para ganar la postulación en el PAN, hay que mostrarse rebelde con la nomenklatura partidista, porque en el militante común el gen de la oposición es más fuerte que el de la disciplina. Así ganó la candidatura Vicente Fox en 1999 (a quien nadie se atrevió a hacer frente) y Calderón en 2005.

Por supuesto, no basta con eso, aunque parece ser una condición indispensable. Hasta ahora, de los tres aspirantes, uno ha marcado su distancia del gobierno federal desde hace mucho (Creel) y otro ha sido abiertamente calderonista (Ernesto Cordero).

Las diferencias de Creel con el Presidente han sido del dominio público. La salida del senador como coordinador de su bancada, en junio de 2008 —una decisión tomada por el también calderonista Germán Martínez, cuando fungía como jefe nacional del partido—, es apenas una muestra de ellas.

Tampoco es fácil de olvidar la identificación de Cordero con Calderón. El mandatario ha tenido diversas deferencias para él desde que comenzó a ser percibido como prospecto de candidato presidencial, luego de la muerte de Juan Camilo Mouriño. Y Cordero no ha dudado en hacer de su lealtad a Calderón uno de sus signos más identificables.

Entre esos dos extremos aparece Josefina Vázquez Mota, quien es, de los tres, la que mayores posibilidades tiene de competir con Peña Nieto y López Obrador, a juzgar por las encuestas.

Hasta el jueves pasado me había parecido que Josefina era proclive a tratar de caer bien en todos los auditorios, incluido el de Los Pinos. Quizá por ello, el espectro político de su grupo de colaboradores corre desde la centroizquierda hasta la extrema derecha. Probablemente esa pueda ser una virtud para después, pero en la contienda interna del PAN a Vázquez Mota le urgía definirse.

Comenzó a hacerlo hace tres días, durante una conferencia magistral con la comunidad de Grupo Financiero Multiva. Allí Josefina adelantó que, de ganar la Presidencia, gobernaría “con las mejores mujeres y los mejores hombres”.

Acto seguido agregó una frase que provocaría una tormenta de fin de semana en el partido: “Ya no podemos gobernar ni con un club de amigos ni con la burocracia del partido”.

La crítica generó un gran debate en las redes sociales, entre quienes defendían el derecho de Vázquez Mota de cuestionar cosas que suceden en su partido y quienes la tildaban de malagradecida, pues había hecho su carrera política gracias al PAN.

Luego arreció, cuando Juan Ignacio Zavala, cuñado del Presidente, puso lo siguiente en su cuenta de Twitter, el viernes por la tarde: “Que dice Josefina que ella no tiene amigos ni partido pa gobernar, que ella quiere ser presidenta y ya”. 40 minutos después, el comentario fue retuiteado desde la cuenta @ErnestoCordero, así como por Abraham Cherem, miembro del equipo del precandidato presidencial.

No sé si la estrategia de contraataque adoptada por el corderismo sea la más indicada. El intento por mostrar a Vázquez Mota como ingrata con el partido o avergonzada por él —cosa que ella negó el mismo viernes en una entrevista radiofónica con mi compañero Pepe Cárdenas—podría revertirse entre la base panista si ésta percibe que existe una línea oficial para derrotar a la ex secretaria de Desarrollo Social y de Educación.

El PAN no puede permitirse en estos momentos convertir su contienda interna en una lucha de lodo. La mejor carta que tiene —quizá la única—para meterse entre los dos primeros lugares de la carrera presidencial al arranque formal de las campañas, en marzo próximo, es mostrar que es el partido de las ideas y el debate democrático y no el de la diatriba y las imposiciones.

José Woldenberg Una izquierda posible


Ramnr  nos propone esta lectura escrita por el prestigiado politólogo José Woldenberg, ex- Consejero del IFE
Quizá una especie de refundación de la izquierda tenga que empezar —o que acabar— por la reinvención de un lenguaje. Un lenguaje capaz de hacerse cargo de la nueva realidad en la que vive, de los problemas ancestrales y presentes del país y de imaginar un horizonte que conjugue democracia e igualdad y multiplique sus adherentes y genere un poco de entusiasmo.
izquierda
Nunca la izquierda fue tan fuerte como ahora. Su presencia en el mundo institucional es central. Gobierna varios estados —algunos en coalición— y el Distrito Federal; encabeza centenas de municipios, tiene una presencia destacada en los congresos locales y en la Cámara de Diputados cuenta con 90 representantes y en la de Senadores con 36. Ya no es sólo oposición, es gobierno. Y eso reclama un ajuste al lenguaje.

Trabaja en un marco institucional propicio para su desarrollo. Hace tiempo dejó la marginalidad o, peor aún, la semiclandestinidad. La germinal democracia mexicana le permite desplegar todo tipo de iniciativas, moverse por el país con libertad, recibe jugosos subsidios estatales, tiene capacidad para competir por todos los cargos de elección popular. Y sin embargo, de vez en vez, con una constancia digna de mejores causas, atenta contra las reglas e instituciones que ella misma ayudó a edificar y que sin duda usufructúa.

No está sola en el escenario. Es un actor entre otros. En México se recrea la pluralidad que es consustancial a cualquier sociedad moderna, masificada y compleja. Esas fuerzas están implantadas, existen las garantías para su reproducción y ningún exorcista podrá conjurarlas. Esa realidad tiene que ser vivida no sólo como algo impuesto, sino venturoso, y no ofrecer la impresión de que se aspira a una sociedad alineada con un solo diagnóstico, un solo discurso, una sola ideología.

La Constitución y las leyes amparan su existencia, pero nuestro Estado de derecho se encuentra contrahecho. En esa dimensión son muchas las tareas pendientes. Pero las normas que hoy regulan la convivencia pueden y deben ser modificadas por las vías que abre y garantiza la propia legislación. El compromiso con la legalidad, a través de la cual puede y debe ser modificada la propia legalidad, merece ser subrayado.

La izquierda ha generado, sucesivamente, dos liderazgos potentes y reconocidos, que le permitieron crecer en forma espectacular y tender puentes de comunicación con amplias capas de ciudadanos. Además, en su momento, desataron un gran entusiasmo, combustible indispensable para una política exitosa. No obstante, ha sido difícil que esos liderazgos se reproduzcan y sean funcionales dentro de un marco organizativo, en el cual existen otras voces y otras sensibilidades. Los liderazgos carismáticos parecen no querer ni reconocer límites organizativos a su acción —prefieren la interlocución directa con las “masas”— y la izquierda ha vivido en una tensión permanente entre organización partidista y guía unipersonal.

Por si fuera poco, en el partido más implantado de la izquierda coexisten diversas corrientes de pensamiento y acción. Eso que podría ser un capital político invaluable, se traduce una y otra vez en pugnas fratricidas que sólo carcomen las relaciones internas y restan poder de atracción a la izquierda. Las corrientes, coaligadas o enfrentadas, no han logrado construir una casa habitable.

La fuerza de la izquierda, además, radica en diferentes movimientos sociales, con agendas, ritmos de trabajo y limitantes propias. Una política sin puentes suficientes con ese universo complejo tiende a “autonomizar” la acción de los políticos y a construir una ruptura con esas expresiones que bien pueden avivar y avivarse de la acción de gobierno y parlamentaria de la izquierda.

El mundo intelectual, de los conocimientos especializados y de la cultura son constelaciones diversificadas, ricas y vivas. Y la política sin esas dimensiones tiende a empequeñecerse, a volverse autorreferencial. Por ello, construir mecanismos de intercambio y retroalimentación con ellos parece imprescindible. No se trata de seguir fomentando la vieja y gastada fórmula de alinear a los intelectuales, técnicos y artistas que comparten determinado discurso o preferencia electoral, sino de abrir puertas y ventanas para entrar en un contacto —no sin tensiones— que puede llegar a ser fructífero para todos.

Así, si la izquierda (o las izquierdas) van a hacer política desde las instituciones del Estado (encabezan gobiernos y tienen presencia destacada en los congresos) y desde la sociedad, en un marco pluralista (ella misma lo es) y de derecho, conjugando sus liderazgos y su necesaria organización, fomentando canales de comunicación con los movimientos sociales y el mundo intelectual, tiene que asumir un cabal compromiso democrático. La democracia no es ni puede ser una coartada, tampoco una estación de paso, sino un fin en sí mismo.

Pero el tema que le puede ofrecer singularidad y proyección a la izquierda es un asunto viejo, arraigado, perenne: la profunda desigualdad que marca las relaciones sociales entre nosotros. No somos, ni de lejos, una comunidad, sino un archipiélago de clases, grupos, estamentos, que no se reconocen entre sí. Una sociedad polarizada que en el día a día se reproduce en circuitos sobrepuestos pero que no se “alimentan” unos a otros. Los barrios, las escuelas, los espacios públicos, las clínicas de salud, los “antros”, están predeterminados a servir a cierto sector de la sociedad. Los más ricos se atrincheran en sus “desarrollos residenciales” cuya promesa es, precisamente, la de no convivir con el resto de las personas; las escuelas han dejado de ser el crisol donde se encontraban y reconocían niños de diferentes grupos sociales; los centros comerciales o los parques tienen y reproducen un sello de clase; y la atención a la salud, segmentada, crea circuitos en los que nunca se encuentran los diferentes. Recelo y temor marcan entonces las relaciones sociales.

Ese monumental tema, sobre el que han llamado la atención el PNUD o la CEPAL, debería ser la preocupación central y estratégica de la izquierda, supuestamente mejor capacitada que ninguna otra corriente de pensamiento para hacerle frente. Las iniciativas para construir un sistema institucional y normativo para el ejercicio universal de derechos básicos bien puede ser el horizonte que ofrezca sentido a su accionar. Reconociendo lo que en muchos terrenos se ha avanzado (la cobertura educativa, la atención diferenciada —pero atención al fin— a la salud, los programas de vivienda, etcétera); la edificación de un sistema de derechos universales —ejercibles y demandables— para empezar a construir una sociedad menos escindida, más cohesionada, con un auténtico sentido de pertenencia entre sus miembros, puede ofrecerle una identidad propia a la izquierda y un rumbo distinto al país.

En esa dirección los temas de la fiscalidad progresiva —prácticamente congelada entre nosotros—, para la construcción de un entramado institucional capaz de atender de manera universal los derechos de los ciudadanos, puede ser el cimiento de un gran pacto social y político impulsado desde la izquierda que incorpore para la buena reproducción de un sistema democrático la dimensión de la vida social. Una vida social que hoy es similar a un sistema de fortalezas que ven con desconfianza y miedo a quienes viven fuera de sus límites.

Equidad y democracia, dos coordenadas para delinear el perfil de la izquierda. Democracia y equidad, dos ejes para la construcción de un proyecto con vocación hegemónica.

José Woldenberg. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Es autor de El desencanto.

Román Revueltas ¿Una liguilla de segundones?



El primero y el segundo del torneo regular han quedado fuera. ¿Es justo? Pues, no. Pero el futbol no es un asunto de justicia ni de méritos ni de honores ni de escudos. Y, por lo que parece, tampoco es un tema de meter goles a lo largo de cierto tiempo; es cuestión de anotarlos cuando toca, cuando hace falta, cuando hay urgencia… Es decir, hay que meterlos en la liguilla y sanseacabó.

Y, en efecto, miren ustedes, el clasificado de último minuto, el que entró de colista, acaba de dejar fuera a Chivas, que se había metido a la liguilla como líder general, categórico, dominante y absoluto. Extrañas vueltas que da la vida. O, mejor dicho, el futbol.

Los seguidores del Guadalajara pensábamos que la cosa estaba ya cocinada: ¿acaso el primero de la tabla no le iba a pasar encima como una aplanadora al octavo lugar? El partido de ida había sido un pequeño tropezón y ese tanto anotado en los últimos minutos nos daba todas las esperanzas del mundo: bastaba con meter un golecito en casa, con el público apoyando en todo momento y, por si fuera poco, en un estadio de cancha sintética que, según parece, se le atraganta a los equipos visitantes (pregúntenle a los brasileños de los Panamericanos, para mayores señas), para llegar muy cómodamente a la fase semifinal.

Pues bien, Chivas se rompió los dientes con un equipo modesto llevado de la mano por un tipo, ése sí, de cuidado: José Saturnino Cardozo, un grande del futbol y la más refulgente estrella del Toluca en los últimos años, ha hecho ya historia como entrenador principiante. ¿A dónde llegará? No anticipemos vísperas pero, por lo pronto, ya hizo lo que hizo: dejar fuera a Chivas.

Pero eso no es todo. El séptimo de la tabla general liquidó también al segundo, ese Cruz Azul que parece que ya no se puede quitar de encima una maldición tras 15 años de no obtener un título ni de rebote. Extrañas vueltas que da el futbol, en efecto.

Hoy juegan el tercer lugar contra el sexto y el cuarto contra el quinto. No me permito hacer profecía alguna, lectores. Pero, si el futbol nacional sigue de cabeza, entonces veremos resultados tan esperpénticos como los de la jornada de ayer. Indescifrable liguilla: por lo pronto, es la ruina de todos los apostadores…

Helicóptero pudo caer por decadencia por Guillermo Sheridan


La periodista Carmen Aristegui entrevistó durante una hora al precandidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador luego de su triunfo en el posicionamiento de la izquierda. Es muy interesante.
Entre los muchos conceptos vertidos, el Lic. López Obrador se refirió a lo que entiende por “una república amorosa” y dijo que en los primeros seis meses de su gobierno siete millones de jóvenes recibirán empleo. 
La periodista le preguntó su opinión sobre el helicóptero siniestrado. Se transcribe el diálogo (puede verse en el cuarto segmento de la entrevista, a partir del minuto 2:50, aquí)
¿Qué te dice la muerte de Blake?
Sobre el motivo o lo que provocó esta tragedia ya ves como se está pensando, lo que opina la gente, lo que la gente sostiene sobre esto, porque es mucha coincidencia. ¿Qué pasó? Mira yo no quiero hacer juicios apresurados, no puedo actuar de manera irresponsable, pero si te adelanto algo, ¿sí?, una hipótesis muy contraria a la mejor a lo que piensan muchos, pero ya dije que siempre expreso lo que pienso, siempre digo lo que pienso: yo considero que todo esto es parte también de la decadencia.
Pero ¿qué tiene que ver…?
Sí tiene que ver. Es que… Sí pienso: “pudo haber sido un accidente”, ¿sí? ¿sí? Sostengo eso. ¿Por qué un accidente? Bueno porque parte de la decadencia es el desparpajo que hay en todo, y la deshonestidad, vuelvo a lo mismo, la corrupción. ¿Qué te garantiza, Carmen, de que realmente el dinero destinado al mantenimiento se ocupe realmente en eso? ¿Que no se quede en el camino?
¿Crees que eso pasó?
No. Estoy hablando de una hipótesis. Hay mucho desparpajo, hay mucha deshonestidad, impera la corrupción. Entonces sí creo que pudo haber sido un accidente no sólo porque el piloto no tuvo la habilidad suficiente, se habla de que era una gente experimentada, sino más que nada pienso en el mantenimiento, porque nos pueden decir se destinó tanto dinero para el mantenimiento, pero no sabemos si ese dinero realmente se aplica en eso, si ese dinero tiene ese propósito y no otro, entonces es parte de la decadencia en que estamos. Se estan cayendo a pedazos las cosas porque se requiere una renovación tajante de la vida pública.
Leido en:

Domingo de relax

Video desde el espacio




Earth | Time Lapse View from Space, Fly Over | NASA, ISS from Michael König on Vimeo.


Time lapse sequences of photographs taken by Ron Garan, Satoshi Furukawa
and the crew of expeditions 28 & 29 onboard the International Space Station from
August to October, 2011, who to my knowledge shot these pictures at an altitude
of around 350 km. All credit goes to them. I intend to upload a FullHD-version
presently.

Domingo de relax

Observen con calma,.  vale la pena. Es otra experiencia.





Canon Pixma: Bringing colour to life from Dentsu London on Vimeo.