Seis meses de pesadilla. Desde que Donald Trump ganó las elecciones,
millones de norteamericanos han vivido sin aliento esperando a ver en
qué quedaba la contrarreforma sanitaria del nuevo presidente. EEUU nos
queda un poco lejos, pero conviene ver de qué se lamentan allí para
apreciar mejor qué significa tener un sistema público de salud,
universal y de calidad como el que tenemos aquí, que protege a todos por
igual independientemente de su posición social.
Trump había anunciado que acabaría con el Obamacare, el sistema implantado en 2010 bajo la presidencia de Barack Obama, gracias al cual más de 20 millones de ciudadanos sin cobertura sanitaria tienen ahora un seguro médico que cubre sus contingencias de salud. Aunque el presidente ha querido presentar su proyecto de reforma como una mejora y un ahorro al mismo tiempo, pronto ha quedado claro que no contiene mejora alguna y que el único ahorro que contempla es para los ricos, a los que se propone eximir de los impuestos que se introdujeron para financiar la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible que ahora se quiere desmantelar.
Trump había anunciado que acabaría con el Obamacare, el sistema implantado en 2010 bajo la presidencia de Barack Obama, gracias al cual más de 20 millones de ciudadanos sin cobertura sanitaria tienen ahora un seguro médico que cubre sus contingencias de salud. Aunque el presidente ha querido presentar su proyecto de reforma como una mejora y un ahorro al mismo tiempo, pronto ha quedado claro que no contiene mejora alguna y que el único ahorro que contempla es para los ricos, a los que se propone eximir de los impuestos que se introdujeron para financiar la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible que ahora se quiere desmantelar.