Mucho me temo que el encumbramiento de Donald Trump es mucho más que
una aberración. Este inesperado éxito del empresario neoyorquino nunca
hubiera sido posible sin la intoxicación que la Web ha provocado en la
conversación pública. Y ambos fenómenos, Trump y los vicios del ruido
digital, son más que una horrorosa casualidad. Se alimentan de la misma
fuente.
Sus rasgos básicos. Por una parte, la banalización. Es un hecho que la noticia de una juerga de Kim Kardashian provoca más tráfico en los medios que la descripción de un proyecto trascendente para la comunidad. Trump es incapaz de dominar la información más básica sobre los grandes problemas de la vida pública; no lo necesita. Basta con abordarlos por encima, ridiculizar a otros, mofarse de alguien con una frase ingeniosa. Una banalización exitosa y viral muy similar a la que observamos en la blogosfera.
Sus rasgos básicos. Por una parte, la banalización. Es un hecho que la noticia de una juerga de Kim Kardashian provoca más tráfico en los medios que la descripción de un proyecto trascendente para la comunidad. Trump es incapaz de dominar la información más básica sobre los grandes problemas de la vida pública; no lo necesita. Basta con abordarlos por encima, ridiculizar a otros, mofarse de alguien con una frase ingeniosa. Una banalización exitosa y viral muy similar a la que observamos en la blogosfera.